La lettre on line nº 42 octubre 2007
RESPUESTAS en La Lettre on line
La última enseñanza, es la que comienza con L’insu. Es, verdaderamente Lacan contra Lacan. Mostré hace mucho que él avanzaba autocriticándose constantemente. Es demoledor. Uno se da cuenta de eso más, porque no ve bien lo que él pone en el lugar de lo que destruye. Ni siquiera es evidente que él ponga algo. Es una devastación. Eso me hizo pensar en De l’assassinat consideré comme un des Beaux-Arts que acabo de releer para redactar el prefacio del libro de Francesca Biagi sobre Landru.El Seminario forma parte de la serie, y en su última enseñanza, Lacan liquida todo lo que precede: es un serial killer. O si no, es un mass murder. En fin, hay que encontrar el buen uso. Es lo que trato de hacer en mi curso. Como no hay un modo de empleo, creo que esta última enseñanza será un lugar memorable para los exegetas del futuro: ¿qué sentido darle? ¿Fracaso, renegación, hundimiento? ¿Progreso genial y premonitorio? Cuando se tiene buena voluntad es muy sugestivo, eso alivia, da mucha libertad con respecto a las « vacas sagradas » del psicoanálisis. Ni Dios, ni amo. Ni tótem, ni tabú. Es: retorno a cero, con algo al final del trabajo, por supuesto, por el esfuerzo en « imaginar lo real » del cual nos hemos ocupado en el análisis, bajo la forma de estos nudos y de estas cuerdas que se escapan como anguilas.
2LEL: « D’un discours qui ne serait pas du semblant »es una frase que puede parecer banal. ¿Qué significan estas dos palabras, discurso y semblante? ¿Qué separación anuncian en relación a lo que se designa más corrientemente, como la estructura del lenguaje? JAM: Hay que saber, que alguien que puede decir que la expresión “De un discurso que no fuera del semblante” es banal es alguien que conoce a Lacan, me sorprendería mucho que cualquiera encuentre eso banal. Lo consideraría más bien como galimatías. Alguien para quien eso es banal no pide que se le explique « discurso » y « semblante ». Es que usted hace semblante, quiero decir, el interlocutor que usted me inventó para la circunstancia. Por otra parte, está muy bien así: el mejor ejemplo de un discurso de puro semblante, es el suyo! Ahora, Lacan no habla de un discurso que es del semblante, en el sentido: « que es semblante », sino en el sentido de: « que proviene del semblante », “que se despliega a partir del semblante”. Es su tesis: todo discurso parte de un significante-amo, o de un elemento puesto en posición de significante-amo. El significante-amo es un semblante, es decir un significante imaginario, que da su soporte imaginario, sensible, a lo que uno llama: autoridad, poder, dominio. Es el agente de un discurso, su actor y su « actuante », y también su insignia, es en nombre de aquello que se habla y se actúa, y que no se cuestiona, la base, el fundamento, el axioma. Es el terminus a quo, el extremo a partir del cual existe todo el resto. Cuando se lo cuestiona, ese « todo el resto » desaparece. Cuando eso cambia, todo cambia, salvo la estructura de todo discurso, que exige, sea cual fuere, que haya un significante amo, o uno « haciendo función ». Entonces, Lacan sueña con un discurso que para él, por excepción, no partiera del semblante, sino sin duda de lo real – de un real desnudo, bruto, primario, pre-semblante.Por un lado, es imposible (este imposible es lo real mismo…) Por otro lado, eso debe, sin embargo, ser soñado, de lo contrario vuestro discurso es abyecto. Esto quiere decir que, cuando se está en un discurso, siempre es necesario recordar que no es más que eso, un discurso que parte del semblante. A partir de allí: ironía, distancia. No concluí. Tercero, no por eso es que uno pueda permitirse ser incauto – incauto del discurso donde uno está situado, o tomado. Si no se juega el juego, como se dice, se yerra en medio de ninguna parte. Uno se divierte, se recrea, o se emociona, lo que es divertirse de otra manera – en todos los casos, uno es débil. Se tiene, ciertamente, el derecho imprescriptible de ser débil, pero entonces, no hay que quejarse de no poder hacer gran cosa en la Wirklichkeit, la realidad efectiva. Cuatro. Pero, sin embargo, es muy interesante tratar de ver lo que sería, en psicoanálisis, un discurso que no fuera del semblante. En cierto sentido, es lo que Lacan intenta con su TDE: imaginar lo real, recusando todos los discursos como semblantes, fantasmas, delirios, despreocupaciones varias… Yo agrego: etc., porque podría continuar enumerando las facetas de la pregunta.