El artículo aparecido hoy en La Nación en Buenos Aires [1] que recoge una investigación del New York Times , se agrega saludablemente a un artículo aparecido en el diario Clarín[2], de la periodista Mariana Iglesias de hace unas semanas, en el que se advertía acerca de la sobremedicación de niños en edad escolar.
Su aparición implica un cierto equilibrio respecto de tantas “buenas nuevas” que nos traen los medios de comunicación sobre modernas terapéuticas y sus promesas de eficacia y felicidad, sea química, sea comportamental, o sea –para más horrores- genética. No quiero referirme aquí a la tontería macabra de algunas de esas “noticias del progreso” como aquella de que una droga haría olvidar lo traumático; o la desopilante novedad – festejada por los medios- de que tener buen sexo es equivalente (de acuerdo a su localización cerebral) a hacer un paseo de compras en un shopping. O la espantosa novedad de diagnosticar un trastorno bipolar en una niña de dos años y medio de edad. Solo lo menciono para señalar el contexto de estos artículos y la dirección en la que marcha nuestro mundo.
El artículo mencionado da en el blanco de un problema actual, hoy, cuando “los niños de Skinner »[3], adecuadamente medicados prometen volverse legión.
Hoy, ahora mismo, aquí, en Buenos Aires, hay una oleada de intervenciones sobre niños pequeños, inspiradas en un coctél equilibrado entre diagnósticos cientificistas, causas “genéticas” y terapias de reeducación de las conductas, que impregnan el discurso de las instituciones educativas y cuya tan ponderada eficacia que vuelve objeto al sujeto de sus intervenciones terapéuticas, pone los pelos de punta.
El discurso Psi, que por su parte ha tenido en la Argentina una importante resonancia en el ámbito educativo, en una época saturó las escuelas de manera excesiva y desafortunada, con su exceso de interpretación que « psicologizaba » la vida escolar de manera imprudente. Los psicoanalistas también debemos hacernos cargo de eso, aunque sus efectos apuntaran al rescate de la dimensión subjetiva, que la práctica institucional tendía a encubrir. Aún en sus peores versiones, en estos últimos 25 años, no puede decirse que la influencia del Psicoanálisis en ese nivel fuera un instrumento segregativo.
Hoy las intervenciones a las que me refiero inciden en los puntos sintomáticos de la institución escolar y de muchos padres, con prescripciones claras y supuestamente no especulativas, con un discurso que se autoriza en la eficacia de la ciencia y en las peores excusas de la época, para preservar la seguridad segregando la diferencia.
Tienen aliados importantes en la indicación de las medicaciones más variadas, reemplazando la sensatez y la prudencia del diagnóstico por algo que otorgue tranquilidad a los padres y a las instituciones. Es comprensible…el síntoma y la angustia son intolerables para la sociedad de la eficiencia. El resultado, la solución del “trastorno” -que no llega a hacerse síntoma y por lo tanto no puede ser trabajado terapéuticamente si fuera necesario- es una discriminación en acto, que termina identificando el “trastorno” al ser del niño. Como se ve un horror, a veces disfrazado de un pragmatismo que pierde a padres y educadores, cuando la solución química se impone como paradigma para una infancia complicada.
En el año 1971 en la tapa de la revista norteamericana TIME Magazine un prestigioso investigador de la conducta B.F. Skinner, fundador de una importantísima corriente en la psicología norteamericana –hoy convenientemente globalizada y de gran influencia- afirmaba que: “la libertad es un lujo, un riesgo, que la sociedad no puede permitirse”. Hoy esa afirmación tiene el respaldo científico necesario para llevarse a cabo como programa. Frente a esto, y con todas las limitaciones y errores que tenemos no hay margen para que vacilemos. El psicoanálisis, nuestra práctica y nuestro discurso, insiste en que en medio de la feroz tendencia a homogeneizarlo todo que tiene nuestro presente, es necesario conservar ese estrecho margen de libertad que pueda preservar lo incomparable que tiene cada uno. Eso que, de cada uno no encaja en las regulaciones sociales y que afortunadamente los niños insisten en demostrar para incomodidad, exasperación o angustia de los adultos, a pesar de programaciones de las conductas, medicaciones y segregaciones higiénicas.
Skinner enseña con su testimonio más íntimo, su propio deseo: Yo tuve solo una idea en mi vida -una verdadera idea fija. La palabra “control” la expresa. El control de la conducta humana. En mis tempranos días de experimentador, era un desenfrenado deseo egoísta de dominar. Recuerdo la ira que sentía cuando una predicción salía mal. Podía gritar a los sujetos de mi experimento, “¡Pórtate bien, maldito! ¡¡Pórtate como debes!! [4](TIME Magazine septiembre 20 de 1971).
¡Pórtate bien maldito! ¡Pórtate como debes! Es decir pórtate de acuerdo a mi deseo de dominio… ¡¡Pero atención!! Esto es solo una muestra de lo que será un programa social para el siglo XXI: el control de la conducta humana. Sepamos claramente lo que hay detrás de la pretensión y del ideal de la eficacia.
30/04/07
Notas
[4] « I’ve had only one idea in my life—a true idée fixe. ‘Control’ expresses it. The control of human behavior. In my early experimental days it was a frenzied, selfish desire to dominate. I remember the rage I used to feel when a prediction went awry. I could have shouted at the subjects of my experiments, ‘Behave, damn you! Behave as you ought!’ » —B.F. Skinner’s Walden Two. 1948
La Nación, Cómo los laboratorios influyen sobre los psiquiatras infantiles. Publicado en mayo 19 de 2007, http://www.lanacion.com.ar/cienciasalud/nota.asp?nota_id=909845&origen=premium
New York Times Magazine, Psychiatrists, Children and Drug Industry’s Role. Publicado el 10 de mayo, en http://www.nytimes.com/2007/05/10/health/10psyche.html?ref=psychology
Diario Clarín, Alertan que 200 mil alumnos van a la escuela medicados, publicado el 22 de abril de 2007, en http://www.clarin.com/diario/2007/04/22/sociedad/s-04015.htm
TIME Magazine Cover: B. F. Skinner – Sep. 20, 1971 – Health & Medicine, http://www.time.com/time/covers/0,16641,19710920,00.html