La caída del Otro, la feminización del mundo, la declinación de la excepción del Nombre del Padre, son todos modos de nombrar la época actual de la que tenemos que pensar sus consecuencias.*
Una de ellas es el efecto sobre el cuerpo de los parlêtres que deja ver hoy, tal como dijera Eric Laurent, el sexo como performance,[1] la “diversidad” está entre nosotros junto al estallido de la visibilidad trans.
“…o peor”, taller de las fórmulas de la sexuación
En …o peor,[2] Jacques Lacan establece que en el ser hablante no hay ninguna relación que quede definida por el sexo, que la relación sexual no existe, que cada uno la inventa[3] y eso permite pensar las cuestiones más desde la discordia que desde la forclusión.
Situar la discordia entre los sexos abre a pensar, por un lado, más en enganches y desenganches del sujeto en relación con el Otro –orientación clínica dada por Jacques-Alain Miller en ocasión de “La convención de Antibes”–,[4] y que adquirirá todo su peso en la obra de Lacan con la formulación de los nudos en el Seminario El sinthome.[5] Por otro lado, implica también efectos en el plano imaginario y simbólico; pero diferentes al “clásico” desencadenamiento que produce la regresión especular, la invasión de goce que no quedó localizado, o los esfuerzos por construir un delirio por el derrumbe simbólico-imaginario.
En …o peor, la discordia queda situada en relación con los cuantificadores universales que estarán al año siguiente en las fórmulas de la sexuación: hay posibilidad de relación sexual –dirá Lacan– si no marcha la función fálica, si por lo menos hay un “x” que no esté bajo la lógica fálica, pero tenemos del otro lado, que tal “x” no existe, que no hay nadie que no cumpla con la función fálica.
En esa discordia, se sitúa el modo bajo el cual el ser hablante puede sostener la diferencia hombre-mujer, diferencia que “depende de las posibilidades que tengamos de que haya discordia […] en el nivel de los universales, que no se sostienen debido a la inconsistencia de una de ellas”.[6]
A diferencia del Nombre del Padre que aseguraba la consistencia del Otro, la excepción muestra que la función no marcha en algún punto. Allí se ubicará la inconsistencia que Lacan asimila al significante de la falta en el Otro.
Por lo tanto, la inexistencia de esa “x” –o de esa mítica existencia que se asemeja a un delirio del “al menos uno” que trasciende la función fálica–, funda la diferencia entre los sexos, dejando un lugar vacío para la inscripción de la palabra. Son los tres puntos suspensivos del título del seminario, de los que Lacan sostiene que para saber qué se inscribe allí sólo tenemos que hacer bascular la primera letra: pire–dire.
Por otro lado, podemos decir que no es verdad que exista alguien que no esté bajo la lógica fálica, ya que a la negación de ese universal freudiano, responde en el segundo nivel con el no-todo: la mujer que no-toda se organiza bajo la función fálica; siempre y cuando siga funcionando la excepción. La discordia entonces es un registro diferente al de la forclusión que es sólo del decir. Ese no-todo en relación con el goce femenino, señala un goce más allá del falo, señala que la relación sexual no existe, que se trata del lapsus estructural del nudo a reparar sinthomáticamente.
Con esta lógica, entonces, en …o peor sitúa que la falicización del órgano es por el significante, o que solo es posible hacer del órgano un instrumento por su relación al significante, si no es solo un cachito de carne.
Y es allí que sostiene que:
El transexual no lo quiere en calidad de significante, y no es así en calidad de órgano. En eso padece un error, que es justamente el error común. Su pasión, la del transexual, es la locura de querer librarse de ese error, error común que no ve que el significante es el goce y que el falo no es más que su significado. El transexual ya no quiere ser significado falo por el discurso sexual, que, lo enuncio, es imposible. Su único yerro es querer forzar mediante la cirugía el discurso sexual que, en cuanto imposible, es el pasaje de lo real.[7]
El no-todo como anticipo del goce como tal
Un año después, en Aun,[8] con las fórmulas de la sexuación ya desplegadas, Lacan intenta escribir el goce sexual en relación con lo fálico, pero ahí tenemos seres de dos dimensiones como él mismo lo señala más tarde, “no tenemos idea del volumen”.[9]
Si bien las fórmulas presentan cuatro maneras de relación con la función fálica que suplen el lapsus estructural del nudo que, decía, es la no relación sexual, el Nombre del Padre sigue siendo la clave en relación con la excepción hasta Aun. Jacques-Alain Miller dice,[10] que con las fórmulas Lacan intentó captar el sin salida de la sexuación en una trama lógico-matemática; pero eso no puede hacerse sin encarcelar el goce en la función fálica, en un símbolo que implica referirse al binomio hombre y mujer; “como si los seres vivientes pudieran estar tan nítidamente repartidos”. Lacan mismo dice que “no hay nada más impreciso que la pertenencia a uno de los dos lados”,[11] indicando ya la orientación a la topología de los nudos.
