Reseña de la Gran Conversación de la Escuela Una desarrollada en París el 30 de abril de 2010 El no-todo del pase Manuel Fernández blanco Contamos con el texto que recoge las intervenciones realizadas en el curso de la Gran Conversación, producto de la desgrabación realizada por el presidente de la AMP, Leonardo Gorostiza. Son en total 48 intervenciones, si exceptuamos las que realiza el presidente de la AMP en su labor de animador y moderador de la Conversación. Si bien en la Gran Conversación han participado miembros de todas las Escuelas que conforman la AMP, 34 de las 48 intervenciones han sido realizadas por miembros de la EOL y de la ECF casi a partes iguales. El eje fundamental de la Gran Conversación lo ha constituido el debate sobre la actualidad del pase. Este debate venía precedido por la exposición de los ocho nuevos AE en el Congreso de la AMP. El modo de presentación de estos testimonios ya constituyó una novedad. Como menciona Fabián Naparstek en su intervención en la Conversación: “Hace muchos años se apagaban las luces y se hablaba diez minutos”. De algún modo, entendíamos que el testimonio (precedido de la nominación del jurado del pase) suponía un “nada más que añadir”, al menos sobre el testimonio mismo. Esto no dejaba de tener, a mi juicio, algo de la estructura de la palabra revelada y, como subraya Jean-Pierre Klotz en la Conversación citando a Jacques-Alain Miller, inducía un efecto de
starización del AE. En nuestro último Congreso, los testimonios han sido objeto de discusión lo que introduce una lógica nueva, una desacralización del testimonio, lo que no deja de ser una buena noticia si tomamos en cuenta el lapsus de la traductora (“Iglesia” por “Escuela”), mencionado en varias ocasiones a lo largo de la Conversación. En este sentido, Mauricio Tarrab nos recuerda en una de sus intervenciones que “La Escuela debe dejar de ser el público…. y hacer algo con eso”. Si bien el nuevo presidente de la AMP, Leonardo Gorostiza, propuso introducir otros temas al debate, especialmente, el de la relación transferencial y la posible fricción entre la Escuela Una y Las Escuelas, la Gran Conversación giró en torno a la actualidad del pase y la renovación de su experiencia. Leonardo Gorostiza comenzó retomando la propuesta de Aurelie Pfauwadel quien planteaba, en su texto “De la souplesse…”, la necesidad de la refundación regular del pase introduciendo la “liviandad” en las modalidades de transmisión. Lucíola Macedo, por su parte, destaca una cierta “desvalorización” que concierne al punto de precariedad relativo al fin de análisis en la última enseñanza de Lacan. Tania Coelho hace también un llamado a una refundación del pase que alcance al dispositivo mismo y nos propone “pensar entonces en la posibilidad de otros dispositivos de verificación del final de análisis”. Otro eje de la discusión sobre el pase, introducido por Samuel Basz, se desarrolló en torno a la enseñanza que se puede obtener de los testimonios. Esta enseñanza sería, para Carlo Vigano, el resultado del entrecruzamiento de la enseñanza que realiza el propio AE, con la que debe realizar el jurado del pase. Pierre-Gilles Guéguen distingue, en el pase, un efecto de interpretación y un efecto de enseñanza. La interpretación es a la Escuela y Guéguen sitúa esta interpretación como el efecto fundamental del pase, además de la enseñanza que se puede extraer. Se me ocurre añadir que si la enseñanza puede ser programada (espacios sobre el pase…), la interpretación es lo incalculable de esa enseñanza. En este sentido Romildo do Rêgo Barros se hace la pregunta por si hay continuidad entre testimonio y enseñanza y Philippe La Sagna nos recuerda la diferencia entre “la enseñanza” en el sentido académico y “lo enseñante” de un testimonio. La enseñanza, en este sentido académico, podría constituir un obstáculo a “ser enseñado por el psicoanálisis”. Para Rose-Paul Vinciguerra toda enseñanza digna de ese nombre nace del intento de esclarecimiento de uno mismo. En este sentido Antoni Vicens se remite a su experiencia como AE para decir que su testimonio es solamente el lugar, el sostén subjetivo, del