Este texto corresponde a la intervención realizada en la mesa plenaria “Versiones del amor”, en las VIII Jornadas sobre Lo femenino en debate. El psicoanálisis conversa con los feminismos, el 7 y 8 de junio de 2019 en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, organizadas por Secretaría de Extensión, Cultura y Bienestar Universitario y por las cátedras Clínica de la Urgencia, Psicoanálisis: Orientación Lacaniana. Clínica y escritura, y la cátedra de Psicopatología de la carrera de Musicoterapia, a cargo de la Prof. Dra. María Inés Sotelo.
Presento aquí algunas puntuaciones en torno al debate sobre lo femenino para tratar de abrir una conversación posible entre el psicoanálisis y los feminismos en la actualidad[1].
Del discurso actual*
En primer lugar, retomo unas palabras de Elsa Drucaroff, escritora y ensayista argentina, feminista desde los años 80. En una conferencia reciente, plantea -contrariamente a lo planteado por muchas exponentes del feminismo actual- que hay una especificidad de las luchas femeninas a lo largo de la historia que no depende del avance del capitalismo, sino que es muy anterior a él. En efecto, el patriarcado puesto en cuestión tiene miles de años -basta remitirse a la historia de la humanidad y al lugar y tratamiento que han tenido las mujeres- y parece remontarse a toda la historia filogenética[2]. La cito: “La humanidad ha segregado y segrega, antes que a orientaciones sexuales, a la mitad o más de la mitad de su especie, sin importarle cuáles sean las orientaciones sexuales de ella”[3]. Ella sitúa que la segregación es estructural y que hay una segregación que funda a todas las demás, es aquella que toma “al cuerpo femenino en sí”[4].
El psicoanálisis y otros discursos actuales – me refiero a las teorías queer y los nuevos feminismos- coincidimos en que la biología no es un destino, esto es, los géneros son construcciones discursivas y los cuerpos se constituyen como hechos de discurso. Al menos, así lo afirma también Lacan: “Que al comienzo estén el hombre y la mujer, es ante todo asunto de lenguaje. […]Dicho esto, no sabemos qué son el hombre y la mujer”[5]. Así también, coincidimos en la lectura del rechazo estructural de lo femenino. Sin embargo, el discurso psicoanalítico se distingue de los otros discursos cuando verificamos que no todo es discursivo para el ser hablante, que hay un goce que afecta al cuerpo y produce acontecimientos subjetivos, por ejemplo, los síntomas que aun cuando adquieren un sentido no se reducen a lo que el lenguaje puede descifrar.
Lo irreductible: la diferencia sexual
Para decirlo rápidamente, la diferencia sexual es un real irreductible para el ser hablante. Biológicamente hablando, se nace varón o se nace mujer. Luego, esa diferencia sexual no significa nada en sí misma, por lo cual es necesario que sea interpretada por cada sujeto. Seguidamente, el lenguaje es la herramienta con la que contamos para la interpretación. Cuando el lenguaje interviene, otorga sentido y produce un anudamiento entre el cuerpo sexuado y cierta significación. Como ustedes saben, Freud esclareció las consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica y sostuvo que “la anatomía es el destino” de las identificaciones sexuales del varón y de la niña[6]. Por su parte, Lacan mostró que la anatomía no es el destino y que no hay ninguna relación entre un sexo y otro, así como tampoco hay relación entre el propio cuerpo y la identificación a una posición sexuada.
Entonces, ¿cómo arreglarse con la diferencia sexual irreductible y con la vivencia de la sexualidad? Esto es, ¿cómo sexuarse?
La diferencia entre sexo, sexualidad y sexuación
Conviene establecer aquí algunas diferencias. Mientras que el sexo mantiene una referencia directa al cuerpo biológico, la sexualidad se inscribe en el campo de lo humano y la cultura.
