La Gran Conversación de la Escuela Una
Flashes
Sobre el SSSS
Gustavo Dessal
No es una errata. He escrito cuatro veces la S mayúscula, para indicar un problema: el Sujeto Supuesto Saber Supervisar. Releo, tras doce años de su aparición en el número 5 de la revista digital « Virtualia », un artículo de Eric Laurent titulado « El buen uso de la supervisión ». Difícil, pero muy agudo. Pone el dedo en el meollo del asunto. Ninguna escuela ni corriente psicoanalítica dejó jamás de promover la importancia de la supervisión, al igual que el análisis didáctico. A partir de allí, surgen desde luego los distintos modos de concebir ambas cosas.No voy a insistir en algo que en nuestra Escuela produce grandes discrepancias: que la supervisión ha dejado de ser una disciplina de la formación, para convertirse en una demanda de auxilio ocasional. Algunos colegas verifican este fenómeno, otros todo lo contrario. Por lo tanto, dejo un poco de lado a los « supervisantes », que demandan una escucha cuando se ven sobrepasados por su acto (bien sea por exceso o por defecto), y me dirijo al SSSS, el Sujeto Supuesto Saber Supervisar, siguiendo la orientación que Laurent propone en ese artículo de absoluta actualidad.No tenemos una teoría muy desarrollada sobre el supervisor. Laurent hace un esfuerzo extraordinario para extender todo lo posible un conjunto de frases de Lacan, y fundar un punto de partida para esa teoría que nos falta. Una teoría que enfatice el lugar del supervisor en el dispositivo, y cómo encarnarlo. ¿En qué consiste « supervisar », más allá de lo más obvio -situar el diagnóstico, el impasse en la dirección de la cura, la interferencia del analista como sujeto, etc.? ¿Cómo evitar que el Sujeto Supuesto Saber Supervisar se identifique a esa suposición? Lacan consideraba verdaderamente asombroso que alguien pudiese formarse una idea sobre lo que le sucede al protagonista de un caso clínico sin verlo directamente, solo mediante la « superaudición » basada en el relato de otro.Lo curioso, es que eso a menudo funciona. Cuando sucede, (y de modo análogo a la relación entre analizante/analista) podemos tener por seguro que el secreto no reside en el saber del supervisor, ni en el volumen de su experiencia, sino en el hecho de que la relación con su inconsciente (lo que equivale a decir con su propio análisis) lo haya conducido lo suficientemente lejos como para ocupar para el « supervisante » el lugar del deseo. ¿Como lograr que el supervisor « se borre » del saber que se le supone, para dar paso a aquello que va a permitir producir en el supervisante esa rectificación subjetiva que ponga en su justo lugar el deseo del analista? El hecho (que puede leerse con bastante claridad en el artículo de Laurent) de que no tengamos que inventar nuevos conceptos para hablar del dispositivo de la supervisión, sino que baste con saber situar los mismos que nos permiten orientarnos en el análisis puro, nos indica que la frontera entre análisis y supervisión no es una línea divisoria, ni se trata de compartimentos estancos. Si la demanda de supervisión comienza con una S más que la del sujeto supuesto saber, y la transferencia está exactamente en juego tanto en un encuentro como en el otro, supervisar no consiste en un metalenguaje del caso, sino en la operación que, en el supervisante, logra relanzar el acto, es decir, ese deseo que Lacan anticipaba en « La dirección de la cura » bajo el epígrafe de « cómo actuar con el propio ser ».
_______________________________________________________________________________