Escrito en caliente después del debate de TF1
Dejaré que vengan los pensamientos que van a surgir, para transcribirlos con la menor censura posible. Principio de la pseudo-“escritura automática” de André Breton. Hacer en cierto modo Los campos magnéticos del comentario político. Breton, después de Paulhan ayer, Sollers va a pensar que soy un retrógrado. Hará falta que hable también de él para volver a gustarle. Él afirma en su reciente Contraataque que le lleva 30 o 40 años de adelanto a todo el mundo. Es posible. Pero lo echamos en falta en el combate actual. Su título está tomado de Bataille, del que siempre habla de forma muy pertinente.
Psicología del espectador
He visto el debate desde el minuto 45, en el momento en el que la palabra pasaba de MLP a Hamon sobre la mayoría de edad penal. Mi opinión se ha cristalizado en el momento de la discusión sobre la VIª República y la Vª. He desconectado cuando comenzaba el capítulo sobre el planeta y el medio ambiente. A partir de ahí, me he cansado y he seguido las cosas con menos atención cada vez, aunque de vez en cuando me atrapaba una réplica, un enfrentamiento. He vuelto a estar atento durante el final. La publicidad estaba para recordar, al buen entendedor pocas palabras bastan, que el espectáculo ofrecido tenía también como objetivo ocuparnos el espacio y el tiempo de cerebro en beneficio del consumo. ¿Cuál? Es un consumo del que somos, nosotros, los alimentos, los consumidos –los cons sumidos, convocados- por los “Grandes Grupos”, como dice la vox populi, al menos la del pueblo de izquierdas. Los GeGes constituyen “el Otro malvado” de la izquierda actual, bastante más que MLP. Voy a ponerle, a ésta, la letra W, como Valkiria. ¿Cómo se diría un “pueblo de izquierdas” en latín? Sería sin duda (consultar a un latinista a través de mi amiga Rose-Marie) Populus sinister. No muy alentador. La lengua es reaccionaria –e incluso fascista, decía Barthes. En latín al menos, eso parece verdad, al menos para un hablante francés. ¡Qué raro resulta!
Admiración
Ante este debate, éste ha sido mi primer afecto, completamente inesperado para mí. Sí, he admirado a estos Cuatro + Una. Ni un lapsus durante tres horas (es lo que me ha parecido al menos). ¿Qué vemos? Que las maquilladoras de TF1 trabajan bien: todos están guapos, o al menos más guapos que de costumbre. Señores elegantes, bien peinados, muy pulcros. Ni rastro de ese sudor del pueblo que se haga notar, al menos en el significado, desde que Poutou aparece, sobre todo porque no habla de otra cosa, y es el único en defender esa causa. ¿Pero el proletario quiere verse representado por otro proletario? Es improbable. Nota bene: omito aquí una digresión sobre Alain Krivine, Trotski y Lenin, demasiado lateral en relación al tema.
Ropa usada y bribones (NT1)
Tres de los políticos (y el moderador) llevan un traje azul y corbata lisa también azul (¿tienen los mismos comunicadores?), mientras que destaca el rojo del nudo de la corbata de Mélenchon en su chaqueta negra. Él no mete su bandera en el bolsillo, sino que la pone (como recomendaba Mao) en torno a su cuello. Por su atuendo, W ha sido mejor aconsejada que Hillary: estilo sobrio, bien vestida, nada despeinada. La Valkiria una vez aterrizada se mezcla con la gente bien sin desentonar. ¿También es tan educada cuándo se va a Viena para los valses en el baile de los neonazis? Y ahí, no hay cámaras. Mi intención tiende a la ironía, aunque he admirado a los cuatro más una. Se expresan en un francés impecable, nunca se atrancan ni farfullan, están superiormente preparados, informados, habituados, en resumen: grandes profesionales. ¿Quién les instruye tan bien? El medio televisivo (¡Ah!, ¡Qué expresión!) obliga a ser mesurado, suave, tolerante. Lo saben: Lo son. No creo haber asistido nunca a una discusión tan controlada. TF1 ha hecho muy bien las cosas. Y la realización es óptima: cuando se evocan ciertos temas que han saltado a los titulares de la crónica judicial, plano de Fillon, estoico. ¿Habría rojos en TF1? Respecto a esto, subrayo que Fillon no parece mejor vestido que Hamon, que compra sin embargo sus ternos en tiendas de ocasión. Solo que, en diez años, el traje de la casa Arnys seguirá estando impecable, cuando la ropa usada de Hamon esté ya bien arrugada, si todavía existe. Pero es verdad que tendrá la satisfacción de no ser un bribón. Aquí recaigo en la ironía. ¡Qué trillado!
