LEER EL BRIT MILA
“El judío es aquél que sabe leer…” (después del Congreso NLS en Tel-Aviv)
Marco Mauas
En Europa principalmente-en Alemania!- se discute si hay que permitir la circuncisión ritual a los judíos-también a los musulmanes, pero es alrededor de un rabino que se armó el lío. El eco llega también a Israel, donde el debate acerca de la situación de la religión es muy candente, de modo que las respuestas de algunos periodistas locales puede ser extrema: desde abiertamente considerarla una “práctica primitiva”, hasta, más prudentemente, considerar que si se prohibiera sería la perdición. De allí que es de rigor intentar una lectura. Lo hago con Spinoza. Su Herem me sirve una vez más. Quizás es, el Herem, un lugar donde Spinoza no se sostiene en la beatitud, su lugar de insatisfacción, y desde allí se puede leer, leerlo a Spinoza, y leer algo con Spinoza. Después de todo, le sirvió a Lacan. Por qué no me serviría yo también de la lectura de Spinoza? Aquí va: en el capítulo 3 de su “Tratado Teológico-Político, que lleva el título de “ De Hebraeorum Vocatione”, y que el traductor al espaniol Atilano Domínguez ha vertido de un modo que me gusta mucho, “La elección de los hebreos”, dice que la circuncisión es un signo, “ signo.. que tiene tanto poder..que de por sí solo basta para conservar a esta nación…” No discutiré aquí este argumento, al que Spinoza agrega el adverbio “eternamente”. Cierto es que la pregunta por la conservación de los Hebreos como pueblo también ocupó a Freud. Lo que resulta de interés para este momento es que tratándose de un signo, lo que sucede a su alrededor, todo el barullo que se armó, y que curiosamente incluye a los musulmanes en tanto circuncisos esta vez, tiene el carácter de un síntoma. Es su carácter de legibles, en cierto modo, lo que hace de estos acontecimientos un síntoma. Y es lo único, según creo, que permite orientarse un poco. De signo que era para Spinoza, se ha vuelto un poco, también, un síntoma. En Israel también. Menudo síntoma. Un signo no es una mutilación, es exactamente lo contrario. Nada hay en la circuncisión del rechazo del órgano en tanto que significante, que buena parte de la cirugía moderna sabe dar la bienvenida, sea la cirugía estética, el botox de uso hasta en la adolescencia, o el transexualismo que no podría discutirse ya como un derecho “natural”. Tampoco hay en la circuncisión, en tanto que signo, el rechazo de la lentitud o de la anormalidad. El encarnizamiento contra ella concentra me parece buena parte de los restos de la práctica generalizada en los cuerpos que es parte del “desorden en lo real”, ya que se trata cada vez de corregir la naturaleza, de imponerle, no ya un signo, sino otro modo de funcionamiento. Hago constar, finalmente, que esto no es una defensa de la circuncisión, sino, en todo caso, una defensa de su lectura.