La tensión entre Seguridad y Libertad, heredada de las Luces (1), ha sido actualizada especialmente por Zygmunt Bauman, sociólogo nacido en 1925 en Polonia que inventó no sólo la “liquidez moderna” sino que escribió mucho sobre las relaciones de la Shoah y la modernidad. Había servido durante la guerra en el primer ejército polaco libre y obtenido la cruz militar del valor. Luego, había regresado después de la guerra a enseñar a Varsovia, que solo abandonó en 1968, a consecuencia de las persecuciones antijudías y antiintelectuales de un régimen acorralado.
En 2012, al abrir un ciclo organizado por la Universidad de Amsterdam sobre el tema “En Mí, la paradoja de la libertad”, se apoyaba en Freud y su Massenpsychologie para decir que estamos ahora, en la transacción entre las exigencias de la civilización y las de la aspiración a la libertad de satisfacer las pulsiones, en una situación inversa a los contemporáneos de Freud. Él no oponía la sociedad de la interdicción que conoció Freud y nuestras sociedades permisivas. Tenía en cuenta la aspiración de las sociedades democráticas, post-11 de septiembre, post-atentados de Londres, post-11M (2) de Madrid, a una “vuelta a la orden” de otro género que el que conoció Europa del período entre las dos guerras mundiales. “En el tiempo de Freud y de sus escritos, la queja más común era el déficit de libertad; sus contemporáneos estuvieron dispuestos a renunciar a una parte considerable de seguridad para eliminar las restricciones impuestas a las libertades. Y lo consiguieron. Ahora, sin embargo, se multiplican los indicios según los cuales cada vez habría más gente que cedería de buen grado una parte de su libertad para poder emanciparse del espectro terrorífico de la inseguridad existencial” (3). En una entrevista dada un poco antes, precisa cómo esta transacción funciona especialmente después de los atentados terroristas: “La gente tiene numerosas razones para tener miedo… Podríamos enumerar millares de estos elementos líquidos de la realidad de hoy que amenazan con hundirles. Son la fuente de un tipo de angustia generalizada… Hay una gran ventaja en transferir este nivel general de incertidumbre existencial al nivel más concreto de la seguridad personal, es que se sabe entonces qué hacer… Después de cada asesinato, cada bomba, cada acto de terrorismo… la gente encuentra objetivos y una ocupación concreta en los que concentrar su atención” (4). Z. Bauman tiene el gran talento de partir de la angustia, que intenta hacer volver a entrar en el marco de la Massenpsyphologie freudiana.
El domingo, este afecto se tiñó de la euforia ligera que da el sentimiento culpable de estar vivo, juntos. Es una angustia que colectiviza de otro modo que una epidemia histérica. Lacan define la angustia como “lo que no engaña”, a condición de salir del marco freudiano del Nombre-del-Padre. La angustia está del lado del goce que se sitúa fuera de las referencias al orden simbólico. Es lo que causa desorden en lo simbolico, lo que no puede encontrar allí su lugar y su lazo. La subjetividad moderna se define por un régimen del sujeto como el corte que solo tiene relación con un agujero. La relación del sujeto con el corte y el vacío está fuera de sentido, pero como dice Lacan, puede “ser contabilizada”, como “no Uno”. “Al nivel del deseo, el sujeto se cuenta” (5).
Este nivel del deseo es también el de la operación del fantasma, donde el sujeto se capta en su desaparición. Esto define un funcionamiento de la psicología de las masas distinto de aquel de la identificación positiva a un rasgo extraído del Otro, tal como Freud lo planteó, anticipando en los años veinte lo que iba a ser el funcionamiento del partido totalitario de los años treinta. La oposición entre el lazo social fundado sobre una identificación a un rasgo unario, o a un pequeño bigote, y el lazo social fundado sobre el fantasma como respuesta ante la angustia original, nos permite tomar en consideración de otro modo la manifestación del domingo. Ésta se inscribe en la serie de las respuestas a la Crisis que se formularon en movimientos espontáneos, sin claves unificadoras, en Europa latina, bajo el significante “de indignados”, en USA y en los países anglófonos, como “Occupy”. Sin duda se trata de ocupar un lugar más indefinido todavía, el de una enunciación en la cual el sujeto puede captarse desapareciendo. Se trata de un grito del sujeto contra el Otro infernal que hace que ellos no tengan más lugar en el mundo. Este grito mismo es una enunciación pura, el lugar donde estos sujetos se captan en su pérdida.
Los partidos políticos tienen muchos problemas para dar a este movimiento la forma clásica de un programa común de reivindicaciones. ¡Cuánto más el poder, bajo su forma más simpática y más sonriente, afirma “Yes we can!”, o “Podemos”, más se difunde la sospecha de la impotencia del poder contemporáneo. En este sentido, esta protesta tiene una fuerza, una energía, una presencia pulsional y fantasmática formidable.
El cálculo es a pensar como lo que opera a partir de la pérdida, a partir de la imposibilidad de ocupar verdaderamente el lugar que no es Wall Street, ni la Puerta del Sol, sino una puerta abierta sobre el terror como el que tomó la cara de los diecisiete muertos en los atentados contra Charlie y el Hypercasher de Vincennes. Como respuesta a la angustia, se trata de escribir algo nuevo, algo que marque un lugar como hacen los 4 millones de manifestantes entre la Plaza de la República y la de la Nación. Este lugar [place] no es ni siquiera el de la República o el de la Nación, significantes-amo de la historia nacional. Es el lugar que deja abierto el agujero en lo simbólico que el sujeto intenta ocupar para recuperarse.
Queda por saber hacia donde se dirige esta “marcha”. ¿Está en el camino hacia un nuevo Dios como presienten Houellebecq o Régis Debray? ¿Hacia una ley, que vendría una vez como respuesta total, “Patriot Act” definitivo, que vendría a suturar el llamado que se abrió? ¿Es una apelación a un nuevo Leviatán que vendría a garantizar la pluralidad de las creencias del multiculturalismo con su mano de hierro? ¿Es, por el contrario, la posibilidad de una manifestación, donde el silencio trabaja en el reverso de la pulsión de muerte, en un malentendido vivo que nos aparta de la transacción fatal entre Libertad y Seguridad?
* Beur: joven árabe nacido en Francia de padres emigrantes.
Fuente: Artículo publicado en francés en Lacan Quotidien nº 456
Traducción: Margarita Álvarez