No hay relación sexual VII Jornadas de la NEL El sexo y el amor en el siglo XXI, ¿de qué satisfacción se trata? Medellín, Octubre del 2012 No. 12 Abril 13 del 2012 Moderador Piedad de Spurrier ( [email protected] ) Todos los miembros y asociados de la NEL están invitados a participar en este boletín con sus textos, comentarios, notas y observaciones sobre los temas del debate. Éstos pueden ser enviados a la moderadora.
En este número * Presentación * El analista ante el sexo y el amor hoy en la experiencia analítica por Julieta Ravard * Comentarios * Algunos hoteles recomendables en Medellín y tarifas Presentación Julieta Ravard nos plantea que si bien los sujetos que demandan análisis están frecuentemente atravesados por los enredos del sujeto en el amor y la sexualidad, estos no les hacen pregunta. A su vez, desarrolla acerca de las formas del « malvivir » actual que hizo necesario a Lacan crear un nuevo modo de orientarnos en la clínica, la articulación borromea, para conducir la experiencia analítica a producir un modo inventivo de anudamiento respecto al amor y la sexualidad, la vida y la muerte. En nuestra sección de comentario, Carolina Hernández puntualiza los aspectos más importantes del artículo « La época del empuje al goce » y lo que psicoanálisis propone en la experiencia analítica. Gerardo Requiz destaca sobre el artículo « La transferencia, motor y obstáculo de la experiencia analítica », la elaboración de Lacan acerca de poder hacer uso de un « amor más digno », posible cuando hay analista producto de su propia experiencia y formación que le haga posible orientarse por lo real. Elena Sper nos comenta sobre las dos vertientes de la transferencia, para hacer énfasis en la exigencia al analista de haber llevado su experiencia de análisis tan lejos, como para que le sea posible orientarse por lo real y afrontar los embrollos de la transferencia. Renato Andrade, comenta el mismo artículo para destacar también el carácter fundamental del análisis personal en la formación del analista. Margarita Múnera hace un énfasis en la elaboración sobre la transferencia en lo real, subrayando que la posición del analista es con frecuencia precaria, de tal forma que es necesario que la Escuela sea otro lugar que se ocupe de sostener una política de formación, orientada por lo real. Piedad Ortega de Spurrier El analista ante el sexo y el amor hoy en la experiencia analítica Julieta Ravard En la práctica clínica, el psicoanalista siempre se las tiene que ver con la sexualidad y el amor como temas de discurso de los analizantes, entonces qué ha cambiado hoy y este cambio como afecta su posición y la transferencia. La demanda de análisis está frecuentemente atravesada por los enredos del sujeto ante el amor y la sexualidad: el amor como desencuentro, falla, y el encuentro traumático con lo sexual, por defecto o por exceso. Entonces hoy que cambia? El discurso se modifica con la época y lo que nos aparece hoy son sujetos empujados, desde el discurso imperante, a no necesitar del otro para su satisfacción, intentan bastarse con su goce, cuando esto fracasa se pide consulta. Sin embargo la mayoría de quienes asisten « saben » que lo que les ocurre está ligado a un campo emocional, pero sin una pregunta al Otro hay un afán por el sentido que obture la falla en lo real; así mismo, sino interesa esclarecer el régimen de satisfacción, que permita que el goce se sintomatize, se elimina la posibilidad de saber sobre la verdad de su causa. Sin división, son sujetos (en) cerrados en su malestar. El analista se enfrenta a la queja real del sujeto del « mal vivir », es lo que ya Lacan llamó las impulsiones (J. Lacan, De la impulsión al complejo, 1938) donde las actuaciones están libradas en un terreno entre la neurosis y perversión dirá, por todos los fenómenos tan invasivos y de actuación del sujeto. Diremos, con él como lo formula mas adelante con la teoría de los nudos, mas allá de las vicisitudes de cada estructura respecto al amor y al sexo, que son modos de vincularse, encontramos un amarre mas bien « flojo » en lo que respecta al anudamiento simbólico, y por tanto el amor y la sexualidad se despliegan en lo imaginario a sus anchas, con los efectos, a veces catastróficos, sobre el sujeto. Que estatuto se le da a lo sexual? Pareciera una cierta