No hay relación sexual
VII Jornadas de la NEL
El sexo y el amor en el siglo XXI, ¿de qué satisfacción se trata?
Medellín, Octubre del 2012
No. 16
Junio 1 del 2012
Moderador
Piedad de Spurrier ( [email protected] )
Todos los miembros y asociados de la NEL están invitados a participar en este boletín con sus textos, comentarios, notas y observaciones sobre los temas del debate. Éstos pueden ser enviados a la moderadora.
En este número
* Presentación
* El orden simbólico en el campo de la sexualidad. Por Amílcar Gómez
* Comentarios
* Algunos hoteles recomendables en Medellín y tarifas
Presentación
Amilcar Gómez prosigue en sus elaboraciones acerca del estatuto del orden simbólico en el campo de la sexualidad, Allí donde persiste un punto que no se recubre por el mismo, hiancia que le permite decir que, aunque dos sujetos hablan el mismo idioma no tienen la misma lengua.
Entonces ¿Qué propone el Psicoanálisis a modo de lazo social?
Edwin Jijena comenta el articulo sobre ¿Cómo se interpreta el sexo y el amor en el siglo XXI? y plantea los puntos fundamentales en la elaboración presentada.
Patricia Tagle, sigue los desarrollos del mismo artículo y lo ubica a manera de preámbulo, para invitarnos a elaborar acerca de la tensión que existe entre los efectos de empuje al goce contemporáneo y el real estructural en la experiencia analítica
Andrés Molina avanza en la elaboración de Patricia Tagle para puntualizar que esa tensión ya no es entre el sujeto y el Otro simbólico, sino entre el sujeto y lo real.
El orden simbólico en el campo de la sexualidad
Amilcar Gómez
El enfoque de la cultura, o moral cultural, ha cambiado, desde la época en la cual Freud escribió este primer artículo [« La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna »]. Hoy, la represión en relación a la mujer ha cambiado.
En el capítulo « Pensamiento censura », del Seminario XVI, Lacan nos dice: « el deseo connota el saber de las relaciones del hombre y la mujer mediante lo más sorprendente, la falta o no falta de un órganon, de un instrumento, en otras palabras, del falo ». (p. 252)
Comienza por discutir el concepto de « norma » en relación con la libertad del pensamiento, refiriéndose a la excepción y a la transgresión, como la única manera de ir más allá de la norma. De tal manera que solo en el campo de la utopía se encuentra la libertad, en el no-lugar.
En el campo de la sexualidad: es el individuo, la persona, ¿libre de pensar su lugar?, ¿libre de escoger?, o más bien, ¿se encuentra ubicada en un lugar que le ha sido asignado, atrapada en la moral de la cultura?
La posibilidad que ofrece el psicoanálisis, es por la vía del sujeto, que pueda el sujeto encontrar el modo que le permita hablar desde sí.
Señala Lacan que, el orden simbólico se soporta en las funciones imaginarias, tal como nos lo muestra en el grafo del deseo, cuyo piso inferior representa a la enunciación, y el superior al enunciado. Allí indica que lo simbólico hace un recorrido sobre lo imaginario y se soporta en este. El significante, adopta, se sostiene, en significaciones imaginarias para darle una respuesta a esa moral cultural que luego Lacan llamara el Otro.
Es decir, el individuo no es libre de pensar, es pensado y, desde ese lugar, cree que piensa. Se constituye en función de los ideales de una sociedad. Habría que pensar si el orden simbólico actual se constituye en base a ideales, lo cual plantearía una serie de modificaciones en el discurso actual del Psicoanálisis.
Si antes teníamos al Uno pitagórico, ahora tenemos al Uno de Peano, sin ideales.
Si antes podíamos hablar de una unicidad, de una idea de función, constituida en la concatenación entre dos cadenas significantes (x función de y), que adquiría su significación en el efecto retroactivo, donde el punto de llegada daba su sentido a todo lo precedente, en la teoría de conjuntos se despoja al orden numérico de los ideales. La unidad no tiene privilegios, ya sea la unidad de la corporeidad, de la esencialidad, de la totalidad misma, señala Lacan.
