La angustia es el más penoso e insoportable de todos los afectos, y
cuando la encontramos en las consultas clínicas está ya en un estado
desarrollado. Constatamos también las diferencias entre las personas a
la hora de poder soportar un mayor o menor grado de angustia.
cuando la encontramos en las consultas clínicas está ya en un estado
desarrollado. Constatamos también las diferencias entre las personas a
la hora de poder soportar un mayor o menor grado de angustia.
A veces
puede petrificarnos y otras empujarnos a un pasaje al acto, incluso al
pasaje al acto suicida. Para los psicoanalistas la angustia es esencial
en la experiencia clínica porque es la vía por la que un sujeto puede
aprehender algo sobre su ser de goce, es decir, sobre su manera de gozar en la
vida. Tanto de aquello que le hace sufrir, y de lo que él goza sin saberlo,
como sobre su deseo inconsciente. Sin la angustia, no sabríamos nada sobre el
deseo ni sobre el goce.
Para abordarla, el psicoanálisis no propone
ningún tipo de heroísmo, se trata más bien de « desangustiar » al angustiado,
que no hay que confundir con desculpabilizarlo porque la culpa tiene un motivo inconsciente que hay que averiguar y sirve de poco persuadir a alguien, que se siente culpable, de su inocencia.
Una
certeza paradójica
Tampoco apelamos al Ideal, diciéndole al sujeto
que debe superar ese estado y hacerse fuerte porque eso es totalmente ineficaz.
La angustia no se deja dominar ni por el Ideal ni por el pensamiento, tampoco
por la orden, ya que algo de la angustia no puede ser absorbida por el
discurso.
certeza paradójica
Tampoco apelamos al Ideal, diciéndole al sujeto
que debe superar ese estado y hacerse fuerte porque eso es totalmente ineficaz.
La angustia no se deja dominar ni por el Ideal ni por el pensamiento, tampoco
por la orden, ya que algo de la angustia no puede ser absorbida por el
discurso.
Es como si la angustia se basase en una certeza
paradójica ya que cuando le preguntamos al sujeto por sus causas no puede
referirla a ningún hecho concreto ni a ninguna significación. No obstante, él
sufre y algo de esa certeza se le presenta como un valor absoluto. Hay personas
que, por ejemplo, tienen la certeza de ser excluidos por el otro, no tienen
dudas al respecto, sólo que esta certeza es diferente de la de la angustia
porque la certeza de la angustia no está relacionada con ninguna significación
sino con algo que está por fuera de cualquier discurso, y por ello la
angustia se les impone como un afecto en el cuerpo.
Para el psicoanálisis, no se trata entonces de
buscar el sentido de la angustia, que no lo tiene, sino de buscar su causa. La
angustia en tanto que señal está dirigida al sujeto, señal de lo real que le
advierte de algo que puede ser un peligro. La certeza y la espera de un
peligro son en la angustia una y la misma cosa.
El
tratamiento
Nuestro abordaje de la angustia es así distinto
del de la psicología o de la medicina. Para estas disciplinas es sólo un afecto
negativo a eliminar. Para el psicoanálisis, en cambio, la angustia es siempre
la de un sujeto que habla y es a través de sus palabras como podremos cernir su
causa. La tratamos a través del síntoma al que la angustia da paso. El síntoma
sí le permite al sujeto extraer de esa certeza dolorosa un saber sobre lo que
le concierne, pues en este asunto el peso recae sobre el sujeto, no
sobre el Otro.
tratamiento
Nuestro abordaje de la angustia es así distinto
del de la psicología o de la medicina. Para estas disciplinas es sólo un afecto
negativo a eliminar. Para el psicoanálisis, en cambio, la angustia es siempre
la de un sujeto que habla y es a través de sus palabras como podremos cernir su
causa. La tratamos a través del síntoma al que la angustia da paso. El síntoma
sí le permite al sujeto extraer de esa certeza dolorosa un saber sobre lo que
le concierne, pues en este asunto el peso recae sobre el sujeto, no
sobre el Otro.
Hacer un buen uso de la angustia implica tomarla
como la vía que permitirá al sujeto lograr una certeza sobre su manera de gozar
y estar en la vida. Dicha certeza no podrá encontrarla solamente por medio de
las palabras, será necesario también pagar una cuota de angustia. Sólo
en la medida en que ese modo de gozar ha podido ser cernido, la angustia podrá
ser levantada.
Ayudar a un sujeto a separarse de su angustia no lo libra de encontrarse con su síntoma, sino al contrario, es abordando y explorando ese síntoma como podrá conseguir separarse de su angustia. Es por ello que no hay soluciones milagrosas y rápidas -que sólo desplazan la angustia a otro síntoma- sino la oportunidad de una experiencia que permita al sujeto saber algo más de su funcionamiento y elegir si quiere o no ese modo de satisfacción.
Fuente: La Vanguardia
Ilustración: Durero -Melancolía I