urgencia por hacer pasar el goce fálico al cuerpo directamente…sin pasar por el Otro, por eso paradójicamente podemos encontrar como se prescinde del otro, para quedar el sujeto en una posición mas solitaria y fragmentada. La defensa ante lo traumático de lo sexual, no ejerce su función para permitir un encuentro, entonces que hay del pudor, del asco y de la moral de la época freudiana? Su caída no ha permitido ni mayor libertad, ni placer, solo un cuerpo mas recortado. Esa invitación a atravesar las barreras protectoras del sujeto del cuerpo, de sus afectos, lo han dejado sin « filtro » en una caída de los semblantes con la promesa de satisfacción del discurso de la máquina. El amor no reviste al objeto, de allí que aumentan las obsesiones que se dicen amorosas. Hay quienes siguen en una añoranza de restituir un amor que fuera posible, en restituirlo vía la imagen; sostenerse de la imagen convierte al hombre en un ser « feudatario » (cita de Lacán en la Tercera) diremos que para llegar, en relación al amor, al afecto paranoico y sus efectos. Lacan promueve la formación de un analista que esté a la altura de su época… es lo que hoy nos convoca, con sus contradicciones y aflicciones. Lacan en La Tercera, con los registros de lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario, nos ilustra otro modo de acercamiento a la clínica, la clínica de los semblantes. Provocar que un sujeto haga uso del semblante para revestir al goce, es la vía de pase de lo obsceno al discurso. El analista en su función, no restituye, ni devuelve lo perdido….permite orientar-se en la vía que conduce a cada uno respecto al anudamiento de su redondel simbólico para encontrar el sentido que convenga para poner límite al desborde del goce errático y al empegostamiento de los vínculos. Debe permitir-se ser colocado como objeto que sirva en la transferencia para pasar algo. No solo verificar el síntoma y el fantasma que sostienen una cura, sino pone el cuerpo, y eso requiere estar más suelto en su posibilidad de acción en la transferencia, utilizando maniobras que permitan, el más allá de la palabra, el sostener su presencia, que es lo que permite pasar estos signos de goce a la construcción de una demanda. Ocupar el lugar de objeto en la cura implica trabajar con lo más real del inconsciente, no solo síntoma y fantasma. Es permitir-se ser colocado en lo que convenga al analizante para poder permitirle enfrentar de qué goza, salir de sus fijaciones que le han llevado a la escogencia del amor y sexualidad. La posición de objeto del analista no es la del bueno ni el malo (M. Klein) ni la del esperanzado ni la del desesperanzado. No es la denuncia o el silencio, es llevar al sujeto hasta un punto fuera del reino del discurso del amo, que es lo que permite a cada uno encontrar ese modo inventivo de reenlazarse al amor, al sexo, a la vida y a la muerte. El discurso analítico estructura su operación a partir de la No-Relación-sexual, ello le da una particular operatividad al analista en su acto al lograr favorecer infinitas nominaciones de lo real; es decir, que el sujeto encuentre otras identificaciones que permitan nominar de una nueva manera al goce, un nuevo anudamiento respecto al amor y la sexualidad. COMENTARIOS De: Carolina Hernández al artículo « La época del empuje al goce » En este texto realizado por Alba Alfaro, se trabaja el tema de la « época del empuje al goce » desde una interrogante esencial: Si nos encontramos en una época de desborde de la relación con el objeto a y los referentes que antes servían para la regularización del goce han caído, ¿qué resta del amor y del goce en este contexto? Alfaro, aborda la respuesta que ha pretendido dar la psicoterapia que, por medio de la adaptación, pretende mantener la ficción de controlar el goce; sin embargo, este pretendido dominio del goce por parte de la psicoterapia es impotente para borrar o a reducir la función del objeto a. Además, la autora propone que los impases del goce en la actualidad producen efectos de paranoia, perversión, y una posición « sin pudor », esto nos lleva a preguntarnos ¿qué respuesta del psicoanálisis en la época del empuje al goce?, y nos invita a revisar lo que Miller propone en « sutilezas analíticas »: que el psicoanálisis permitiría al hombre alcanzar un saber sobre su