El discurso del amor y del sexo en el siglo XXI
La práctica psicoanalítica tiene que ver con el sujeto pero también con la manera de pensar el psicoanalista. En el caso en que el analista encuentra una identificación, no podemos sino ver que el sujeto se ha desplazado del lugar donde estaba para verse desde su nuevo lugar. Esto nos revela que estamos enfrentando una estructura en la cual un sujeto cambia de lugar a partir de una presencia otra que le sirve de modelo. Desde allí reprimirá, juzgara su posición anterior.
Si partimos de una ubicación del sujeto según el significante, obtenemos que: Un significante es aquello que representa a un sujeto ante otro significante. Ese lugar Otro, A, Lacan lo llama cuerpo, y el significante que representa al sujeto, el S2, buscara inscribirse en ese cuerpo, su friendo dos cosas: primero, se pone En Forma del A, y segundo, un proceso de agujeramiento, en donde se instala el objeto a. Así el A, no podrá ser nunca ni Uno, ni todo. Lo que quiere decir A, es que el significante no se representa a si mismo, si nos adelantamos un poco, Lacan nos está explicando por qué no hay un significante para la mujer ni tampoco para el hombre. Esto permite ubicar en la estructura la presencia de los objetos a, pecho, heces, voz, mirada. Son objetos extraños para representar al sujeto.
Esta puesta en forma de A, implica que el sujeto comienza a ser representado por los significantes, y no por sus propias huellas, se borra para aparecer representado por el Otro. Abandonando al otro que ocupaba primeramente ese lugar, hacia el cual se dirigirá la mirada, hacia ese otro.
Podemos decir que entramos en la dictadura del Otro, de la moral del Otro. Señala Lacan: « En esta reinscripción se halla el lazo que lo hace desde entonces dependiente del Otro cuya estructura no depende de él ».
El sujeto borra sus huellas, reemplaza sus huellas por su firma. De allí nace el significante, de las huellas borradas. La puesta en forma de A, permite que se produzca un a que funcione para el sujeto.
Este paso por el Otro, por el cuerpo significante del Otro, produce una estructura que permite un funcionamiento de sujeto, cuyo producto es el objeto a. Es un ordenamiento que el discurso analítico hace posible, y prepara aquello que será la nueva servidumbre o dictadura, la del objeto. Los alcances de estos elementos en el erotismo permitirán percibir esta otra parte del mismo, resto del paso por la experiencia significante. Tenemos el registro de los goces, una que se inscribe como síntoma, y otro que cesa de no escribirse, por el lado del objeto y del fantasma. En la cual tampoco termina esta dialéctica, sino nos atraparíamos en una cultura del desecho, en « una economía fundada en la estructura del objeto a… » señala Lacan. Se trata del registro del objeto anal.
La diferencia del sujeto con la persona, permitirá ubicar a esta última como a un síntoma, es decir: la persona es el síntoma.
« La persona comienza allí donde el sujeto está anclado de un modo distinto que como lo definí, allí donde se lo sitúa de una manera más amplia, que hace entrar en juego lo que se ubica sin duda en el origen del sujeto, a saber, el goce ».
Agrega, « el psicoanálisis no pretende reconstituir un nuevo todo, sino solamente inaugurar un método », es decir no funda un nuevo goce.
La identificación del sujeto con a, produce un sujeto barrado, lo que hace posible, como lo plantea Freud en Psicología de las masas, el pasaje de toda una masa a la función de mirada unívoca. Desde allí se produce el pensamiento, no el saber.
Tenemos a un sujeto capturado en el lenguaje, en donde todo lo que se designa como macho es ambiguo. La experiencia analítica permite constatar que en su nivel no hay acoplamiento significante.