La creciente variación de la sexuación en la actualidad –siempre y cuando pensemos que el orden es lo fálico–, tal vez se pueda pensar mejor, entonces, en los enganches y desenganches; se trata de un paso más allá de lo estructural y admite pensar qué es lo que en los sujetos se desengancha del Otro.
Decía, época caracterizada por el declive social de la imago paterna que Lacan ya había anunciado en “Los complejos familiares…”;[12] el fin del padre freudiano que implica la caída de la excepción desarticulando la lógica de las fórmulas de la sexuación.
Esto permite pensar lo trans no como acontecimiento sino como una suplencia, como una respuesta más entre todas las posibles, como un modo de intentar inscribir una excepción; posibilidad de suplencia que es el soporte formal de los nudos.
Se trata de otra lógica que en lo social produce efectos de multiplicación y una clínica identitaria a diferencia de la clínica de los goces. Lacan anticipó que la disolución de las identificaciones hace que se cristalicen en una identidad, que promueve la creencia de que hay un modo de escribir la no relación sexual y obtener como ideal un sujeto desidentificado.[13] Es allí donde las identidades se multiplican y el deseo del derecho trata las particularidades del goce en términos identitarios.[14]
Es una creencia también, suponer que identificarse a un significante amo implica la pacificación de la relación del sujeto con el goce o un saber hacer con el goce; el goce no se reabsorbe con la práctica sexual.
Miquel Missé y lo trans como respuesta al malestar original
En la interlocución con los discursos de género, me interesa destacar la posición de Miquel Missé en su libro A la conquista del cuerpo equivocado.[15] Allí, este sociólogo y activista trans catalán, toma una posición muchas veces en oposición a los discursos trans que, sostenidos en políticas contrarias a la hegemonía de la sexualidad, caen ellos mismos en el binarismo y la segregación. Missé plantea una reflexión crítica a las políticas trans actuales y su relación con el cuerpo y se opone a la idea de haber nacido en un cuerpo equivocado.
Lo normal es fracasar en cualquier identidad porque hay un malestar general en relación con la sexualidad en el ser humano, y eso deja a lo trans como una respuesta posible a dicho malestar; “síntoma de la rigidez de las categorías de género”.[16]
Sí, lo ubica como síntoma y posiblemente sea mejor escuchado por ser él mismo un hombre trans, mientras que, dicho desde el psicoanálisis, sería –y es– atacado de transfóbico o patologizador.
Es clave, sostiene Missé, abandonar la lógica identitaria y biologicista, que proponen lo innato y el esencialismo de lo trans: nadie nace trans, ni hombre, ni mujer, ni… Su idea, es que se trata más bien de posiciones que implican elecciones a partir de complejos factores sociales, conscientes o inconscientes, creencias, etcétera.
Se trata de un no a la identidad y no a la biología, para destacar la identificación, situando que la idea del cuerpo equivocado es más bien efecto/nominación del discurso de la ciencia, que ofrece rápidamente una solución al malestar con la sexualidad: “tienes este problema, te operamos”; narrativa que brinda una oferta gigantesca de posibilidades para ajustar el cuerpo de manera fácil, inmediata y exitosa en relación con la felicidad, pero produciendo, a la vez, un empuje riesgoso a las operaciones como única respuesta posible para resolver el malestar propio del cuerpo. Paradoja que lleva a que lo trans quede dentro del binario: que se note lo menos posible el sexo con el que se nació, hasta llegar a concursos de Miss Universo Trans o ser tapa de Vogue, destacando por supuesto que “no se nota”.
La idea del cuerpo equivocado es infinita porque, aunque con otra intención de base, ha quedado tomada por el discurso científico que rápidamente dio respuesta, creando un mercado ilimitado:
[…] las personas trans nos convertimos en un suculento nicho de mercado. (Nos dicen que nacimos en un cuerpo equivocado y encima les pagamos… Hay que reconocer que este modelo es brillante).[17]
La necesidad de cambiar es una construcción simbólica-social, continúa Missé, por lo tanto, sería tener en cuenta el uno por uno: ni para todos ni para ninguno. No hay ningún error a corregir ni una marca a borrar; acercándose a la formulación lacaniana del “error común”.