lugar de enunciación de su enseñanza. Para Anne Lysy, lo que pasa no es la narración, es la enunciación entre líneas (orales o escritas). Por eso no hay garantía de lo que pasa que, por definición, se sale de la repetición. Patrick Monribot sitúa el verdadero problema en “no repetirse como un disco”. Su fórmula es la “liviandad con puntuaciones sin nada obligatorio”. Sobre este punto de la posible repetición en el testimonio Céline Menghi rescata de su experiencia como AE que nunca termina de pasar algo: “Se estrecha un punto que deviene crucial pero no se pasa solo por ese punto sino por puntos diversos”. Otro de los ejes de la discusión sobre el pase lo inauguró Juan Carlos Indart con su propuesta de “hacer vecindad”. Entiende esto como la comunicación entre dos conjuntos abiertos, abriendo la discusión sobre el pase y los testimonios a los “vecinos” no-miembros de las Escuelas. Esto introduce en el debate la cuestión de hasta dónde transmitir el pase. En este sentido, Silvia Macri advierte sobre los posibles riesgos de una difusión no calculada. Mención especial merece la intervención de Jacques-Alain Miller y su efecto de interpretación. Miller definió a la Escuela Una como caprichosa y variable en sus pasiones, en función del agalma del momento. Así ha pasado de la pasión por el CPCT y el psicoanálisis aplicado a la pasión por el pase. Miller advierte sobre el riesgo de “hacer con el psicoanálisis puro la mismo que hemos llegado a hacer con el psicoanálisis aplicado”. Se trata de no caer en una desviación respecto al pase similar a la que tuvo lugar con el psicoanálisis aplicado. Nos señala que “el pase no es el todo del psicoanálisis. Hay análisis bien terminados que no dan lugar a nominaciones. Se necesita una cierta contingencia que permita una nominación. No debemos hacer del pase el alfa y el omega del psicoanálisis…” Miller propone conservar el pase en su carácter de “plato exquisito”. Nos advierte así contra la bulimia de pase. Posteriormente, Judith Miller plantea su propuesta de constituir bibliotecas de la Federación Internacional de Bibliotecas de Orientación Lacaniana tanto en la NEL como en la NLS para favorecer el trabajo de extensión del psicoanálisis. En ese momento, Leonardo Gorostiza nos recordó que la Conversación se desplazó hacia el lado del pase y advirtió sobre la posible paradoja de que la Escuela Una, creada para descompletar y para ir contra los efectos masivos de identificación, se convirtiera en una masa con el pase como significante amo de la identificación. Para evitar eso, Jorge Chamorro propone regular el agalma por medio de una política activa del Consejo de la AMP y de los Consejos de las Escuelas, y Sandra Gronstein señala que la función de la Escuela Una de descompletar a la Escuelas solo se cumplirá si no se configura como una comisión, “como un agrupamiento más con tareas previstas”. Piedad Spurrier destacó el importante papel de la Escuela Una en la NEL en la que, debido a la dispersión geográfica, las sedes tienden a estar cerradas sobre sí mismas, otorgándole a la Escuela Una la función de contrariar esta tendencia y Oscar Zack señala el riesgo de ritualización en la Escuela Una, si se limita a fundarse y disolverse cada dos años y reduce su trabajo al que realiza el Comité de Acción. El
Journal puede constituir, en este sentido, un instrumento de “relación fecunda” con las Escuelas y sus debates. Sería un modo de hacer existir la Escuela Una, una escuela sin burocracia, “la más congruente con el discurso analítico”. Gil Caroz, por su parte, subraya la imposibilidad de reducir a cero los efectos de masa en la Escuela Una y plantea que “no debemos hacer demasiados esfuerzos en hacerla existir a partir del momento en que promete continuar siendo caprichosa”. Añadiríamos que su capricho no es tanto que le impida rectificar su orientación para mejor servir al psicoanálisis. Una buena prueba de ello es el debate sostenido en esta Conversación. Tras someter a aprobación la refundación de la Escuela Una hasta Buenos Aires 2012, el presidente de la AMP, Leonardo Gorostiza, dio por finalizada la Gran Conversación.
