Editorial: Orlando sin Pulso, por Mario Goldenberg | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
La reciente masacre de Orlando, realizada el día 12 de Junio, en un pub-discoteca gay de la comunidad hispana –Pulse–, relanza una serie de interrogantes, más allá de este hecho puntual.
Es sabido que fue la matanza más numerosa después del 9/11,
perdieron la vida 49 personas más su ejecutor, que portando un fusil semiautomático SIG Sauer MCX y una pistola Glock 17, compradas con todas las de la ley, en cercana fecha por Omar Mateen, de 29 años, de profesión, guardia de seguridad.
La versiones son contradictorias: por una lado era homofóbico, y
además gay, había estado en la disco varias veces, su mujer sabía de sus intenciones, lo realizó por lealtad al ISIS, le había dicho a su amante gay que había sido maltrado por los latinos, muchas versiones, pero ¿todo esto justifica el hecho?
Este suceso toca varias aristas: la comunidad gay o LGBT, la
cultura y negocio de armas, los inmigrantes latinos, la homofobia, el terrorismo, la inmigración musulmana, también un pasaje al acto más allá de todas las coordenadas simbólicas.
Sorpresivamente pude volver a ver en estos días The Terminator
(1984 – dirigida por James Cameron) donde Schwarzenegger interpreta al Terminator, un ciborg asesino enviado a través del tiempo desde el año 2029 a 1984 para asesinar a Sarah Connor, madre del futuro líder de la resistencia humana a las máquinas. Hay dos escenas que me llamaron la atención. El ciborg entra en un almacén de armas, empieza pidiendo fusiles automáticos que va cargando y probando uno a uno, luego pistolas , el vendedor le dice que las pistolas las puede llevar en 15 días por los trámites que hay que realizar, pero los fusiles en el momento. Rápidamente se deshace del vendedor llevándose las armas que eligió, dirigiéndose a la discoteca Technoir, para liquidar a Sarah Connor. El ciborg Schwarzenegger, que solo será malo en esta primera película, realiza una masacre intentando matar a Sarah. Tanto la compra de armas como la escena de la disco, son espeluznantes. Como en el mundo del entretenimiento y la ficción, los escenarios públicos se transforman en lugares de muerte.
Quizás lo horroroso no haya sido solo este grave episodio, sino la persistencia de hechos así.
La
persistencia y la permanencia de hechos que hacen serie, no por el lado de las supuestas motivaciones, los argumentos del autor de la masacre de Virginia Tech, no tiene nada que ver con los del autor de la matanza del cine en Colorado, ni con los de Columbine.
Es la escena-espectáculo la que persiste, permanece y se serializa, sin argumentos compartidos.
Y quizás lo más llamativo es que después del espantoso incidente
aumentó un 30% la venta de armas, con el argumento de la seguridad personal. Algo así como querer apagar el fuego con nafta. Sabemos de las dificultades políticas para lograr un mayor control de armas que acompañados por discursos discriminatorios y segregativos promueven la violencia.
Es la manera en que se aborden estos sucesos que hacen síntoma en
lo social, lo que puede dar una vía para su extinción, que no sea solo con SWAT. ALCANCES
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