Franceses y americanos
Mi admiración por los cuatro más una ha sido sin embargo por el momento pura, franca y total. Me decía al escucharles: Aquí está lo que puede la escuela de la República. Cuando funciona, diría que no tiene igual en el mundo. He seguido en directo todos los debates de las recientes primarias republicanas en Estados Unidos, las que han visto el triunfo de Trump. He admirado la energía de los candidatos, su garra, pero no eran muy refinados, hay que decirlo. Combates de boxeo, y no esos de un Ray Sugar Robinson antiguamente, ni siquiera de Mohammed Ali, modelo de Hamon: pesado, sangrante. Sus intenciones eran tanto afirmaciones de raw power –el diccionario Reverso lo traduce como “potencia bruta”. ¿Qué puede pensar un americano que vea el debate de esta noche? Un elector de Trump confirmará, sin ninguna duda, la tesis, muy extendida en los States y en todos los medios, de que los franceses son todos unas nenazas, por no decir unos maricones. Hay que decir que nuestros amigos americanos se han visto muy marcados por el desastre de 1940. Para ellos, nosotros somos un pueblo de losers pretenciosos y afeminados, a los que ellos han tenido que rescatar dos veces en el siglo pasado. No tienen ni idea de la idea que nosotros nos hacíamos de la gloria histórica de Francia, Luis XIV, la Revolución, Napoleón, etc. Es cierto que ya hace un poco de eso, y sobre todo para los ciudadanos de un país donde un edificio que tiene diez o veinte años es ya una antigüedad. La temporalidad no está en absoluto estructurada de la misma manera en ellos que en nosotros. Resultado: Francia mira siempre atrás, es muy albatros, “sus alas de gigante le impiden avanzar” (NT 2), mientras que los americanos pies ligeros corren como locos, como ratas en el laberinto. Cuando se manifiestan en New York, lo he visto, no es en la calzada. Se mantienen tranquilamente en las aceras, detrás de pequeñas barreras de plástico, y agitan pequeñas pancartas poniendo mucha atención en no hacer demasiado ruido. Existe una paradoja. El pueblo americano, tan fuerte, tan intratable, tan seguro de sí mismo y dominador, es al mismo tiempo de una increíble docilidad. Allí se despide a multitudes a diestro y siniestro, sin que eso ofrezca la menor duda. Pero finalmente eso da Trump como resultado. ¿Y los franceses? Se ven llevados al abatimiento. Se deprimen. Su “autoestima” ya no es la que era antiguamente. Por nada del mundo habrían practicado en el suelo de la más hermosa de las patrias esa política de tierra quemada que los rusos supieron llevar a cabo contra el Gran Ejército, que Churchill se prometía infligir “al boche” o “al Hun”, como él decía, si fuese a poner el pie en Gran Bretaña. Y bien, esos franceses de mierda, por así decirlo, son también el pueblo menos dócil de la tierra, gruñón, desobediente, inquieto, a menudo contestatario y rebelde, y si se insiste, revolucionario. Pero esta noche, era el pueblo de la conversación celebrado por un David Hume lo que hemos visto. Fumaroli ha escrito un bonito artículo sobre el tema (en Trois institutions littéraires, Gallimard). Existe también una italiana que ha abordado con conocimiento de causa la conversación en Francia. El debate de esta noche ha dado una imagen verdaderamente digna de los franceses como pueblo “conversacional”.
Caballo loco
Chirac ha gobernado asustado, con miedo ante un imprevisible golpe popular que tuviera éxito. Acordaos siempre, decía -creo, por verificar- que los franceses han cortado el cuello de ese Roy que un Patrick Buisson llora todavía. 21 de enero de 1793, el gran año. ¡Qué hallazgo, que Witz el de haber ido a buscar el obelisco de Luxor para erigirlo en París en el mismo lugar en el que funcionaba la guillotina! Y haber bautizado la plaza de la Revolución ¡plaza de la Concordia! Existía el ingenio en los tiempos del Directorio (NT 4). Bajo los adoquines la playa. Bajo el obelisco, la guillotina. Bajo la Concordia, la guerra civil. Ese viejo pícaro de Chirac, tan querido hoy en día, se tomaba eso en serio, de ahí su arte de no hacer nada. Pasó su miedo a la plebe a Sarkozy, que durante todo su quinquenio frenó las impaciencias de su primer ministro. Habiendo desmontado por fin a su jinete, a Fillon no lo para nadie. Con el tono un poco hastiado de dandy a la Balladur, desarrolla tranquilamente un programa antipopular para poner a Francia a sangre y fuego. Tiene el arte, lo sabemos, de engañar a la gente: con su falso aspecto de Droopy, es un colérico. Elegido presidente, se distinguiría por su señalada imprudencia, de todos sus predecesores de la derecha, sin excepción, en la Presidencia