¿La estructura del lenguaje? Ella no está « desde siempre allí ». Está primero lalangue. La misma deviene lenguaje cuando se hacen elucubraciones sobre la misma, se ordena esta materia, se distinguen los elementos, se extraen reglas. Este orden supone que se haya aislado el significante como uno. De ahí la pregunta planteada en Encore: ¿de dónde viene el significante 1 mismo? Después de eso, se define el bien decir, la autoridad se los inculca. Eso pasa por todo un aparato: gramáticos, lexicólogos, retóricos, lingüistas, y luego la escuela. No es por azar que Lacan toma en cuenta todos estos elementos después de mayo del 68′. Previamente, él se hizo cargo de la proscripción lingüística: la cuestión del origen no será planteada, el significante está desde siempre. El significante era él mismo el significante-amo. Era el S1 de la lingüística transferido al psicoanálisis. Era un absoluto. Después de mayo del 68′ se quiebra el dique, el significante se relativiza, la lingüística es de alguna manera psicoanalizada, y lo mismo ocurre con el psicoanálisis. Si, se puede decir así: Lacan psicoanaliza a Freud, su deseo, luego pasa al psicoanálisis del psicoanálisis. Al menos, es lo que él ha hecho del psicoanálisis. Él mismo lo relativizó. Por otra parte, nunca hubo en Lacan el lado « culto de la profesión » como él lo expresa en algún lado. En cuanto a la eternidad, si él creyó en ella, al menos en la eternidad del significante, la del 2 + 2 = 4, más avanza, más la desprecia.
3 LEL: Los psicoanalistas intentan escuchar un discurso que escaparía al semblante, allí donde los otros discursos, incluso la ciencia, caen justamente en el semblante. Pero este discurso, esta palabra inédita, ¿existe « verdaderamente »? JAM: Hum… Los psicoanalistas están en el semblante hasta el cuello. La cuestión es que la cabeza no pase por ahí también, en cuyo caso sería como las arenas movedizas que se tragan a un tipo en un santiamén, como se ve en Laurence d’Arabia, el film con Peter O’Toole. Gloup! Los psicoanalistas dependen de una tradición, y ¿qué es una tradición sino la transmisión de algunos semblantes? Como dice Lacan, una tradición es siempre tonta. Ellos dependen también del prestigio social y ¿en qué se sostiene el prestigio social? En semblantes. Más un cierto número de comportamientos afectados: semblantes también. Un analista es tan « semblanteado », si se puede decir, que tiene sus méritos cuando trata de preservar lo indispensable y hacer avanzar las cosas del saber un poco, algunas observaciones por acá, otras por allá. Ahora, debemos decir que todo este semblante de soporte, de confort, de refuerzo está en vías de reducción acelerada. No por el efecto de una conspiración de malvados encarnizados en que desaparezcamos – los hay, pero eso es secundario – sino en principio por una suerte de auto-consumo interno. El psicoanálisis, inventado por uno solo, se extendió, luego cuando alcanzó un cierto umbral ha sido ganado por la entropía. En los Estados Unidos, es algo del pasado, un joven Americano que no es psy me lo decía ayer. La tradición se pierde, o se fija. El prestigio atrae a un sinnúmero y cuando eso se logra devora el prestigio. Las conductas afectas se descubren. El saber guardado en secreto tiene la autoridad oscura del oráculo; pero, guardado en secreto, el saber se consume; se lo renueva exponiéndolo; exponiéndolo se lo banaliza (véase la pregunta anterior); poniendo el know how al alcance de cualquiera, se vacía al saber de la eficacia que tenía en su oscuridad. Es una lógica infernal que es interna al análisis. El psicoanálisis es un poco como un murciélago, soporta mal el día. Lacan trató de formar una elite con el pase, en Italia quería además reservar la Escuela a los AE, pero eso no funcionó por muchas razones. Hay que decir que, considerando la duración de los análisis, esta Escuela estaría desierta, frecuentada por algunas almas en pena. Por lo tanto, el sinnúmero está ahí, la gran cantidad de psy en la sociedad y se trata en todo caso de preservar algunas posibilidades de elaboración de saber, de elaboración auténtica, y algún prestigio social. Es difícil. La Escuela de la Causa freudiana lo logró hasta ahora, bastante bien. Pero ¿por cuanto tiempo? El discurso analítico parte del semblante, como los otros. Es un semblante un poco particular, que puede, en efecto, dar a los que se sirven de ese discurso un cierto ascendiente sobre aquellos que están situados en otros discursos. Este semblante particular, es – decimos – el objeto perdido: lo que falta al sujeto para creerse uno, y también aquello de lo que al cuerpo