debe contar a todo el mundo lo que le
sucede a uno. Son cosas que no se dicen a
cualquiera 1
próximo Congreso, en el Comité de
Acción partimos de la Conferencia El
inconsciente y el cuerpo hablante,
Presentación del tema del X Congreso
de la AMP, a cargo de Jacques-Alain
Miller, que funcionó como Cierre del
Congreso anterior.
Tal vez animada por mi función actual
como Analista de la Escuela en
ejercicio, y tomando en cuenta lo
urgente de “una puesta al día”
preguntándonos por lo nuevo, quisiera
detenerme en esta ocasión en un
párrafo que llamó mi atención:
“Entregar al público los relatos del
pase, eso nunca se hizo en la época de
Lacan. La operación permanecía
enterrada en las profundidades de la
institución, solo era conocida por un
número reducido de iniciados –el pase
era un asunto para menos de diez
personas. Digámoslo: yo inventé llevar
a cabo una mostración pública de los
pases porque sabía, pensaba, creía, que
estaba en juego la esencia misma del
pase(…) El acontecimiento de pase no es la nominación, decisión de un
colectivo de expertos. El
acontecimiento de pase es el decir de
uno solo, Analista de la Escuela,
cuando pone en orden su experiencia,
cuando la interpreta en beneficio de
cualquiera que acuda a un congreso
que se trata de seducir y de inflamar
(…)”.2
La operación permanecía enterrada en
las profundidades de la institución…
es decir, no era un asunto privado o
secreto, sino un asunto de unos pocos,
elegidos, y quedaba entre ellos. La
comunidad no se enteraba, e infiero
que eso debía darle al asunto un halo
enigmático, con lo que eso implica. Un
grupo muy reducido, tal como subraya
Miller, anunciaba a la comunidad que
alguien había sido nominado Analista
de la Escuela. Y allí quedaba todo. Se
entiende por qué el pase era entonces
la nominación. No existía ni la
exigencia ni el compromiso de la
transmisión de ninguna enseñanza, por
fuera de esos pocos.
pases está en juego su “esencia
misma”, es porque la esencia
finalmente es poner “en orden su
experiencia”, interpretándola “en
beneficio de cualquiera que acuda a un
congreso”. Es decir, la esencia adviene
a posteriori, en la práctica del pase
misma, cuando esa experiencia es
puesta en orden, podríamos decir,
formalizada, frente a un público en
general ávido de escuchar cómo un
sujeto se las ha arreglado para
encontrar un estilo, y un saber decir
bien aquello que ha obtenido.
Quisiera situar aquí lo que afirma
Jacques Lacan en otro Cierre, el de las
Jornadas de Estudio de Carteles de la
Escuela Freudiana, cuarenta años
atrás. Allí, Lacan se pregunta: “¿qué es el
análisis al fin de cuentas? A pesar de
todo es esta cosa que se distingue por
lo siguiente, que nosotros nos hemos
permitido una suerte de irrupción de lo
privado en lo público. Lo privado,
evoca la muralla, los asuntitos de cada
uno. Los asuntitos de cada uno tienen
un núcleo perfectamente característico,
son asuntos sexuales. Ese es el núcleo
de lo privado (…) ¿cómo distinguir lo
privado de aquello que nos da
vergüenza? Es claro que la indecencia
de todo esto, indecencia de lo que
ocurre en un análisis, esta indecencia,
si puedo decirlo, gracias a la
castración (…) esta indecencia
desaparece”.3
Entonces, ¿cómo entender estas dos
dimensiones de lo público? ¿Cómo
entender este pasaje de lo privado a lo
público, presente tanto en el marco de
un análisis como en el marco de un
testimonio?
Evidentemente, no se trata de lo
mismo. ¿De qué Otro se trata, en cada
caso? Si un análisis implica que lo
privado irrumpe en lo público, si un
analizante habla de sus asuntos a un
analista, es porque eso emerge de lo
más íntimo, de lo que mortifica, de lo
que hace sufrir, es decir, de aquello
que pone en juego su fantasma,
venciendo decencias e indecencias,
aunque algo del pudor –última barrera
frente a lo real- siempre –o casi- se
conserve. Y, aunque implique a un
Otro al que se le dirigen estos dichos e incluso se llegue a su punto de
conclusión, eso no sale de esa
particular intimidad analítica. Otro (es
decir, el inconsciente, y el analista
partenaire en tanto forma parte del
concepto del mismo) del cual aun se
espera, al menos, una interpretación.
Jacques Lacan, en su respuesta a
André Albert4, señala que el análisis es
algo que nos indica que hay que sudar
la gota para llegar a lograr aislar el
sinthome. Y que hay que sudar de tal
manera que uno puede hacerse de allí
un nombre. Pero, agrega, no es esa
nuestra intención (conducir a alguien a
hacerse un nombre o una obra de
arte). Sino que nuestra intención
consiste en incitarle a pasar por el
buen agujero de aquello que le es
ofrecido como singular.
