– PIPOL 5
Así mismo, queremos hacer llegar, por vuestro intermedio, un fuerte abrazo a su familia.
Con gran tristeza hemos recibido la noticia del fallecimiento de nuestro querido colega Hilario Cid. Hilario estuvo con nosotros desde los inicios de Campo freudiano en España contribuyendo con su buen hacer a crear y a sostener esta amplia comunidad analítica que es ahora la ELP. Hasta el último momento quiso seguir conversando con sus colegas y amigos.
Hilario Cid, Analista Miembro de la Escuela (AME), fue nombrado Analista de la Escuela (AE) en 1996. Fue Director del CPCT de Málaga, Comunidad de la ELP de Andalucía. Fue en esta comunidad donde ejerció como analista y desde donde contribuyó con gran empeño a la formación de analistas y a la trasmisión del psicoanálisis de orientación lacaniana.
En nombre de todos los miembros de la Escuela, socios de sede y del Directorio ampliado, el Consejo de administración de la ELP quiere expresar su más sentido pésame a su familia y a sus colegas de la Comunidad de Andalucía de la ELP, entre los cuales se encuentra su hija Rocío, y a la cual enviamos un fuerte abrazo.
Carmen Cuñat
Presidenta de la ELP
En Madrid, a 21 de febrero de 2011
Conocí a Hilario Cid hace 26 años. Desde entonces, he compartido con él el apasionamiento por la causa analítica, lo que me ha conducido a compartir también muchos trabajos. Recuerdo, por ejemplo, que fui la primera en presentar un caso clínico en el primer seminario del ICF en Andalucía; seminario, éste, del que HLC era responsable y del que yo formaba parte del equipo de trabajo, como la incipiente y jovencísima analista que era entonces. Recuerdo muchos encuentros, reuniones, grupos de trabajo, discusiones exaltadas, a veces ásperas incluso, en las que ambas tomamos parte y no siempre compartiendo puntos de vista…. Más recientemente, hace 13 años, el tiempo en el CF es así, recuerdo mi entrada como miembro a la EEP por el dispositivo del pase a la entrada. Hilario ya formaba parte entonces del cartel del pase. Otro hito importante en nuestra relación fue el CPCT, Hilario estructuró su composición y organigrama, yo formaba parte del equipo clínico con el cometido específico, me dijo, de “encargarme de los marronazos”; lo cual, debo decir, no me hizo demasiada gracia, pero este era el estilo de Hilario. A lo largo de todos estos intensos años de compromiso, trabajo y formación fui valorando, apreciando y tomando cariño a este querido colega, Hilario Cid; por su amor al psicoanálisis, su saber comprometido, riguroso y apasionado, su ironía, su gusto exquisito, su proverbial sentido del humor… también compartimos aviones, cenas, algún acto social vinculado al psicoanálisis, incluso alguna cena en su casa en la que hizo gala de su magnífico talento culinario…pero aun no éramos amigos.
Fue a partir del conocimiento de su enfermedad, de cuya verdadera gravedad pocos sabíamos hasta entonces, cuando, como querido colega que era para mí, me interesé por él con seria y sincera preocupación. Nunca sabré qué valor le dio a mi afectuosa preocupación…excepto por sus consecuencias. Supe entonces de su inagotable generosidad tan acogedora como espléndida, de su fina discreción, de su valentía, de su coraje, de una capacidad de amor desbordante. He tenido el privilegio y el honor de conocer un poco a Hilario, más allá de Hilario Cid, y puedo decir que entre las muchas enseñanzas que me ha deparado este encuentro, la más importante tal vez sea que el ser hablante puede morir ejerciendo, sin ceder un ápice, el deseo vivo de la vida, que nunca es sin amor; haciendo así honor a la sentencia freudiana de que la primera responsabilidad de todo ser vivo es cuidar de la vida.
De nuestra intensa relación epistolar de los últimos tiempos, he rescatado dos frases que reflejan la singularidad de este querido amigo con el que me encontré en los últimos tiempos. Se preguntaba si “el coraje que tenemos los lacanianos con nuestros analizantes no será una modalidad de dar lo que no se tiene” Decía también que el humor era su forma de defensa y que ser un sentimental había sido, hasta hace poco, una especie de enfermedad que había que ocultar.
