Durante la conversación de la que participamos el sábado pasado con los residentes y concurrentes en la Escuela, durante la I Jornada Clínica Hospitales y Universidad, Agostina De Luca, concurrente del Hospital Tobar García y docente de Psicoanálisis de la Orientación Lacaniana-Clínica y Escritura en la UBA, nos recordó el intercambio entre Lacan y Jacques-Alain Miller sobre la transmisión del psicoanálisis y el lazo con la práctica hospitalaria. Difundimos a continuación la entrevista que le realizó Silvia E. Tendlarz (a quien agradecemos especialmente) a Jacques-Alain Miller en 1986, en la que él mismo relata aquel intercambio memorable con Lacan. Esta entrevista constituye una brújula que nos orienta en el lazo entre la formación analítica y lo que nos enseña la clínica de la psicosis y la práctica en el hospital.
La transmisión del psicoanálisis
P.: ¿Cómo entiende usted la transmisión del psicoanálisis en la actualidad?
J.A. Miller: Me encanta que la palabra transmisión sea vinculada con la palabra psicoanálisis. Actualmente esa vinculación parece evidente, pero en realidad no lo es. Puedo recordar cómo se inventó. Fue el tema de uno de los últimos congresos de la Escuela Freudiana de París. El Dr. Lacan quería recibir algunas ideas para ese congreso, y propuse que si él era optimista sobre el porvenir del psicoanálisis freudiano tendría que dar como título la transmisión del psicoanálisis, y si no lo era, podríamos llamarlo la tradición del psicoanálisis. Eligió la transmisión. Hay una diferencia entre transmisión y tradición. La tradición existe cuando uno no sabe lo que se transmite, cuando se hacen los mismos gestos, los mismos ritos, la misma iniciación. La palabra tradición ningún saber positivo o científico. Implica en cierto modo lo que Hursserl llamaba el olvido del origen y siempre está fundada en escritos cifrados que nadie puede leer. La transmisión es otra cosa. Tiene como idea límite la transmisión integral que hace posible la formalización. Es en ese caso que la palabra tiene su justo sentido. Al menos en la conceptualización que tenemos de Lacan. Hay que ver si el psicoanálisis merece una tradición o si es capaz de una transmisión. Hay muchos elementos de tradición en la serie de la IPA. Por el contrario del psicoanálisis, para no conservar a Freud cifrado sino para descifrarlo. Por ejemplo, para no conservar como tal la metapsicología que tomaba en cuenta el estado de las ciencias en los comienzos del siglo, la psicología o la antropología de Totem y Tabú, sino para descifrar lo que pertenece en estructura a la experiencia psicoanalítica. En ese sentido, el retorno a Freud es una condición para que el psicoanálisis puede transmitirse y no solamente continuar la iniciación de los gestos antiguos. Es optimista. Hay muchas cosas en el psicoanálisis que continúan a través de la tradición. Es eventualmente la imitación de la experiencia del más viejo, del más experimentado. En las supervisiones hay mucho de tradición. Pero, al mismo tiempo, es necesario mantener –sea como ideal, como límite, como idea de la razón como dice Kant– que tenemos siempre que tratar de hacer que los hechos del análisis sean capaces de una transmisión integral.
P.: Habitualmente, en el trabajo hospitalario, se habla de una cierta tradición que se intenta proseguir siguiendo ciertas líneas y directivas de maestros. ¿Qué piensa de esta oposición entre tradición y transmisión en la práctica hospitalaria?