Return ________________________________________________________________________________________________________________ Una cosa che ispira Céline Menghi Ci sono occasioni, contingenze, letture, come la lettura del Seminario di Lacan, che muovono pensieri, riflessioni, emozioni e anche il penoso sentimento che di lì in poi tutto ciò che si dirà sembrerà ripetizione e ciò che capiremo sarà solo all’altezza del punto in cui siamo, non di più. Tale movimento è fonte d’ispirazione. Come diceva Mahler, è l’ispirazione che ci compone, non siamo noi che componiamo, o, come diceva Poe, l’ispirazione non discende dallo Spirito Santo in un furore irrazionale ma fa muovere dei passi nella logica. Lacan de
La lettera rubata insegna. Nella Grande Conversazione della Scuola Una si sono alternati propositi o dichiarazioni dai toni assertivi o dal sapore di lavoro in corso, ma anche interrogativi. Non è mancato il silenzio là dove attendevo parole, mi è montato l’umore triste, un sentimento di solitudine, ho detto qualcosa che forse a causa del mio tremolante spagnolo – e della solita emozione – non è stato riportato: una storia di cerchi concentrici che stringono su un punto e che non è ripetizione. Nell’après-coup, comunque, la Grande Conversazione ha composto, mi ha composta, facendomi fare dei passi ancora nella logica del non-tutto. Come si dice a Roma, l’AE e la
passe sono stati “rivoltati come pedalini”. Ben venga! M’ispira! Mi sono detta, dopo. Mi ha ispirato la rabbia, dopo l’umore triste, la libertà, dopo la prigione del silenzio e della solitudine, la comicità, dopo l’incastro serioso in cui mi ero ficcata. Rabbia, libertà, comicità contro umore triste, prigione, incastro. JAM ha parlato di una musica, troppo dolce, venuta al posto della passione che aveva caratterizzato il precedente Congresso: una
fausse note, una nota falsa. Ha parlato di contagio isterico, di godimento delle testimonianze dell’AE e ha messo in guardia dal precipitare nel troppo invitandoci, mi viene da dire, all’etica della temperanza al fine di conservare la
passe come piatto squisito,
plat exquis. Del resto, è anche intorno al
medèn agan che ruota il seminario da lui tenuto quest’anno. Ha rimesso al suo giusto posto l’
agalma della
passe, facendo intendere che esso non è nell’enfasi data alla moda del momento: una volta il CPCT, ora la
passe e domani chissà, ognuno cavalcando ciò che più gli aggrada o tacendo l’una cosa e l’altra. I piatti squisiti, per una sobrietà il cui fine non è sempre quello di mantenere in sospeso l’acquolina in bocca ma piuttosto di evitare tal disturbo di stomaco o tal’altra intolleranza, rischiano di venir conservati talmente bene da finire dimenticati in un anfratto del frigorifero finché sono da buttare. C’è un tipo di sobrietà, però, che permette di degustare la presunta squisitezza senza fare indigestione, spartendola con dei commensali con cui commentarne la cottura, il condimento e verificare l’estro del cuoco o l’insipidezza della pietanza stessa e del cuoco che l’ha cucinata. La squisitezza potrà rivelarsi anche indigesta, è l’auspicabile rischio da correre per un AE e per una Scuola. Il rischio non riguarda solo il degustatore ma anche il cuoco. Il cuoco, quando si tratta di un AE, è nella doppia posizione di cuoco e di degustatore. In quanto cuoco, fa il suo lavoro, si presenta con il suo sapore alla giuria del cartello della
passe e poi si presenta ai membri della scuola. In quanto degustatore, proprio perché si è presentato prima in quanto cuoco, gli effetti della degustazione ricadono anche sopra di lui in forma d’interpretazione, interpretazione che gli tocca di degustare, indigesta o meno che sia, e di cui ha da farsi carico. Il desiderio ha un prezzo. Rabbia, libertà e comicità sono i tre ingredienti recuperati e poi mescolati e degustati nel luogo privilegiato, intimo, e al contempo così aperto, che configura il dispositivo del cartello. A sorpresa, nell’ultima riunione prima delle vacanze, è decantato qualcosa di agalmatico che ha assunto valore d’interpretazione per ciascuno dei membri che lo compongono: “Ecco, questa è la scuola! La scuola è qui, questa sera, è il lavoro che stiamo facendo e che ci mancava. Finalmente!”. Uno dei membri, AE appena scaduto anzi tempo, è stato sorpreso, come gli altri, dall’agalma del desiderio che si faceva interpretazione in una sorta di rimando dove l’interpretazione di ciascuno è per ciascuno altro. Il cartello ha funzionato da cucina per tutti. L’aver detto: “Ecco, questa è la scuola!” rimandava alla Scuola Una, quella del cartello e della
passe, al di là delle fragilità della pluralità delle scuole. L’AE testimonia, l’AE parla, l’AE scrive, l’AE si ripete, l’AE riflette, l’AE interroga, l’AE non si ripete ma affina, l’AE affonda, l’AE fa riferimento. In questi tre anni, mi sono chiesta: che cosa è mai un AE? Mi sono chiesta: che
cosa sono. Più mi allontanavo dalla certezza dell’atto che mi ha condotta davanti ai
passeur, meno lo sapevo e più ho visto – e guardo – l’inconsistenza di qualcosa cui non si può dare altro nome che
cosa, nel senso di oggetto: cosa che evoca, si sposta, mi sposta, si fa scrittura, tentenna, dispera e muove al desiderio. Se guardo alla tristezza o al cattivo umore che la Grande Conversazione ha mosso in me, oggi questa
cosa ispira il comico e il non-troppo, fili rossi di una psicoanalisi pura per una psicoanalisi applicata.