Foucault ubica la entrada del sexo en el discurso hacia fines del siglo XVI, momento a partir del cual el sexo, lejos de quedar afectado por la represión -como se suele suponer-, ha ido avanzando sobre diversos campos del saber y de la vida. Entonces, la voluntad de saber sobre la sexualidad ha constituido una ciencia de la sexualidad[7]. Además, el término sexualidad apareció tardíamente, recién a principios del siglo XIX, y sirve para nombrar el conjunto de experiencias por las cuales los individuos se reconocen “sujetos de una sexualidad” en una cultura determinada, lo cual está articulado a ciertos saberes, normas, restricciones y modos de valoración.
Desde esta perspectiva, el psicoanálisis inventado por Freud a fines del siglo XIX se inscribe en esta entrada del sexo en la civilización. Sin embargo, el discurso del psicoanálisis, que forma parte del discurso universal, se diferencia del discurso filosófico al plantear una relación del sexo con la verdad que remite a la historia subjetiva y no a una historia común.
El sujeto que interesa al psicoanálisis es un sujeto que no es dueño de su propia verdad. Nadie está del todo seguro de ser un hombre o una mujer, ni de qué quiere decir eso.
Como se sabe, en su primera enseñanza Lacan articuló este no saber con la necesidad de una “asunción del sexo” por parte del sujeto[8]. Mucho después, introdujo el término “sexuación”[9] que remite a las operaciones simbólicas necesarias que permiten reconocerse como hombre o como mujer. Esto quiere decir que no hay una sexualidad definible naturalmente. Devenir hombre o devenir mujer implica la necesidad de una elección que hunde sus raíces en el inconsciente.
En el origen, una doble indeterminación
Se pueden distinguir dos niveles de la indeterminación subjetiva. En primer lugar, la indeterminación del sexo debido a que no hay inscripción alguna en el psiquismo que indique de qué sexo se participa. En segundo lugar, la indeterminación referida a la elección del objeto sexual (ya que la elección del partenaire tampoco está determinada por ningún tipo de saber previo).
Así, la sexualidad humana depende de cómo cada sujeto resuelva estas dos indeterminaciones, esta falta de garantías que implica “nacer humano”. Pero también, depende de cómo se las arregle con la diferencia entre dos modos de gozar, uno de los cuales puede ser significantizado fálicamente, el goce del lado masculino, y el otro no, el Otro goce, femenino.
Entonces, el goce
Para el psicoanálisis, las operaciones de sexuación no responden a ninguna ideología. Se trata de experiencias de goce y modos singulares de tramitación de la indeterminación estructural del sujeto. Hoy existe una pluralidad de modos de vivir la sexualidad. La época nos confronta con la manifestación a cielo abierto de la diversidad de los goces.
En los años 70, Lacan habló de la “evaporación del padre”[10]. Mucho más recientemente, Miller a sancionado el “hundimiento” de la función del padre en la civilización[11]. Ninguna melancolía en nombre del viejo amor al padre; se trata en cambio de un nuevo ordenamiento. La época actual puede habilitar y alojar las diversas nominaciones subjetivas que buscan obtener una inscripción, un reconocimiento en el Otro.
El falo en cuestión
En el discurso común, la referencia al falo alude siempre de alguna manera a la suposición de la potencia de un objeto particularizado. Hay en ello fascinación, incluso anhelos de empoderamiento. Pero vale la pena recordar que para el psicoanálisis el falo no es ningún objeto y mucho menos un órgano del cuerpo[12]. Su única materialidad es significante.
El falo es el elemento del lenguaje que cumple una función lógica fundamental en la estructuración del sujeto porque inscribe que el objeto está perdido y que hay un goce imposible de obtener. El falo es el significante que inscribe que el Otro materno no solo no tiene el objeto, esto es, está castrada, sino que el niño tampoco es el objeto que colma su deseo ya que su deseo, por ser deseo de falo, se dirige hacia otro lugar.
Si el deseo es deseo de falo es porque el falo es un objeto que se inscribe por su ausencia -y no por su presencia, independientemente de si se tiene órgano peniano o vagina-. De este modo, el deseo se encauza a partir de la inscripción de un agujero. Que dicha ausencia sea leída como falta o como amenaza, como empoderamiento o como sometimiento, eso es una interpretación de sentido que imaginariza la ausencia estructural del objeto del goce.