le falta: la satisfacción, que sería la buena. Es también el gran Otro que no existe sino como semblante. Y es también el corazón del Otro, si se puede decir así, el objeto (a). El objeto (a) no es lo real, es lo real tal como uno se lo imagina cuando se lo imagina a partir de lo simbólico, es decir del bla-bla-bla, por una parte, y de la formalización matemática, por la otra. Resultado: es un semblante, como el significante – amo. El analista como objeto (a), es un falso real. Se juega eso como se puede, más o menos bien, según la idea que se tenga y con los medios de los que se disponga. Sobre todo, no se trata de darse aires de superioridad como analista. Hacer eso, es el comienzo del fin. No veo de ninguna manera, en qué un analista tendría como tal una « palabra inédita ». Por el contrario, en general ya está muy publicado. Está muy bien cuando él hace observaciones que no son totalmente convencionales. Hay incomparablemente más de lo inédito en las ciencias. No es porque los investigadores nos consulten a nosotros como los otros por el problema de poner el pequeño (a) en un lugar que los perturbe lo menos posible para poder gozar más, que el psicoanálisis tendrá una pequeña superioridad sobre la ciencia. Los discursos no « caen » en el semblante, parten de eso – no en el sentidos de « dejar, abandonar », sino de « partir desde allí, de ser su fundamento », lo que quiere decir que ellos se quedan allí. ¿El analizante tiene una « palabra inédita »? Reflexionemos. Al psicoanalista se acude para decir la verdad, dejar de mentir, a su papá, a su mamá, a su cónyuge, a su amante, a su amada, a su médico, a su tutor – y sobre todo a sí mismo. Primero, como dice Lacan, decir toda la verdad no es posible. Entonces, en su lugar se dicen mentiras y no se puede hacer de otro modo porque de lo real no puede decirse la verdad. Segundo, poco importa porque la verdad de ayer no es la de mañana y verdad y mentira son siempre semblantes. Pero, al menos, cuando uno está en análisis intenta decir la verdad sobre lo real, y no estafar a la gente como cuando se hace política, a lo grande, y también en pequeñeces. « Marchemos, marchemos… » siempre en nombre del significante –amo. En el psicoanálisis, uno no funciona, se anuda, se teje, es mucho más delicado, se corta, se hace encaje. Seguro, se hace cirugía, pero la cirugía no es la carnicería. Se ve bien en el campo freudiano. Existe un cierto espacio donde han sido preservados desde hace 25 años algunas oportunidades para la formación de los analistas y la difusión, sino la prolongación, de la línea de Lacan en psicoanálisis. Desde mi punto de vista, esto vale la pena. Luego, esto forma parte de mi felicidad, como casi decía Spinoza, y de la felicidad de algunos amigos. Este espacio está articulado, hay enlaces, anudamientos, trenzas, nudos. Pudimos añadir nudos, muchos, pero fue necesario romperse un poco la cabeza para comprender como anudarlos, si no se hubieran desanudado muy rápido, se hubieran destejido. Usted sabe, los nudos, las cuerdas, son flexibles, no son rígidos, deslizan, son benevolentes, pero son representaciones que sin embargo no resuelven acerca de la manera de comportarse.
Respuestas del 3 de octubre 2007
From: ecf-messager
3 Questões a Jacques-Alain Miller
Respostas à La Lettre en ligne
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La Lettre en ligne (LEL): Para este mês de outubro, está sendo anunciado o lançamento do Seminário 18, de Jacques Lacan, cujo texto o senhor estabeleceu. Ele prefigura a publicação iminente de alguns outros Seminários que já são designados, graças ao senhor, como o “Ultimíssimo Ensino de Lacan” (“TDL”, Tout Dernier enseignement de Lacan). Poderia nos falar também sobre essas publicações que estão para sair? O que há de diferente neste último Lacan?
Jacques-Alain Miller (JAM): A conclusão do “Seminário de Jacques Lacan”, os 25 livros, já está no horizonte. Caminhei por muito tempo sem chegar a ver o final, mas agora eu o vejo. Terminei 19 dos 25, restam-me seis, já bem adiantados, mas que ainda preciso polir. Utilizo um verbo oculista.
Em novembro, vocês terão o Seminário 18 e, em abril, o 19. Junto com o 18, dou, na pequena coleção « Paradoxos de Lacan », O mito individual do neurótico, anteriormente publicado em Ornicar?, e duas intervenções inéditas. Junto com o 19, vem Eu falo para as paredes, que compreende as três primeiras « entrevistas » dadas por Lacan na capela de Sainte-Anne. Preferi integrar as outras quatro ao 19, pois nelas, de fato, Lacan prosseguia seu Seminário.