Entonces podemos introducir la pregunta por la función fálica. Lacan lo indica como el significante faltante.
En la experiencia analítica lo podemos ver en la función del sujeto, al tratar de impulsar la articulación de saber, donde se muestra la falla del sujeto. No hay sujeto del goce sexual, está por fuera de aquel. El falo es el sistema faltante, el elemento forcluido, lo cual lo convierte en real.
La positivarían del goce erótico, la irrupción del autoerotismo, produce la positivación del sujeto como dependiente del deseo del Otro, ese es el anaclitismo, punto de entrada por donde la estructura del sujeto se convierte en drama. Allí aparece el deseo de saber, esencial para la posición del sujeto. Es la relación de la curiosidad sexual con el deseo de saber. La unión entre el a como falta de goce y el A (Otro) como campo del dominio del saber.
Tenemos el campo del Poder por el lado de la Moral, y el campo del Poder por el lado de los objetos.
Miller, en Los divinos detalles, plantea que la posición del psicoanálisis es un « nadar a contracorriente ». Y toma como punto de apoyo La dirección de la cura en donde hablara de táctica, estrategia y política, en el psicoanálisis la política y la ética confluyen. La ética del psicoanálisis orienta la acción analítica dirigida al corazón del ser, y tiene una incidencia determinante en la política de los grupos analíticos, en su doctrina de la formación y en la manera como se posicionan en la sociedad… La ética concierne al uno, mientras que la política es del orden de lo colectivo. La ética se dirige al sujeto y no a la persona.
¿Cómo se pasa del análisis del sujeto a lo colectivo?, se pregunta Miller. Surge un abismo entre el individuo y el conjunto. Un buen punto de partida para abordar la política y el sujeto que nos ocupa en este trabajo, pensar la política sexual y el amor en el siglo XXI.
Lo primero es que hay multiplicidad de lenguas, y que incluso dos sujetos que hablan el mismo idioma, no hablan la misma lengua. Nunca se habla la misma lengua del otro. No hay sentido común, y la posición del analista seria, señala Miller, la de un sujeto que se supone que no sabe. Esto permite situar el fantasma fundamental como el lugar desde donde el sujeto tiene una solución universal para sus fantasías, la estructura que vale para todas las que pueda tener. La premisa kantiana, obra de tal modo que esto pueda convertirse en ley universal. El a viene a ser un sentido fijo, inerte, que le da sentido a todo.
Esto plantea la cuestión central del goce, si el goce es del sujeto, ¿cómo pasa al Otro? No cómo se llega a hablar la misma lengua que el Otro. ¿Por qué un sujeto que es uno con su fantasma, con su propia lengua, llega a hacer uno con la masa? ¿Qué es el contrato social para el psicoanálisis? La soledad del análisis no es la del solitario errante de Rousseau, de allí que Freud proponga al psicoanálisis como el verdadero núcleo del lazo social.
Podemos concluir por ahora que, el nuevo discurso del amor y del sexo en el siglo XXI es igualmente segregativo y opuesto a un auténtico lazo social.
COMENTARIOS
De: Edwin Jijena al artículo de ¿Cómo se interpreta el sexo y el amor en el siglo XXI?
El autor del texto nos remite a un trabajo de Freud de 1908 articulado al tema de la regulación del goce sexual desde lo cultural, en una sociedad como la vienesa, con una moral diríamos victoriana.
La cultura, la moral, la ética, como indica Lacan a la altura del seminario 20 Aun, es un gran suplencia ante el Otro que no existe, ese detalle fue iluminado ya por Freud, la regulación del goce sexual, en la mujer y el hombre tenía caminos diferentes, si pensamos que esa regulación por ese entonces se sostenía en el viejo orden establecido que era el discurso del amo, pero que también nos mostraba ya elementos de su declinación.