Así también hace una fuerte crítica a la estigmatización de los “niños trans”, que no son lo novedoso. Lo novedoso es la nominación que predestina una trayectoria identitaria concreta y que saltea la necesaria gestión de incertidumbre en la construcción de la posición sexual.[18] Otra vez el discurso de la ciencia ofreció la solución, dando por sentado que la modificación del cuerpo es la solución al malestar, en general, de los padres.
Acuerdo con él cuando sostiene que esta óptica es arriesgada y que, a partir de esa nominación, “niñ*s trans”, ya han surgido expertos en el tema y discursos que vuelven a caer en el innatismo y la biología y bloqueadores hormonales para estos niñ*s.
El goce como tal
Al leer a Miquel Missé, se ven los acercamientos a pensar el modo de vivir el cuerpo en el uno por uno y sus roces con el psicoanálisis.
Obviamente no sitúa –y es lógico ya que es antropólogo–, el límite con el cual hay que vérselas más allá del goce sexual
El unarismo del goce propuesto por Lacan en su ultimísima enseñanza, que comenzó con la escritura del no-todo, escapa al significante y a la nominación.
Escribiendo no-todo:
Lacan disimetriza radicalmente el lado hombre y el lado mujer de la sexuación tal como estaba escrito en el seminario Aun. Si la mujer fuese simplemente el reverso, quedaría como siendo complementaria, estaríamos en una lógica binaria, complementaria del hombre por ser su imagen invertida. Ese no es el caso.[19]
Llegar al límite es recorrer el modo en que cada uno se ha identificado y se las ha arreglado con su síntoma; tocar la conjunción contingente de un significante con el goce. Porque, que no haya relación sexual, no implica un sin límite, que es lo que se observa en las nominaciones infinitas del goce sexual: LGBTIQ+, sino que hay un imposible;[20] y allí sí hay nominaciones singulares más allá del goce sexual.
Aislando una parte del goce no-todo, que no responde al esquema binario, Lacan generalizó el goce femenino convirtiéndolo en el régimen del goce como tal, el goce no edípico, el goce reducido al acontecimiento de cuerpo.[21]
*publicado en « Acontecimientos , ¿El psicoanálisis cambia? ¿qué es lo nuevo? »
Colección Orientación Lacaniana 2020, buenos Aires , Editorial Grama , p.91.
[1] Laurent, E., “Reflexiones sobre tres cuestiones del feminismo con la no relación sexual”, Conferencia dictada en Buenos Aires el 4 de diciembre de 2019, inédito.
[2] Lacan, J., El Seminario, Libro 19, …o peor. Paidós, Bs. As., 2012.
[3] Miller, J.-A., Intervención en el Senado francés, AA. VV., (Torres, M.; Schnitzer, G.; Antuña, A.; Peidro, S., Comps.), Transformaciones. Ley, diversidad, sexuación, Grama, Bs. As., 2013, p. 133.
[4] Miller, J.-A. y otros, La psicosis ordinaria, Paidós, Bs. As., 2009.
[5] Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. As., 2009.
[6] Lacan, J., El Seminario, Libro 19, op. cit., p. 100.
[7] Ibíd, p. 17.
[8] Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aun, Paidós, Bs. As., 1991.
[9] Lacan, J., Seminario 21, “Les non dupes errent”, clase del 4 de diciembre de 1973, inédito.
[10] Miller, J.-A., “El inconsciente y el cuerpo hablante”, Scilicet. El cuerpo hablante. Sobre el inconsciente en el siglo XXI, Grama, Bs. As., 2015.
[11] Lacan, J., Seminario 21, op. cit., clase del 18 de febrero de 1974.
[12] Lacan, J., “Los complejos familiares en la formación del individuo”, Otros escritos, Paidós, Bs. As., 2012.
[13] Lacan, J., Seminario 24, “L’insu que sait de une-bevue s’aile à mourre”, clase del 16 de noviembre de 1976, inédito.
[14] Laurent, D., El analista mujer, Tres Haches, Bs. As., 2005.
[15] Missé, M., A la conquista del cuerpo equivocado, EGALES, Barcelona, 2018. Agradezco a Gustavo Stiglitz esta referencia y que me haya traído el libro desde Barcelona.
[16] Ibíd, p. 53.
[17] Ibíd, p. 37.
[18] Ibíd, pp. 106-107.
[19] Laurent, E., “El unarismo lacaniano y la variación de las conductas sexuales”, Conferencia dictada en Rennes el 7 de marzo de 2020, inédita.
[20] Miller, J.-A., Piezas sueltas, Paidós, Bs. As., 2013, p. 403.
[21] Miller, J.-A., “El ser y el Uno”, clase del 2 de marzo de 2011, inédito.