Recordemos el caso. Para poder interesarse por una mujer este hombre tenía que percibir un « brillo en la nariz » (en alemán Glanz auf der Nase). Se nos aclara que el paciente había tenido una institutriz inglesa y que ese glanz (brillo en alemán) y glance (mirar en inglés) habían acabado relacionados con la nariz. En verdad, Glanz auf der Nase (« brillo en la nariz ») era en más bien un Blick auf die Nase (« mirada a la nariz »). Probablemente, fue la curiosidad sexual la que le habría llevado a mirar la institutriz y ésta habría respondido con la amenaza de darle un soplamocos (Nasenstüber) si volvía a mirarla cuando no estaba permitido.
Lo que el caso muestra es cómo se extrae sentido de algo que, en principio, no tiene sentido y cómo la vida sexual de ese hombre iba a estar dedicada a transliterar del inglés al alemán. La nariz acaba siendo un órgano que toma el valor de significante amo y por lo mismo portador de múltiples significaciones.
Correlativamente, lo que estructura la relación de este sujeto con el Otro es el hecho de identificarse con esa mirada. Su goce queda, de una vez y para siempre, atrapado en esa mirada. La invención del objeto Glanz auf der Nasese constituye como la condición necesaria para sostener su posición fálica.
Freud lee la emergencia de este fetiche en el encuentro con la falta de pene en la madre. Ese momento no es una simple revelación anatómica. No se trata de que el niño descubre la desnudez materna (conocemos casos de sujetos que podían tenerla todos los días delante de los ojos sin que tomasen para ellos ningún sentido), sino el momento en que la anatomía empieza a significar. Lo que se le revela al paciente de Freud en ese momento crucial, no es la anatomía femenina sino la naturaleza del falo en tanto que « señala un punto de falta en el sujeto », como señala Lacan. El Glanz auf der Nase termina por constituirse en una ficción de la relación sexual, en un fetiche que juega su partida solo, como la nariz de Nikolai Gogol o el gato de Rudyard Kipling.
En efecto, sólo a los seres hablantes les ocurre distinguir en su cuerpo órganos que pueden tomar significación: el órgano masculino de la reproducción, las heces excretadas del cuerpo o el pecho tomado del cuerpo materno. También ocurre con los objetos con una materialidad menos evidente: la mirada y la voz. Son objetos que toman valor de significantes imaginarios y, precisamente por ello, son potencialmente portadores de significaciones. Dichas significaciones son individuales y aleatorias, no necesarias.
Como se ve en el caso de Freud, son significaciones que interfieren necesariamente en el establecimiento de la relación sexual, hasta el punto que parece que el paciente tiene más relación con el « brillo en la nariz » que con el partenaire sexual propiamente dicho.
La falta de una norma de toda relación sexual hace que el sujeto dependa de la contingencia de los encuentros que puede tener en su entorno y de los enunciados prescriptivos que pueden ir al lugar de la relación que no se inscribe.
El caso de Freud nos muestra cómo, una vez instalado a partir de una contingencia inicial, el modo de gozar se convierte en necesario, en el sentido de que no cesa de escribirse, es decir, se repite. La invención aleatoria de Glanz auf der Nase viene a cubrir tanto la contingencia real como la necesidad subsiguiente, aunque pueda darle al sujeto la ilusión de haber elegido libremente.
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