En el artículo se muestra como estas referencias a la cultura, la identificación al Uno, es una manera de quedar articulado, a una forma de vínculo social como lo es el discurso del Amo, estar en relación al S1, lugar del orden y de la regulación del goce sexual en ambos sexos, efectivamente el autor las diferencias y las preferencia sobre aquellos que están provistos del falo y aquellas que no, pero que tienen también una relación con el falo.
Finalmente, las consecuencias de la regulación de la sexualidad por parte de la cultura genera neurosis, en un primer momento Freud diferenciaba las Neurosis Actual de las Psiconeurosis, de las primeras indicaba que se debían a factores actuales y producidos por dificultades de orden sexual de la vida cotidiana, ejemplo la neurastenia, sin llegar a estar articuladas al complejo edípico, hoy en día a esas neurosis actuales las denominan Stress, lo que el autor del texto hace referencia a: La nerviosidad serán « los fenómenos sustitutivos provocados en este caso por la inhibición de los instintos »
De: Patricia Tagle Barton al artículo de « Cómo se interpreta el sexo y el amor en el siglo XXI? »
En este escrito nuestro colega Amílcar Gómez nos ofrece un recorrido que esboza la dirección de una pregunta de cartel a construir, a partir de dos lecturas:
« La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna », texto de Freud de 1908, que –a mi entender- puede tomarse como un antecedente a la tesis que desarrollará Freud en « El malestar en la cultura » (1930); y el capítulo XVII del Seminario « De otro al otro », de Lacan: « Pensamiento Censura ».
Amílcar sigue el desarrollo del texto freudiano destacando la tensión entre el Otro social, « la moral cultural » y el goce sexual, como productora de síntomas; mencionando también el « no saber » que está en el origen de la represión; ese « no sé » radical, que echa por tierra toda ilusión de un pretendido saber racional y/o de libertad de pensamiento.
« El pensamiento es justamente el Vorstellungrepräsentanz que representa el hecho de que haya lo no representable, porque está barrado por la prohibición del goce. ¿En qué nivel? En el más simple, en el nivel orgánico. El principio del placer es esta barrera al goce y nada más. Que esta barrera esté metaforizada por la prohibición de la madre no es después de todo más que contingencia histórica, y el complejo de Edipo mismo no depende sino de esto. », afirma Lacan (Sem XVI, p. 252).
Es así que Lacan propone que la cura psicoanalítica no puede reducirse al agotamiento de las identificaciones de un sujeto, a su atadura al Otro, ya que esta vía no resuelve el nudo del neurótico.
Se trata entonces de interrogar a la luz del psicoanálisis, y de la vía señalada por Lacan, lo que sucede con la neurosis en la contemporaneidad, en donde impera un empuje al goce que produce síntomas cada vez más refractarios.
Propongo entonces abrir la discusión a partir del texto de Amílcar interrogando la tensión existente entre los efectos de este empuje al goce contemporáneo, y este real estructural; desde la vertiente de la dirección de la cura.
De: Andrés Molina al artículo de « Cómo se interpreta el sexo y el amor en el siglo XXI? »
Del interesante texto de Amilcar Gómez tomaré una frase donde ya a comienzos del siglo XX, en 1907-1908, se califica al « factor sexual como el más esencial en la causación de las neurosis propiamente dichas », como resultado de « una lucha entre la constitución y las exigencias culturales ».
Hoy en día, a comienzos del siglo XXI, continúa siéndolo, entendiendo por un lado, lo constitucional, como la imposibilidad de encontrar una formula que escriba como realizar la relación sexual entre los seres hablantes (tal como si encontramos, por ejemplo, la ley de la gravedad en la relación entre los astros) y por otro lado con la oportunidad de encontrar una solución azarosa, una formula individual, a partir de los elementos casuales que encontramos en nuestro medio socio-cultural. Lo cual genera una tensión permanente en el interior del ser hablante-hablado. Tensión que ya no es entre él y el Otro simbólico sino entre él y lo Real.
Hotel en Medellín sede de las VII Jornadas de la NEL en octubre del 2012
Hotel Sheraton Four Points
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