Es decir, es una decisión de cada quien
lo que se quiere hacer con lo que se
obtuvo. Pero ese hacer implica una
vuelta más. El Pase no es obligatorio
sino efecto de un deseo de aquél que
quiera hacer pasar lo obtenido al Otro
de la comunidad analítica, y volver eso
una transmisión que implique soportar
en acto y con el cuerpo, la propia
enunciación.
En mi propio caso, puedo decir que la
formalización que se produjo en el
último tramo analítico, fue necesaria
para poder producir la separación
final. De mi hystoria, del análisis, y
del analista. Me había presentado tiempo atrás, y el
dictamen en esa ocasión me había
sorprendido con un no que en un
primer momento me dejó angustiada y furiosa. No que funcionó como una
interpretación, y que exigió una nueva
respuesta, ya no ligada a quedar
devastada por un Otro cruel que
siempre dice no, que pide más y
angustia, sino que ponía a prueba si lo
obtenido en el recorrido analítico por
casi veinte años se verificaba, y si
podía responder a este no sin caer bajo
las redes de la repetición; que me
hubieran llevado a una huida para no
encontrarme con lo real en juego. Si
no era lo que el fantasma había
dictado, y si algo de esa negra, ya no
ligada fantasmáticamente a la injuria,
sino que ahora se ligaba al decidida
surgido en el tramo final, resonaba en
mí, con un nuevo uso, permitiéndome
decir sí o no frente a una demanda del
Otro, entonces, había que volver al
análisis para poder ubicar ese no del
Cartel, y poder concluir. Me llevara o
no nuevamente al pase.
Volverme a presentar al pase, dar ese
paso suplementario, se decidió bajo las
coordenadas que implican decir sí o
no, sin el Otro, ya por fuera de las
coordenadas fantasmáticas que se
embrollan en un análisis. Cambio de
régimen que incide también en mi lazo
a la Escuela: poder decir sí o no,
conforme a mis razones, y no decir
siempre sí, alocada e inevitablemente,
tal como el fantasma había alentado,
para evitar la supuesta crueldad o
enojo del Otro.
La respuesta encontrada, volver al
análisis y al trabajo analítico,
finalmente me llevó de vuelta al pase
volviendo a consentir a la ficción del
Otro del psicoanálisis y apostando a
otro destino de la libido. Entonces, al hacer el pase, se deja la
dimensión esotérica de un análisis y
se pasa a la dimensión exotérica que el
pase implica. Un Otro al que uno se
dirige sin esperar una interpretación, pero con la intención y –por qué no- la
decisión, de que algo pase, con las
resonancias que eso implica.
Ahora bien ¿qué agrega al pase el
hecho de hacerlo público? ¿Cómo no
volver obscena esa escena? ¿Cómo no
volverlo un Big Mac para muchos?5
En un testimonio público de pase, es
esperable que ese marco dado por el
pudor se mantenga. Pero allí algo de
su núcleo más íntimo, y más singular
(que en el mejor de los casos,
dirigiéndose a un Otro, pasa al
público) pone ahora en juego una
satisfacción. Hay algo de la hystoria
de cada uno, y de sus propias
invenciones, que en un sentido deja de
ser propia y pasa al Otro. Y, cada vez,
con cada vuelta, con cada esfuerzo de
transmisión, esa mordida de real se
vuelve más efectiva.
Es así como entiendo lo que Miller en
esta Conferencia ubica en términos del
escabel forjado sobre el goce opaco
del sinthome, que ahora vuelve a hacer
lazo, de un modo tan singular como
Analistas de la Escuela haya.
La comunidad interroga, el AE
responde, elabora. Muchas veces no
alcanza, y se le exige más. Allí el AE,
cada uno con su estilo, tendrá que
ingeniárselas para responder hasta
donde quiera y pueda (y se pueda). El
pase también es no-todo. Y la
comunidad podrá recepcionar (cuando sucede) algo de lo que cada AE pueda
aportar.
Tal vez, cuando el testimonio pasa,
portando en su núcleo lo
intestimoniable, y el público aplaude,
e interviene, y pregunta, y elabora,
tengamos allí la pista para dar un
sentido al hacerlo público: mostrar (y
demostrar) cómo uno se las ha
ingeniado singularmente para salir de
la mortificación, obteniendo un nuevo
arreglo con el goce que, por qué no,
permita una vida más vivible (al decir
freudiano). El pase no es el único
modo, claro. Pero lo que es seguro es
que es un modo en cierto sentido
privilegiado, que implica hacer saber
al Otro, al de nuestra comunidad pero
también (lo que no es lo mismo) al de
la plaza pública, que el psicoanálisis
está vivo, que tiene una utilidad, y que
analizarse bien vale la pena.
Notas:
1 Lispector, C., La vida íntima de Laura, precioso cuento que conocí gracias a Gabriela Grinbaum. http://groups.google.com/group/digit alsource
2 Miller J.-A., El inconsciente y el
cuerpo hablante, en Revista
2014
3 Lacan J., Cierre de las Jornadas de Estudios de
Carteles de la Ecuela Freudiana, en Revista
lacaniana 16, op.cit.
4 Lacan, J.,” Intervención en la exposición
de André Albert (Albert, A., El placer
y la regla fundamental)”, 15 de junio
de 1975, Lettres de L ́Ecole
Freudienne 24