goce, pero también respecto de la falla que es la ausencia de la relación sexual, y que en el análisis se busca, por medio de la interpretación, producir efectos de goce que se traduzcan en un « saber hacer » novedoso que concierne por sus efectos « corporizados ». De: Gerardo Requiz al artículo « La transferencia, motor y obstáculo de la experiencia analítica » El primer punto que plantea Luz Elena Gaviria en su texto es el de la relación de la transferencia con la formación del analista en tanto esta relación pone a prueba dicha formación. ¿Cómo soportar la transferencia sin caer en las redes de la demanda de amor y que Jung no pudo evitar? La regla de abstinencia formulada por Freud viene al punto pero, recordemos, no es un asunto de moral. Lo que ella valida es que el dispositivo analítico esta allí para elaborar el goce, no para recuperarlo. Tampoco hay que buscar antídotos como el de Ferenczi. Se desprende del texto de Luz Elena que lo que se impone es la introducción de un elemento que por su heterogeneidad con respecto a la dualidad imaginaria del amor permita pasar al aspecto simbólico en juego y que fue, efectivamente, lo que Lacan hizo con la invención del Sujeto supuesto al saber. También ella nos ofrece su lectura de lo que propone Lacan al analista con respecto a las dificultades para la instalación de la transferencia « cuando no se cuenta con la docilidad del sujeto para instalarse por la vía de la suposición de saber, del objeto (a) » De: Elena Sper al artículo « La Transferencia, motor y obstáculo de la experiencia analítica » En efecto como Luz Elena lo indica en el titulo de su escrito, la transferencia es un motor y a la vez un obstáculo, porque esta tiene dos vertientes, y tanto la una como la otra permiten avanzar en la cura, pero a la vez, se diferencian y se contraponen. Tenemos por un lado el amor de transferencia más conocida como « sujeto supuesto saber » y la otra vertiente de la transferencia, la más freudiana: la vertiente libidinal. La define como « la puesta en acto de la realidad sexual de inconsciente », que se muestra en esa repetición compulsiva, es decir ahí donde no se alcanza la relación sexual posible, hay la compulsión a la repetición con la finalidad de alcanzarla, « lo que no cesa de no escribirse ». Es la vertiente dice Miller que obstaculiza a la otra vertiente epistémica (SsS), obstaculiza la cadena significante del inconsciente, la asociación libre, el amor al saber. Sin embargo de todas maneras permite avanzar en el recorrido analítico, en lo respecta a la construcción y atravesamiento del fantasma. Freud, ya en ese entonces advertía a Jung, diciéndole que la transferencia en su función de analista podría llevarlo a situaciones peligrosas, que tendría que enfrentar muchas dificultades, pero no se trata para el analista de mantener un inconsciente controlado y dominado, que ya sabemos que no es posible, porque el inconsciente siempre insiste, se tata de tener un inconsciente analizado. De alguna manera para poder operar adecuadamente, el analista debe estar « desabonado » de su inconsciente simbólico estructurado como un lenguaje (goce del blablabla) y reencontrase con un inconsciente real ligado a la pulsión y a un amor distinto que Lacan llama « amor más digno », diferenciándolo de el nuevo amor cuando se refiere al amor de transferencia que es el amor al saber supuesto del analista o al inconsciente con el que se funda la experiencia analítica. Es bajo esta forma diferente del amor que tendríamos que ubicar el deseo del analista, que no se define tanto por curar sino por sostenerse en un enigma (a), un lugar extraño para el paciente que permita mantener la distancia entre los ideales, el amor imaginario y el goce fantasmatico por un lado, y la pulsión y el amor real por el otro. Logrando despejar los espejismos ilusorios que se juegan en el amor de transferencia. Lograr esta operación en la práctica analítica requiere no solo de la formación del analista, sino de la producción de un analista, que no son equivalentes, porque es solo en la experiencia analítica y en su final que emerge el deseo del analista concomitante con autorizarse de sí mismo. En su recorrido el analista ha podido cernir el circuito pulsional que lo mantenía aun ligado al Otro, y es con esta ruptura libre de