Quiero ir más allá de la tristeza por lo irreparable de su pérdida. Me quedo con la contingencia afortunada de haberme encontrado con mi querido-amigo-Hilario. Este encuentro permanecerá vivo mientras dure mi existencia, por el saber que ha inscrito en ella y es que mientras dura la vida, no hay última palabra, nada está jugado definitivamente en un sentido unívoco; se trata, más bien de hacer un uso de la contingencia, incluso cuando ésta apunte a la peor de las posibilidades; como hizo Hilario
Entre sus muchos detalles, Hilario tuvo la generosidad de enviarnos esta navidad una caja del magnífico vino Blanco Listón, que tanto le gustaba y nos pidió que brindáramos por él, “Ni se os ocurra decir a la salud de Hilario, -escribió- que esa está ya irremediablemente cascada, y sería despilfarrar un brindis y un buen vino. Los tiempos no están ya para eso. Simplemente « por Hilario, un gilipollas, sí, pero una buena persona y un buen psicoanalista ». No es mucho pedir, buenos psicoanalistas y buenas personas somos casi todos aquí en Málaga. Lo de gilipollas no es un insulto sino un diagnóstico. Es un subgrupo dentro del más amplio obsesivo. Frecuencia media, pero incurable”
PD: Ayer hicimos este brindis en la sede de la Escuela en Málaga.¡ Por Hilario, una buena persona y un buen psicoanalista!
Paloma Blanco Díaz
Contaremos con la presentación de un caso de Vilma Coccoz titulado El sinthome: hacedor de caminos, que nos permitirá reflexionar sobre los efectos del trabajo analítico que permitió al analizante un nuevo anudamiento entre el arte y la vida.
Las « Noches Clínicas » cuyos responsables son Rosa López, Mercedes De Francisco y Joaquín Caretti, va a seguir organizando presentaciones clínicas mensuales. La característica de este espacio es que el caso no se lee sino que los que participan lo conocen de antemano. La comisión organizadora debate el caso con anterioridad. Este curso, como novedad, hemos invitado a los alumnos del Nucep a participar en las presentaciones.
La Comisión Organizadora
La reciente publicación de la novela Clandestinidad de nuestro colega Gustavo Dessal es ya todo un acontecimiento en el panorama literario, y ha suscitado excelentes críticas. Hemos escogido algunas de ellas para que, a modo de epígrafe, precedan nuestro acto de presentación en la sede de Madrid de la ELP.
(Directora de la BOLM)
Barcelona, 5 y 6 de Marzo de 2011
Terminaciones de análisis
Con la participación de Jacques-Alain Miller
Coordinación: Jorge Alemán y Marta Serra
Hotel Majestic
Passeig de Gràcia 68
08007 Barcelona Tel: 934 881 717
José Manuel Alvarez
Guy Briole
Manuel Fernández-Blanco
Julio González
Rosa López
Vicente Palomera
– 80 euros, hasta el 5 de Febrero
– 130 euros, hasta el 28 de Febrero
– 160 euros, inscripción in situ
– 50 euros, estudiantes con acreditación universitaria exclusivamente.
Dirección……………………………………………………………………………………………………….
Teléfono………………………………………………………………………………………………………..
Fax………………………………………………………………………………………………………………
email………………………………………………………………………………………………………
Pago mediante transferencia bancaria a nombre de « Asociación Poros » en:
LA CAIXA Cuenta nº 2100-0900-90-0211344331 Enviar el resguardo, por correo postal, fax o correo electrónico, junto con el presente boletín a:
Instituto del Campo Freudiano
Via Laietana 64, 2º 2ª
08003 Barcelona.
Tel: 93 412 14 89 Fax: 93 318 33 49
e-mail: [email protected]
Ahora bien, en tanto el sujeto está acompañado por el analista en su trabajo, la finalización de sus encuentros puede abordarse desde dos perspectivas distintas: la del analizante y la del analista.
El analizante, ¿con qué frutos obtenidos concluye que la apuesta por la asociación libre ha llegado al límite de lo que podía ofrecer y se da por satisfecho? ¿Qué destino encontró la libido que estaba ocupada en la relación transferencial? Respecto a estos interrogantes por ahora contamos – y más habrá- con los testimonios de los AE. Pero podemos ampliar el campo dando cabida a la experiencia de aquellos que, considerando finalizada su cura, o bien no han obtenido dicha nominación o bien por distintas razones, no han pasado por el dispositivo del pase.
Y del lado del analista, ¿en qué construcción del caso sostiene su acto para consentir cuándo se trata de un fin y no de una falsa salida o una interrupción? ¿De qué manera sanciona y acoge el final del amor de transferencia que sostuvo la asociación libre? ¿Cómo asume, el propio analista, el límite a su deseo?