de la Vª (República). Vosotros, que queréis la Revolución, ¡no votéis a Mélenchon, votad a Fillon! Me gusta mucho escuchar a alguien deconstruirlo muriéndose de rabia, he nombrado a Henri Guaino. Si él hubiera estado ahí esa noche, este protestón inspirado, si la “ley del corazón”, que Sarko había domesticado anteriormente para aprovechar su elocuencia, habría sido necesario colgarse de la lámpara. Nada que ver con los melindres que Mélenchon prodiga enseguida, cada vez que ha lanzado una maldad que ha funcionado bien en el plató. Como no tienen nada que ver con una insurrección las “insurrecciones ciudadanas” de la Francia insumisa. Y encima, ¡qué nombre! Esto me hace pensar en el libro de Simone Bertière, Marie-Antoinette l’insoumise. Y también en el título de la obra de Sartre, La puta respetuosa. Las rebeliones de nuestros insumisos son en efecto respetuosas, se declaran a la Prefectura de Policía, y se respetan las reglas. No tengo nada contra esto, pero ¿por qué llamar “insurrección” a estos paseos de salud? –si no es para desviar un significante de su uso establecido, tanto lingüístico como histórico, a fin de hacer creer lo que no es, de engañar a su prójimo, dirían los no-engañados del Club, y aprovecharse indebidamente de una plusvalía hurtada a las auténticas revueltas y revoluciones populares. Intentaré conseguir el libro de Richard Cobb, The people and the Police, que va, si recuerdo bien, desde 1789 hasta la Restauración, y ese de ya no sé quien sobre The mob durante la Revolución francesa.
El genio de la valkiria
Solo queda que, siendo francés, he disfrutado de este debate sobre un plano, digamos, estético. Placentera diversidad del plató: el tono pausado, incluso un poco monótono, de Fillon; la vivacidad de Macron; el estilo elocuente de Hamon; y finalmente, los empujones del padre Méluche, rudo pero bondadoso a la vez, que ha vivido mucho, y a quien no se la juegan, que dice las cosas como son aunque eso moleste. ¡Adorable insumiso! ¿Y W? ¡Ah! ¡Cómo querría decir que fue execrable! Pero la verdad me obliga a reconocerle un talento de alta escuela. Incluso ha sabido comunicarle al público una significación de oximórica que yo expresaría de forma aproximada hablando de “xenofobia con rostro humano”. Muy, muy fuerte. Esta noche ha acabado por convencerme de que hay genialidad en esta mujer. Lo he percibido desde que ella comenzó con la reingeniería de la pequeña empresa paterna para convertirla en una máquina apta para conquistar el poder, a lo que Jean-Marie, el pobre, no había aspirado nunca. “Confort del demoniol” decía muy bien Mélenchon. El padre Le Pen hacía frente incluso a cualquier triunfo accidental meditando y lanzando cada cierto tiempo una pequeña bomba fétida. Los gritos que provocaba le reaseguraban: no era mañana la víspera que reuniría a la mayoría del electorado. W, en cambio, diría casi que lo merecería. Creo haber reconocido anteriormente en una pequeña nota que me había solicitado Le Point, su despegue. Con mano firme, con una mirada segura, ella ha llevado a su recua hasta las inmediaciones del poder, mientras que el Partido Socialista, nuevo héautontimoruménos, se devoraba a sí mismo con apetito: “¡Yo soy la herida y el cuchillo! (…) ¡Y la víctima y el verdugo!” (NT3). Mientras tanto, el Partido Comunista se moría de languidez, y l’affectio societatis se disipaba en la UMP. Es necesario saber no despreciar a los adversarios, e incluso enemigos, para medir y conocer con exactitud la fuerza a la que se combate. Por lo que diré muy sencillamente que la Sra. Marine Le Pen ha demostrado una vez más esta noche que es una gran mujer política, muy superior a lo que la izquierda y la derecha tienen actualmente disponible. No es que ella haya dominado a sus interlocutores. Nadie ha dominado a nadie. Todos han hecho el mismo juego, lo que era muy hermoso, desde cierto punto de vista. Así pues, ¿quién ha ganado? Ella, indudablemente. Nos ha mostrado al monstruo con rostro humano. Una vieja amiga mía, Agnès Aflalo, ha escrito esto para Lacan Quotidien (lacanquotidien.fr): “La pulsión de muerte disfrazada de buena madre”. No se podría decir mejor. Disculpad las faltas del autor.
Quizás continuará…
Traducción: Fe Lacruz
NT 1: En el original, Fripes et fripons. La ironía propiciada por la homofonía se pierde con la traducción.
NT 2: Verso del poema “El albatros”, perteneciente a Las flores del mal, de Ch.Baudelaire
NT 3: Versos del poema “El héautontimoruménos” -el que se castiga a sí mismo- de la obra citada.
NT 4: Directorio. Penúltima forma de Gobierno (1.795-1.799) adoptada por la Primera República francesa.