Return ________________________________________________________________________________________________________________ O testemunho e o ato da enunciação Jésus Santiago Na Grande Conversação que teve lugar, durante o último Congresso da AMP, em abril de 2010, o testemunho do AE desempenhou um papel de protoganista de nossas discussões institucionais. Interrogou-se, assim, sobre a inclusão do escrito nos testemunhos, a necessária distinção entre o testemunho e a enunciação, a redução de sua duração, fazendo-o variar para outros estilos do AE tratar as causas reais de sua intimidade. Pareceu-me também crucial o questionamento acerca da incidência efetiva do testemunho no ensino, visto que, para além de seu efeito sobre a lógica da cura, há o intuito de ele interpretar a Escola em sua política de formação do analista. Na Conversação sobre o Passe[1], ocorrida, em Paris, dois meses antes, sob a direção de J.-A. Miller, conjecturou-se que na época em que Outro não existe há uma “sede do testemunho”. Ao lançar um olhar sobre os acontecimentos da contemporaneidade, depara-se com a massa infindável dos testemunhos. Se a contemporaneidade é sempre obscura e marcada pela opacidade de seus eventos marcantes, portanto, “todo mundo quer testemunhar”[2] . Proponho que o testemunho, nos dias de hoje, desempenha a mesma função que o comitê de ética, tal como se verifica com relação aos sintomas contemporâneos em que proliferam, os auto-relatos, particularmente, no caso do autismo e da anorexia. A sede do testemunho, nesses exemplos, revela um gosto pelo particular do sintoma, sinal da sua reação às tentativas de padronização por intermédio da linguagem universal expressa pelo DSM.
Arquivo e testemunho Para além da diversidade dos aspectos que envolvem tais questionamentos, considero decisivo destacar que o que está em jogo, neles, é a natureza e o valor próprio do testemunho entre nós. Nem é preciso retornar as razões pelas quais Lacan foi levado a adotar o procedimento do testemunho na experiência do passe como uma componente que lhe é fundamental. Ressalto, no entanto, que a atual perspectiva do passe, centrada na questão da verdade, por oposição aquela que enfatiza a vertente do saber – distinção que já faz algum tempo vem sendo discutida, por J.-A. Miller, reforça e aprofunda, ainda mais, esse emprego do testemunho nos seus dispositivos[3]. Constata-se, assim, que os primórdios da experiência do passe concernem o propósito de uma elaboração de saber com intuitos e características de um trabalho de arquivo, expresso, nos termos de J. Lacan, pela “acumulação da experiência, sua coleta e sua elaboração, uma seriação de sua variedade uma notação de seus graus”[4].
Se, no passe calcado na via do saber, o testemunho surge, à luz da dimensão do arquivo, no passe verdade o seu uso intensifica-se e radicaliza-se segunda uma outra perspectiva. A força e o alcance, deste último, exprime-se menos pela demonstração de saber do que pela narrativa que torna possível apurar uma experiência de satisfação. Como se pode prever o modo como a narrativa se conjuga com o campo da enunciação que envolve uma tal experiência, é o aspecto decisivo. Questiona-se de que modo o testemunho veicula a satisfação que advém, no final de análise, como expressão da depuração do fator libidinal no funcionamento do sintoma, ocasionada pela comprovação da inoperância do princípio de que tornar interpretável o seu sentido favoreceria a sua resolução.