Así pues, conversaremos sobre las diversas maneras con las que analizante o analista pueden dar cuenta de que la finalización de la cura no se debe al conformismo informado del sujeto sobre la ficción que ha organizado su vida, ni tampoco a su impotencia asumida al respecto, sino que es producto de la satisfacción de haber llevado al límite la elaboración simbólica de los avatares de su historia. ¿Hasta dónde? Hasta alcanzar el consentimiento esclarecido a lo imposible de modificar. Esto es, su manera singular de arreglárselas con el goce en tanto viviente atravesado por el lenguaje.
Jorge Alemán y Marta Serra
Sábado 5 de marzo
14,30 h. Recepción
15 h Conversación
19 h. Cocktail
Domingo 6 de marzo
10 a 14 h. Conversación
Comisión de Organización: Miquel Bassols, Mónica Marín, Rosalba Zaidel
Quedan solo unos dias para poder inscribirse al congreso PIPOL 5 a precio reducido. Por lo tanto, pueden inscribirse con la tarifa de 130 euros (65 euros para los estudiantes de menos de 26 años con justificante)
Por la comisión de organización,
Guy Poblome
Secretario de Pipol 5
Inscripción on line: www.europsicoanalisis.eu
[email protected]
Para recibir PIPOL NEWS, el boletín electrónico del EFP, enviar un e-mail blanco a [email protected]
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Jean Renoir tiene 56 años cuando rueda El río, la más conmovedora de sus películas. Lleva años viviendo en Estados Unidos, país al que llega huyendo del fascismo, y donde encuentra desde el principio grandes dificultades para dirigir. El río, basada en una novela autobiográfica de Rummer Godden, una gran especialista en narraciones juveniles, la rueda en la India. Destacan en ella la perfecta mezcla de realismo y romanticismo, la verdad de la interpretación de los actores, en su mayoría no profesionales o con muy poca experiencia, y la excelente fotografía, en el brillante Technicolor de la época, de Claude Renoir.
Este es en pocas palabras su argumento. A orillas del Ganges, cerca de Calcuta, Harriet y sus amigas Melanie y Valerie, hijas de colonos británicos, reciben la visita del capitán John, un mutilado de guerra. A través de la mirada de Harriet asistiremos al descubrimiento del amor y sus zozobras, pues las tres amigas se enamoran muy pronto del capitán. Harriet tiene un hermano pequeño, que es su compañero de juegos. La casa familiar se abre a un hermoso jardín, que es su reino, y ellos están juntos hasta que la llegada del soldado hace que Harriet se olvide de su hermano, que una tarde es mordido por una cobra y muere. No es fácil ver unas imágenes de más pura y contenida emoción que las del entierro del niño. La tierra de color salmón, la presencia ensimismada de la vegetación, el agua terrosa del río, por cuya orilla marcha el cortejo fúnebre, componen una escena que encierra todo el misterio y la desolación de la pérdida. Harriet no puede ser responsable de una desgracia como aquella, pero sabe que si hubiera estado al lado de su hermano este seguiría con vida. También que el jardín, y con él el mundo libre y abierto de la infancia, ha quedado para siempre atrás. Y que lo ha hecho a través de una muerte de la que ya nunca podrá liberarse. Hay otro elemento perturbador. El capitán John, el joven soldado que las visita, ha perdido una pierna, y lleva en su lugar un miembro ortopédico. De forma que la salida de ese jardín que es la infancia coincide con la aparición del cuerpo dividido y de su inevitable consecuencia: la amenaza de la locura.
Pero ¿qué es la locura? El concepto de enfermedad mental es demasiado acomodaticio, ya que al definir la locura como enfermedad nos excusa de preguntarnos por su verdadero sentido y elimina la responsabilidad del sujeto. La pregunta por la locura conlleva pues una nueva pregunta, que es la que debe interesarnos, la que se refiere a lo que el sujeto será capaz de hacer con ella. Algo, por otra parte, presente en la idea freudiana del delirio como trastorno, pero también como movimiento vinculado al saber y a la reconstrucción. Recordemos el caso Schreber, y cómo, según Freud, es precisamente su delirio lo que logra estabilizarle y, al rebajar su sintomatología, le permite abandonar el hospital. En los misterios egipcios se dice que « en el hombre hay dos pares de ojos, y es requisito necesario que el par de dentro se cierre cuando el par de fuera percibe; pero solo cuando el par de fuera está cerrado puede el de dentro abrirse ». El psicótico ve solo con los ojos interiores, su mundo es espectral. El cuerdo con los ojos exteriores, su mundo es pura objetividad. Es el poeta quien los concilia a los dos. El poeta lleva el fantasma a la vida, quiere que lo bello sea útil, que cada par de ojos se alimente de la visión del otro.