Por eso, Lacan señala en variadas ocasiones que el falo es la marca significante de una privación de goce fundante de la estructura. El falo es el semblante por excelencia, es el velo, es la mascarada. Está más ligado al significante y a los efectos de significación que a la presencia de cualquier objeto real, eso lo separa radicalmente del órgano con el que se representa. Todo esto constituye la lo que llamamos “la lógica fálica”.
También por eso, para el psicoanálisis el valor del falo no tiene nada que ver con el poder de un género sobre otro, sino con los poderes de la palabra y el lenguaje. Tiene que ver con las marcas que deja el encuentro del sujeto con las palabras, los emblemas y semblantes, que siempre provienen del Otro y lo afectan, dejando sobre sí una huella indeleble.
Lacan “feminista”
Propongo aquí, a partir del desarrollo anterior, algunas puntuaciones para la conversación:
- 1. No todo se reduce al falo en la sexualidad humana. Si seguimos a Lacan, el goce femenino no se escribe con los significantes del Otro ni con la significación proveniente del falo, hay allí un imposible de escribir. Lacan agujerea la lógica fálica al introducir la lógica del “no-todo falo” para leer la experiencia femenina del goce.
- La lógica fálica implica un rechazo de lo femenino en tanto tal. Dicho rechazo es estructural para ambos sexos ya que implica el rechazo de dos modos de gozar diferentes y de la inscripción de la no relación entre un sexo y otro.
- “La” mujer no existe en tanto no puede ser definida en su esencia última. “La” mujer no existe porque la singularidad del goce femenino que se niega a entrar en las razones de la lógica fálica y del sentido. No todo es deseo de falo para una mujer; hay un goce más allá del falo. Pero, es necesario aclarar, que sostener estos enunciados nada tiene que ver con el rechazo a la igualdad de géneros ni con la defensa del patriarcado en la sociedad. Al contrario, para el psicoanálisis, se trata de hacer entrar en juego cada vez el no-todo para subvertir las posiciones absolutizadas y absolutizantes de cualquier ideología que quiera imponerse como única verdad.
- La lógica del no-todo es desegregativa porque incluye el exilio del Otro, es decir, registra el punto de mayor soledad del sujeto con su goce. Incluye el modo singular de cada quien, esto es, no solo la imposibilidad de definir a todas las mujeres por un rasgo en común y hacer con ellas un conjunto cerrado, sino aplicar esta misma lógica a todo sujeto hablante para alojar su diferencia absoluta.
- En este sentido, me atrevo entonces a sostener que Lacan es “feminista” al afirmar que “La” mujer no existe y al hacer existir a cada una, una por una, en su singularidad[13].
El psicoanálisis es una práctica, no una ideología
Un psicoanalista no es ni un filósofo, ni un político, ni un activista de ninguna batalla social, aunque como ciudadano se sienta interpelado por los acontecimientos de su época. Sin embargo, el psicoanalista es muchas veces convocado como guardián del Nombre del Padre para salvaguardarlo, o bien como liberador de la sanción moral respecto del goce sexual, en nombre del levantamiento de las resistencias.
Entonces, “ni guardián del templo ni liberador moral”[14], se trata de habilitar en cada sujeto su singular modo de tramitar el goce, lo cual afecta sus lazos y su experiencia de la sexualidad. Esta orientación, por el goce y no solo por el sentido de los síntomas, puede ser encarnada si el psicoanalista no se identifica a ninguna ideología ni política ni social, al menos, cuando le toca funcionar como analista.
La subversión femenina[15]
El discurso femenino -que puede ser sostenido por mujeres y por hombres- subvierte el discurso del amo imperante en cada época, haciendo obstáculo -en palabras de É. Laurent- a la uniformización fálica del mundo[16].
En las luchas femeninas a lo largo de la historia, junto al empoderamiento de la palabra -que tiene siempre valor fálico-, se puede leer entre líneas la presencia de ese indecible femenino que subsiste como un dark continet sin inscripción.