Caráter lacunar do testemunho Portanto, o testemunho reaparece, aqui, em função de que o elemento intratável do sintoma é signo da generalização da economia substitutiva do gozo na medida em que não há, para ele, uma codificação programável da existência da relação sexual. Se o funcionamento da economia libidinal é sempre de natureza substitutiva, não há, por consequência, um final de tratamento que se confunda com uma trajetória normalizada que culminaria num desfecho inexorável. Definitivamente, o tempo da análise não se detém no transcurso típico que, por si só, encaminharia o psicanalisante para um fim único e inevitável. Testemunhar o final de análise supõe captar os efeitos de verdade de uma invenção que se institui como uma experiência de satisfação, não apenas singular, mas essencialmente contingencial, visto que pode ou não pode extrair-se como resto da vertente intratável do sintoma, como o que conviria à relação sexual que não existe. Por outro lado, se o testemunho se deduz desses efeitos de verdade que se apresentam como resto da experiência, Lacan precisa que, nesse caso, eles se qualificam como mentirosos. São mentirosos porque referidos à experiência de satisfação, se ancoram nos fragmentos de um saber que rateia, devido a própria existência da não relação e, portanto, efeitos que se mostram insuficientes para narrar a história integral e verdadeira da experiência de passagem de analisante à analista. Nesse ponto a contribuição do filósofo, Giorgio Agamben, sobre a questão do testemunho, extraída dos relatos indizíveis da experiência de muitos judeus com o campo de concentração, parece-me bastante valiosa. Salienta-se, então, o caráter lacunar do testemunho, no sentido que sua validade se estabelece “por aquilo que nele falta: contém, no seu centro, algo intestemunhável que destitui a autoridade dos sobreviventes[5]. Não basta ser um sobrevivente do campo de concentração para que haja um testemunho. Ao contrário, sua definição repousa sobre uma destituição da própria figura do sobrevivente. Aliás, “as verdadeiras testemunhas, as testemunhas integrais são as que não testemunharam, nem teriam podido fazê-lo. São os que tocaram o fundo, os muçulmanos, os submersos.”[6] Para Agamben, o “mulçulmano” é o próprio nome do intestemunhável, do estado de exceção, tomado como encarnação da extrema desfiguração da vida e de sua redução à “vida nua”[7] . Portanto, nada garante a sua existência, senão a presença do que lhe é inerente como impossível a ser testemunhado. Em suma, a verdade do testemunho confunde-se com um pseudo-testemunho, no sentido que apenas adquire sua existência em função do “testemunho que falta”[8] .
Ato da enunciação Tanto a afinidade entre o passe e o testemunho quanto aquela entre a verdade mentirosa e o testemunho que falta revelam que o valor do testemunho se assenta numa prática que encerra, em si mesma, uma margem com uma zona imprevisível. Enquanto acontecimento de linguagem, não há como deixar de trazer à tona a distinção entre o enunciado e a enunciação, ou seja, quando se decide testemunhar a experiência do final de uma análise, abre-se uma chance para o ato da enunciação. Trata-se de uma chance porque, como se referiu anteriormente, o testemunho se funda no tensionamento entre a impossibilidade de um dizer e a sua existência, entre o não-dizível e o dizível de uma língua. É isto que confere ao testemunho um valor contingencial na medida que apenas acontece por meio de uma relação com uma “impossibilidade de dizer”, ou seja, sua existência está condicionada por “um poder não ser”[9]. Na medida que o testemunho transmite o passo que se efetuou, sob a égide do ato analítico, rompe-se a linha divisória que separa o campo do enunciado e o da enunciação. No instante desse rompimento sobrevem a incidência da subversão do testemunho sobre a experiência do passe, tornando-o uma “incógnita, um desconhecido”[10] , características que, em última instância, preservam e garantem o passe como fundamento da Escola de Lacan. Para além da elaboração e da sedimentação de saber, próprias de uma atividade de arquivo, o testemunho do AE instaura-se como um tempo decisivo para aquilo que a nossa Grande Conversação apontou como a sua função interpretativa, a saber: manter acesa a chama da enunciação, para cada membro da AMP. [1] Conversation sur la passe, sous la direction de J.-A. Miller, supplément de la Lettre Mensuelle, janvier, 2010, vol I, p. 11. [2] Ibid., p. 11 [3] Miller J-A, Est-ce passe? La Cause freudienne, Navarin, Paris, 2010, nº 75, p. 85. [4] Lacan J, Proposição de 9 de outubro de 1967 sobre o psicanalista da Escola, in: Outros escritos, JZE, Rio de Janeiro, 1998, p. 261. [5] Agamben G, O que resta de Auschwitz [1998], Boitempo, São Paulo, 2008, p. 43. [6] Ibid, p. 43. [7] Ibid, p. 49. A noção de ‘vida nua’ se aplica ao campo de concentração, tendo em vista que este é o espaço que se abre quando o estado de exceção começa a tornar-se regra e que seus habitantes foram despojados de toda mediaçnao simbólica e reduzidos integralmente à ‘vida nua’. [8] Ibid, p. 43. [9] Ibid, p. 147. [10] Miller, J A, Est-ce passe ?, p. 87.