El joven del que se enamoran las adolescentes en la película de Renoir enferma porque no puede olvidar el cuerpo que perdió. Harriet y sus amigas le enseñan que solo aceptando esa pérdida será capaz de recuperar la capacidad de amar. Los amantes recuerdan a los psicóticos dado que el amor, como la psicosis, supone una ruptura, la entrada cualitativa en una experiencia distinta. Los que aman son hablados por otras voces, su identidad se fragmenta y para reunificarse necesitan algo cercano al delirio. Pero el amor antes que con la locura tiene que ver con la poesía, ya que aunque es cierto que el amante delira lo que quiere sobre todo es vivir entre los demás. El psicótico quiere que la realidad se someta a sus sueños, el amante que sus sueños se hagan reales. Ambos acuden al mercado de los cuerpos, pero mientras la psicosis nos dice que nunca encontraremos en él lo que perdimos, el amor nos dice que debemos arreglarnos con lo que nos ofrecen en ese mercado. Recordemos el final del mito de Orfeo. Orfeo, tras perder a Eurídice, es troceado por las bacantes que diseminan su cuerpo por el bosque. Su cabeza va a parar al río, y las aguas la arrastran. Mientras lo hace no deja de cantar. Michel Foucault dijo que la locura es la ausencia de obra. La obra supone la aceptación de la pérdida; el delirio es su negación. El canto del poeta habla del regreso, del encuentro con el mundo; el delirio, del cuerpo espectral, un cuerpo que no puede volver. Todos los psicóticos tienen un cuerpo así. Todos han perdido partes de sus cuerpos, y deliran tratando de recuperarlos. La locura es el regreso de esos trozos perdidos. El doctor Frankenstein construye un cuerpo con ellos. Un cuerpo que solo puede ser el de un psicótico, pues está hecho de fragmentos de otros cuerpos, de otras vidas distintas y cuyo deambular es su delirio.
Debemos aprender a mirar esos cuerpos heridos. En ellos no solo está el dolor, el ansia infinita de paz del psicótico, sino la memoria de ese cuerpo con el que soñamos en el amor. La memoria de sus pérdidas y de sus órganos olvidados. No hay poesía sin esa visita a la cuba de Barba Azul, no hay poesía sin oscuridad. Los psicóticos recuerdan a la criatura de Frankenstein, y pienso sobre todo en las dos películas que James Whale dirigió en los años treinta, con Boris Karloff en el papel de la criatura. Hay una escena, en La novia de Frankenstein, la segunda de ellas, que no es posible olvidar. El monstruo, que se ha escondido en el bosque, llega a una casa donde vive un anacoreta. El anacoreta es ciego y por esa causa lo acoge sin temor. Se establece entre ellos una cálida amistad. El anacoreta le da comida, vino, ¡hasta de fumar! Le hace escuchar música y el monstruo todo lo mira maravillado. No hay que ser más delicado y sensitivo, más lleno de temor. Más abierto a todas las seducciones. Más ajeno al daño.
Los buenos psiquiatras se comportan como ese anacoreta. Reciben a los psicóticos con los ojos cerrados, les atienden por un tiempo, les dan de comer y fumar, hasta que se alejan. Luego recogen sus poemas y sus dibujos y escriben libros sobre ellos. Es curioso, los psicóticos vienen de la muerte, del reino de lo siniestro, y sin embargo son dulces, silenciosos, infinitamente educados. Son como la criatura de Frankenstein. Fijaros en sus gestos, en su increíble delicadeza. La visión de una cama les conmoverá hasta la muerte, porque ellos no pueden dormir. Una simple cuchara abandonada sobre el mantel les hará llorar, pues no tienen dedos para cogerla. Miran las cosas con los ojos terribles del que sabe que jamás serán suyas. Añoran un mundo quieto, tranquilo, donde yacer domesticados. Podrían comer de nuestras manos, podrían ser nuestros criados. Si les mandáramos hacer cosas, las harían llorando. Les gustaría no tener que esconderse. Su cuerpo no es el cuerpo de la pureza, sino el cuerpo nacido de la cuba de los despedazamientos. Cuentan, a través de su sufrimiento, la historia de nuestro corazón.
Publicado en El País el 20/02/2011