Filosos y sutiles, son, seguramente, estos cuentos. Cada uno cincelado como un cristal que se condensa alrededor de un encuentro imposible y/o fatal. Cualquiera que sea el lugar del encuentro, cualquiera sea la causa, sean quienes sean los protagonistas, la atmósfera es siempre furiosamente porteña: tango de vida, tango de muerte, parejas de baile que, sin saberlo, se juegan su destino sobre la pista de una extraña milonga.
¿Metáfora demasiado fácil hecha al hilo del cuento “Demasiado rojo” que da título a la obra, en el que se ven las siluetas de Beltrán el blanco y de Gardela la roja “se enlazaron en un dúo de figuras que se deslizaban, giraban, se arrastraban y se detenían de súbito, como suspendidas al borde de un abismo”? Abandonará pronto esta opinión cuando vea aparecer sobre la página blanca a un valiente trabajador acompañado de su muerte (“Día de gracia”), a Adelina la sordomuda insaciable y su atiborradora madre, a otra madre y su hijo en su ritual nocturno, al trío de espectros de la playa: Leo, Ramón y Alicia, continuando con el señor y la señora Swinnerton yendo, al unísono, una hacia su soñado refugio parisino, el otro hacia la masacre que concluye su misión de la ONU; con el adolescente enamorado y la joven enferma, con el soldado americano y la Viêt-Cong que le apunta a la cara, con el soñador y la niña de su sueño, con Alberto el pintor de soldados de plomo y con Agua Negra, el indio de los ojos de halcón.
Dos cuentos rompen la venenosa armonía de esos cuartetos -los dos bailarines, la muerte y el lector- que dirige el maestro Gustavo con su despierta pluma. El primero, en el centro de la obra, lleva un título muy evocador para nosotros “Los nombres del padre” con una dedicatoria evocadora a su vez -“para J.A.”. Decimos sin rodeos: es una lección de vida. A quién quiera saber lo que Jacques Lacan inventó con ese nombre, no dude abrir “Demasiado rojo”, aprenderá cómo es posible para quién comienza su carrera encarnando “la mancha en todos los cuadros” sustituirla por otras marcas de su encuentro con las voces, que encarnadas, entran en juego. Pero eso ya es decir demasiado…
El último cuento “El alma de las bicicletas” es una pequeña joya de ficción post-apocalíptica. El mundo no es mas que ruinas en el que deambulan bandas de humanos peligrosos y sanguinarios. Como dice uno de los tres héroes: “Todo se acabó el día en que a alguien se le ocurrió que el hombre piensa con el cerebro”. Sospechábamos que era una arma temible, y aquí, en los ojos de Garibaldi, Tecno y Poe descubrimos sus estragos, en estos tres hombres, que a pesar de estar, podríamos decir, atrapados, no olvidan su cometido de hombre.
El mar, significante solitario que Poe el poeta hace sonar y tres bicicletas, milagrosamente salvadas por Tecno de la catástrofe planetaria, les permitirá recobrar humildemente, un trocito de un mundo que se mueve: porque el hombre piensa con los pies. ¡Veredicto lacaniano que no hay que olvidar! Y ahí están, volando y después andando. “¿El mar será de fuego o de hielo?”: igual que nosotros, lo ignoran. “Garibaldi no sabe que responder y apura el paso”.
Nosotros, también apuramos el paso.
Notas
1 Dessal G., Trop Rouge, Arles, Actes Sud, 2016, traduit par Anne Goalabré
Traducción de Maricruz Alba.