J. A. Miller: Es cierto que hay una tradición médica. El elemento científico no está en el primer plano en la constitución de la medicina. La medicina existía mucho tiempo antes del discurso de la ciencia, de la cientificidad. El desarrollo de este discurso reduce el papel propio de la medicina. Esto se ve muy bien en la psiquiatría. Los que propulsan los adelantos de la medicina molecular, profetizan la desaparición de la psiquiatría. Me he entrevistado en Ornicar? 3 (edición en español) con Jean-Pierre Changeux que es el sucesor de Jacques Moreau, y en esa entrevista él lo dice claramente. La he titulado El hombre neuronal porque es una definición del hombre, no a partir del significante o de la palabra, sino a partir de la red neuronal. Después de esa entrevista él redactó un libro, que fue el de mayor éxito entre los libros científicos del año pasado, al que le puso el mismo título. Para mí fue una sorpresa el haber ayudado de ese modo a una empresa tan contraria a la mía. Al mismo tiempo, creo que hay que saber que está en marcha en la dimensión de la psiquiatría un discurso que en los últimos años ha cambiado mucho y que todavía va a cambiar mucho más. Ante los progresos extraordinarios de la biología molecular, la mayor resistencia es el psicoanálisis. En la columna vertebral de la resistencia contra el hombre neuronal está el ser hablante. En Francia esto ya se ve en el hecho de que los clásicos de la psiquiatría somos nosotros mismos, los analistas. Es totalmente cierto –como usted lo dice– que hay maestros en la psiquiatría desde los comienzos. Para esto hay que leer El nacimiento de la clínica de M. Foucault, para ver el lugar que tiene la enseñanza de un maestro con quien se aprende una clínica. En la época de formación de Lacan era lo mismo que ahora. Lacan habla de su único maestro que fue Clérambault, el inventor del automatismo mental. Y creo –es una intuición mía– que él ejerció una influencia muy grande sobre el estilo de Lacan y sobre su actitud. En una oportunidad le pregunté a Lacan por qué un hombre como él quiso ser médico, y creo que él tenía en su juventud cierta fascinación por la posición del maestro médico, esto se lee en lo que dice de Clérambault. Lacan nunca cortó su relación con la práctica hospitalaria. Durante años –a pesar de su práctica analítica creciente, y que en los últimos años fue enorme– cada semana iba al hospital Ste. Anne para evaluar casos presentados por un equipo del hospital y Lacan se detenía junto a sus alumnos durante una hora y media o dos horas, hasta el último año de su vida. Para nosotros fue una enseñanza de Lacan que no se conoce. Todo esto fue el origen de la creación de la sección clínica. En los años ’70 la presentación comenzó a ser quincenal pues la otra semana nos reuníamos (10 como máximo) para comentar el trabajo de la semana anterior. Después de ese trabajo regular de dos o tres años, decidimos que para adelantar las cosas era necesario enseñar a hacerlo para otros analistas. Fue así que se reunió a un grupo de cuarenta personas a las que se les propuso un grupo de enseñanza clínica en el hospital. Con ese pequeño grupo se creó la actual sección clínica, que reúne cada año cuatrocientos participantes o más (entre los cuales se cuentan numerosas personas de la provincia y muchos extranjeros). La sección clínica nació en una conexión del departamento de psicoanálisis con el hospital, y actualmente la sección clínica está presente en siete de las instituciones hospitalarias de París. El próximo año vamos a abrir una nueva unidad clínica dedicada a lo psicosomático. Es decir, el hospital está en el origen y es el pivote de la sección clínica. Existieron muchos malentendidos en sus comienzos. Por ejemplo, la presentación clínica de casos de Lacan fue criticada por Maud Mannoni, que creía que esa práctica era contradictoria con la del psicoanálisis. Lacan le respondió enérgicamente que sus rugidos no le iban a impedir continuar haciendo lo que hizo durante años. A partir de esa crítica, hice una intervención en un congreso de la Escuela Freudiana de París sobre la enseñanza de la presentación de enfermos de Lacan, a la cual él había dado públicamente su aprobación. Así creo que el hospital –aun siendo un lugar distinto de una escuela psicoanalítica o a la universidad– puede tener un lugar importante en la elaboración de la clínica psicoanalítica.
P.: ¿Cuál sería la especificidad de la transmisión del psicoanálisis en el hospital?
J. A. Miller: Me parece evidente que el hospital no es una escuela de psicoanálisis, porque por otra parte me parece necesario para quien quiere autorizarse a analizar, tener la experiencia hospitalaria del enfermo psicótico. Es necesario tanto para la teoría como para la práctica conocer la especificidad de la neurosis. No hay que olvidar que la distinción previa al análisis entre neurosis y psicosis es un requisito fundamental en el sentido lacaniano. Para Lacan las estructuras clínicas existen como tales y hay que poder establecer los elementos de un diagnóstico. No hay que retroceder ante el diagnóstico. En segundo lugar, sea como fuere la gravedad del caso, nunca hay que olvidar que el psicótico también es un sujeto. Eso fue muy discutido aquí. Se planteaba si el autista es un sujeto. Mi posición es que a pesar de no parecer un ser hablante, es un sujeto pues existe el hablanteser, es decir, no se trata de alguien que efectivamente habla, sino de alguien determinado por el lenguaje y eventualmente por el lenguaje de los otros. El autismo puede ser considerado como una solución a lo que le fue planteado al sujeto por el discurso del Otro. Por otro lado, la famosa escucha analítica tiene su lugar con los psicóticos. Hay que ver lo que Freud obtuvo del caso Schreber a través de su texto. Las estructuras freudianas en la psicosis pertenecen al campo del lenguaje. Por último diría que hay que respetar al paciente. Para eso no es necesario ser lacaniano o freudiano sino el poder conservar para otro ser humano el respeto fundamental que merece en cada caso.
Entrevista de Silvia Elena Tendlarz
Publicado en Malentendido N°1, Buenos Aires, Argentina, 1986