los semblantes y libre del Otro, podrá hacer uso de ellos para operar en su clínica. El deseo del analista al no tener más como correlato un objeto, sino más bien la falta, estará siempre orientado de manera decisiva, no para producir un empuje a gozar, ni para alimentar su curso a partir de un aporte de sentido, sino para descifrarlo, es decir estará siempre orientado a lo real. BIBLIOGRAFIA: Lacan, J. Seminario XI. Barral Editores. pág.155 a 162 Lacan, J. Seminario VIII. Paidos clase 11 del 8 de febrero 1961. Miller, J. Alain. (1984) « La transferencia de Freud a Lacan en Recorrido de Lacan ». Cap IV. Hacia el Tercer Encuentro del Campo Freudiano E.O.L Colección Orientación Lacaniana « Enseñanzas del Pase » #1 pág. 11 a 19. De: Renato Andrade al artículo de « La Transferencia, motor y obstáculo de la experiencia analítica » La pregunta de la que parte el artículo de Luz Elena es crucial porque articula nuestro quehacer con nuestra propia experiencia analítica, nuestro propio análisis. ¿Cuál es el deseo reprimido de antiguo –para parafrasear a Freud- que me lleva a ocupar la posición que ocupo, a intervenir como intervengo, a orientarme hacia donde me oriento? Luz Elena nos recuerda que para saberse « mover » como analista hay que haberse analizado, hay que haber experimentado el amor de transferencia –en cualquiera de sus modalidades-, y haber salido de ese engaño; tener noticias del fantasma a medida que se lo rasga en un tratamiento bajo transferencia, con motor y obstáculo, que busca alcanzar la consistencia lógica del objeto. De: Margarita Múnera de al artículo de « La transferencia, motor y obstáculo de la experiencia analítica » La elaboración realizada en el texto, presenta un breve e importante recorrido sobre el tema de la transferencia y va directamente a interrogar el abordaje de nuestra práctica. Tomaré esa primera frase: ¿Cómo pone a prueba la transferencia la formación del analista? Ponerla a prueba en cuanto es motor y es obstáculo. Nos dice M. Tarrab en: En las huellas del síntoma. « Se espera, que lo que llamamos la orientación a lo real, atraviese la formación del analista en todas sus facetas. No se trata de elaborar modelos de formación, sino de elaborar una política de la formación del analista, orientada a lo real. »[1] A partir del seminario 11 los desarrollos de Lacan permiten un giro de la transferencia simbólica a la transferencia en lo real, como correlato de la pulsión. Tenemos entonces presente la sexualidad. La posición del analista queda frente a una demanda no solo de amor sino de satisfacción. La neutralidad analítica buscada, intentará llevar los efectos de sugestión a su mínima expresión, pero aunque el analista no de nada, o mejor, dé de lo que no tiene, de su vacío, da sin embargo su presencia. Da su escucha, es decir entra en las redes de la palabra. « Cuando su acto no se regula por su fantasma, cuando su propia ventana sobre lo real ha sido atravesada, o cuando el goce que obtiene de su síntoma no impregna ya su acto, el analista estará más cerca de lo que debe ser su disciplina » y agrega Tarrab citando a Miller « aprender a ser sin sabor propio ». « el deseo del analista es que el sujeto pueda conocer su propio sabor…para eso el mismo debe ser soso. »[2] Es el acto clínico el que nos lleva a confrontarnos con un saber hacer ante la transferencia amorosa, como obstáculo al saber del inconsciente en la neurosis. Pero tal vez sin duda es la psicosis la que nos ha llevado de la mano a aprender de nuestro vacío. Es digno de subrayar la forma tan precisa como Lacan nombró la función del analista en la psicosis: testigo, secretario. Es poner a prueba la capacidad de invención, la tolerancia a dejarnos enseñar. Posición para nada pasiva esta de sostener un deseo inédito, el deseo del analista que siendo garante del acto y mostrándonos en ocasiones la precariedad del esfuerzo, nos lleva a tener en gran consideración, la transferencia a la Escuela, buscando entonces -elaborar una política de la formación del analista, orientada a lo real-, como nos lo sugiere el autor ya citado. [1] Tarrab, M. (2005) En las huellas del síntoma. Grama Ediciones. Pág. 143 [2]Ibidem. Pág. 144 Hotel en Medellín sede de las VII Jornadas de la NEL en octubre del 2012
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