Return ________________________________________________________________________________________________________________ L’effet Mac Donald Bernard Seynhaeve « Nouvelle vague », j’avais utilisé ce signifiant lors d’une soirée que j’avais initié au local de l’ECF il n’y a pas longtemps. Clotilde Leguil l’avait pris pour un lapsus. Je devais parler des « Nouveaux-venus », j’étais certes de bonne foi, je ne m’étais pas aperçu de mon lapsus, j’avais zappé le premier signifiant, proposé par Miller —les Nouveaux-venus— et c’est le second —Nouvelle vague— qui est sorti. Clotilde Leguil l’a attrapé et mis en évidence. Il faut dire qu’elle était bien placée pour ça. On éprouve un affect, une certaine gêne lorsqu’on fait un lapsus. J’en éprouvais lorsqu’elle s’était mise à rire au moment où il m’a échappé. C’est qu’il titille, ce lapsus, ce qui fait le joint entre la vérité et le réel. Je tiens beaucoup à mon lapsus. J’aimerais l’élever à la dignité de cette métaphore que Clotilde Leguil met en valeur dans l’un de ses textes :
L’École nouvelle vague. C’est formidable, « l’École nouvelle vague ». Ce qui me fait soudain découvrir qu’il est excellent c’est l’intervention de Jacques-Alain Miller lors de la Grande conversation de l’AMP. Jacques-Alain Miller attirait notre attention sur un danger qui nous guète, l’effet Mac Donald : L’effet Mac Donald, effet saisissant d’une interprétation de l’École Une-sujet. Bouffer notre agalma au point d’en faire une indigestion, comme cela s’est produit pour les CPCT, et sans nous en apercevoir. Le symptôme de l’École Une est-il en train de muter ? Tout à coup quelqu’un faisait cette remarque que l’AE constitue l’une des cartes de notre École, mais parmi beaucoup d’autres dans le jeu de la partie que nous sommes en train de jouer. Il y a d’autres cartes dans notre jeu, et les AE font parti l’ensemble des éparts désassortis qui forment notre École Une. Tous les Uns qui ont terminé leur parcours analytique ne font pas forcément la passe. La passe n’est pas une expérience qui met en valeur une démonstration de fin de parcours. Miller le soulignait, il faut la contingence. La passe pointe une contingence singulière. Le passant et le jury ont su l’attraper. Ainsi, être ou avoir été AE n’est pas
La condition pour orienter la politique de l’École. Il ne faut pas être ou avoir été AE pour qu’il y ait du psychanalyste. La pratique le démontre. AE ne garantit rien. Celui qui se présente à la passe aura à démontrer qu’il peut faire exister le discours analytique. Mais faire exister le discours analytique c’est aussi ce qui revient à chacun des Uns de son École parce que c’est le discours analytique qui fait exister le discours de l’inconscient et donc la psychanalyse. « Donner des bagues n’est pas nommer quelqu’un psychanalyste ». En misant tout sur notre agalma ne risquons-nous pas de nous en lasser, de lui ôter son éclat et son attrait. L’interprétation que fait Jacques-Alain Miller de l’intervention de Clotilde Leguil m’a fait faire un autre pas. Cela fait longtemps que Clotilde Leguil attire notre attention sur une crainte qu’elle a, un danger qu’elle localise là, sur l’AE. Elle qui se définit comme nouvelle-venue se découvre soudainement qu’elle a peur. Elle l’avait déjà fait entendre dans le Journal des Journées. Cette interprétation de Miller lors de la Grande conversation de l’AMP m’a refait penser à un pont qu’elle avait déjà établi entre deux signifiants, École et nouvelle-vague. L’École nouvelle-vague noue la jeunesse et la fin du parcours analytique, elle noue la fraîcheur à la délicatesse.