La comisión epistémica de las Jornadas de la NEL, ha propuesto abordar como uno de los ejes de trabajo de las mismas, la cuestión de « La experiencia contemporánea del análisis ». Esta expresión ha sido extraída de la clase del 30 de marzo de 2011 del curso de J.-A. Miller, El ser y el Uno,[1] texto de apoyo para lo que se plantea a continuación.
Una primera pregunta que cabría plantearse al respecto es ¿qué es lo contemporáneo de la experiencia de análisis? Lo contemporáneo de la experiencia de análisis es su orientación hacia lo real, más precisamente, para cada sujeto, hacia su real como Un real. Un real que es susceptible de ser demarcado, localizado, en tanto su posición está definida por la conexión del significante Uno con el goce. Así, seguir el recorrido de estas dos coordenadas, la del Uno y la del goce en un análisis, conduce al punto donde ellas se encuentran, encuentro que se experimenta como un acontecimiento del cuerpo, como la emergencia de un cuerpo que se goza.
Hablar de lo contemporáneo de cierta manera impone plantear al menos algo de aquello que le precedió. Al respecto Miller plantea la experiencia contemporánea del análisis como una zona, un campo, que se abre más allá de la experiencia que Freud instauró en su práctica; también Lacan antes de los últimos años de su enseñanza. Por tanto, conviene precisar con respecto a qué se abre ese « más allá ».
Freud, en su práctica, se detuvo en la repetición que es efecto de la represión que recae sobre la fijación de la pulsión; de allí que el análisis se hacía terminable e interminable. Lacan por su parte, alcanza esos puntos de fijación que estaban dados por el objeto a, como fijaciones de goce que se deslizan en la cadena significante y que el sujeto experimenta como lo que vuelve siempre al mismo lugar. Así, el fin del análisis estaría pues en la caída del objeto con la consiguiente separación del sujeto, es decir, atravesamiento del fantasma. Tanto este Lacan como aquel Freud, no quitan todas aquella envolturas que cubren la fijación de la pulsión o conexión del significante Uno y el goce. Pero un Lacan posterior, va más allá y se dirige al campo que se abre hacia lo real. ¿Y qué se encuentra en este nuevo campo que da lugar a una experiencia de análisis diferente, que es aquella que se practica, y se espera se practique, en nuestra época?
« En adelante, nuestra experiencia pone al analizante en lucha con aquello que de su goce no produce sentido, con lo que permanece más allá de la caída del objeto a, con el Uno del goce. »[2] Se trata entonces de un análisis que conduce al sujeto hacia un campo donde el goce ya no produce sentido, no hace sucesiones al repetirse, no responde a una ley, sino que por el contrario la repetición se hace a la manera de una re-iteración del Uno del goce; dicha experiencia de goce es cada vez única, aislada, imposible de ser enlazada a otra.
Se plantea aquí una segunda pregunta. ¿Qué de lo femenino se sitúa en esta zona? ¿Es el goce femenino, Uno? Y una tercera pregunta: ¿cómo llevar a un sujeto contemporáneo a esta zona? Sujetos adictos, desculpabilizados, deprimidos, no engañados,… ¿Acaso, de cierta manera, se encuentran ya allí?
De esta zona que se abre como real, dice Miller, zona experiementada, pero todavía mal conocida y mal pensada,[3] es que nos ocuparemos para poner en claro algo de esta experiencia contemporánea del análisis.
Notas:
[1] Inédito
[2] J.-A. Miller, clase del 30 de marzo de 2011 del curso El Ser y el Uno, inédito
[3] J.-A. Miller, clase del 30 de marzo de 2011 del curso El Ser y el Uno, inédito
[3] J.-A. Miller, clase del 30 de marzo de 2011 del curso El Ser y el Uno, inédito