Tal vez, se puede afirmar que el feminismo es femenino cuando no lucha contra el otro, sino cuando trabaja para obtener una inscripción en el campo del Otro sabiendo que siempre habrá, respecto de lo femenino, un imposible de escribir.
Para decirlo brevemente, propongo que el feminismo es femenino cuando sabe desembrollarse con los semblantes fálicos de la cultura, pero también y necesariamente, cuando sabe arreglarse con el no-todo. Por todo esto, voto por un feminismo no-todo y por una práctica del psicoanálisis más femenina que feminista.
*Este texto corresponde a la intervención realizada en la mesa plenaria “Versiones del amor”, en las VIII Jornadas sobre Lo femenino en debate. El psicoanálisis conversa con los feminismos, el 7 y 8 de junio de 2019 en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, organizadas por Secretaría de Extensión, Cultura y Bienestar Universitario y por las cátedras Clínica de la Urgencia, Psicoanálisis: Orientación Lacaniana. Clínica y escritura, y la cátedra de Psicopatología de la carrera de Musicoterapia, a cargo de la Prof. Dra. María Inés Sotelo.
[1] Camaly, G., Los impasses de le feminidad. Goces y escrituras, Grama, Buenos Aires, 2017. Me sirvo en este texto de algunos desarrollos presentados en el libro de referencia.
[2] Drucaroff, E. ¡Que no sea una ola! Conferencia en Santiago de Chile [on line] Consultado el 2.6.2019 en http://eldiletante.net/trabajos/que-no-sea-una-ola
[3] Ibid. anterior
[4] Ibid. anterior
[5] Lacan, J., El Seminario. Libro 19. … o peor. Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 38
[6] Freud, S., El sepultamiento del complejo de Edipo (1924), Obras Completas, vol. XIX, Amorrortu, Buenos Aires, 2000, p. 185.
[7] Foucault, M., Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber, Siglo XXI, Madrid, 1998.
[8] Lacan, J., La significación del falo, Escritos 2, Buenos Aires, Paidós, 1985
[9] Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aun…, Buenos Aires, Paidós, 1985
[10] Lacan, J., Nota sobre el padre en Revista Lacaniana de Psicoanálisis n.20, publicación de la Escuela de la Orientación Lacaniana, Grama, Buenos Aires, junio de 2016.
[11] Miller, J.-A., En dirección a la adolescencia, intervención de clausura de la 3° Jornada del Institut de l’Enfant “Interpretar al niño”, 21 de marzo de 2015. Disponible en francés en http://www.lacan-universite.fr/wp-content/uploads/2015/04/en_direction_de_ladolescence-J_A-Miller-ie.pdf
[12] Ver referencias de Lacan en La significación del falo, Escritos 2, op. cit., y en El Seminario, Libro 18, De un discurso que no fuese del semblante, Paidós, Buenos Aires, 2009.
[13] Lacan es “feminista” -en el sentido aquí explicitado- y Miller redobla la apuesta lacaniana al generalizar el goce femenino y elevarlo al estatuto del goce en tanto tal (referencia a las clases de Miller en el curso del 2011 sobre el ser y el Uno, inédito en castellano y publicado recientemente en italiano por Miller, J.-A. Miller y Di Ciaccia, A., L’Uno-tutto-solo. L’orientamento lacaniano, Astrolabio, Roma, 2018).
[14] Roy, D., Quatre perspectives sur la différence sexuelle. [On line] Consultado el 2.5.2019 en http://institut-enfant.fr/2019/05/02/quatre-perspectives-sur-la-difference-sexuelle/
[15] Camaly, G., La subversión femenina, en Feminismos. Variaciones. Controversias, Colección de la Orientación Lacaniana, Grama, Buenos Aires, 2018, pp. 99-108. Retomo aquí la idea central desarrollada en el artículo citado.
[16] Laurent, É. El sujeto de la ciencia y la distinción femenina, en La clínica de lo singular frente a la epidemia de las clasificaciones. XXI Jornadas Anuales de la EOL. Colección Orientación Lacaniana. Buenos Aires, Grama, 2013.