Em seguida, vocês terão os Seminários 21 e 22, Os não-tolos erram (Les Non-dupes errent) et RSI, que terminei de redigir durante esse verão. Minha intenção atual é publicar os dois livros em um só volume. Le Seuil está de acordo. De fato, trata-se do mesmo esforço prosseguido continuamente durante dois anos, são os mesmos nós, a mesma reflexão. É o grande momento borromeano de Lacan. Sem dúvida, será melhor compreendido se isto for lido ao mesmo tempo.
Prevejo publicar ao mesmo tempo, em « Paradoxos », uma compilação de três textos. Primeiro, as notas de ouvinte do Seminário sobre o Homem dos lobos, que precede Os escritos técnicos. Achei essas notas um tanto confusas, pensei muito cada frase e acho que consegui restituir o movimento da reflexão de Lacan, a articulação de cada idéia com a seguinte, a ênfase dada a uma e não à outra. Enfim, cheguei a compreender de que se tratava ao redigi-lo. Acrescento, a essas notas, o último Seminário, Dissolução, publicado em Ornicar?, e o Seminário de Caracas. Como aqui temos as duas extremidades do Seminário de Lacan, o título deste pequeno volume deverá ser: Nos confins do Seminário.
O lance seguinte serão os Seminários 24 e 25, O insabido e Momento de concluir, com os quais eu especialmente quebrei a cabeça nesses dois últimos anos. Será também num único volume. A ele, acrescento, em anexo, trechos de Topologia e o tempo e de Objeto e representação: depois de haver procurado por um bom tempo a maneira de passá-los ao público, eu a encontrei no começo do verão. Resta-me agora dar os últimos retoques em O desejo e sua interpretação, A identificação e nos quatro Seminários, do 12 ao 15.
O ultimíssimo ensino começa com O Insabido. É verdadeiramente Lacan contra Lacan. Mostrei, há algum tempo, que ele avançava autocriticando-se constantemente. Aqui, é a demolição. A gente percebe melhor isto por não ver muito bem o que ele põe no lugar daquilo que ele destruiu. Sequer é evidente que ele ponha alguma coisa. É uma devastação. Isto me faz pensar em Do assassinato como uma das Belas-Artes, que acabo de reler em razão do prefácio que redigi para o livro de Francesca Biagi sobre Landru. O Seminário faz série e, em seu ultimíssimo ensino, Lacan liquida tudo o que precede: é um serial killer. Ou, então, um mass murder.
Mas, enfim, é preciso encontrar o seu bom uso. Foi que tentei fazer em meu curso. Como não há instruções de uso, acho que esse ultimíssimo ensino vai se tornar um lugar de destaque dos exegetas do futuro: que sentido lhe dar? Fracasso, renegação, desmoronamento? Progresso genial e premonitório? Quando se tem boa vontade, é muito sugestivo, alivia, dá muita liberdade em relação às “vacas sagradas” da psicanálise. Nem Deus, nem mestre. Nem totem, nem tabu. É: retorno ao zero, tendo na pauta, é claro, o esforço para “imaginar o real” com o qual temos de nos haver na análise, sob a forma desses nós e dessas cordas que são verdadeiras enguias.
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LEL: “De um discurso que não seria do semblante”. É uma frase que pode parecer banal. O que querem dizer estas duas palavras: discurso e semblante? Que distância elas anunciam em relação ao que se designa, mais comumente, como a estrutura de linguagem?
JAM: Escute, seria preciso saber. Quem pode dizer que a expressão “De um discurso que não seria do semblante” é banal conhece Lacan, pois eu ficaria muito surpreso que alguém no dia-a-dia achasse isso banal. Este alguém acharia que se trata mais de uma fala embolada. Alguém para quem isso é banal não pede que lhe expliquem “discurso” e “semblante”. É você quem faz semblante, quero dizer, faz semblante do interlocutor que você inventou para mim devido às circunstâncias. Aliás, está muito bem assim: o melhor exemplo de um discurso de puro semblante é o seu!
Agora, Lacan não fala de um discurso que é do semblante no sentido de que “é semblante”, mas sim no sentido de que “vem do semblante”, “se desenvolve a partir do semblante”. Esta é sua tese: todo discurso parte de um significante-mestre, ou de um elemento posto em posição de significante-mestre. O significante-mestre é um semblante, ou seja, um significante imaginário que dá seu suporte imaginário, sensível, ao que é chamado de autoridade, poder, mestria. É o agente de um discurso, seu ator ou seu “atuante” (« actant »), e também sua insígnia, este em nome do quê se fala e se age, não sendo ele próprio posto em questão, a base, o fundamento, o axioma. É o terminus a quo, o extremo a partir do qual há todo o resto. Quando ele é colocado em causa, este “todo o resto” cai fora. Quando ele é modificado, tudo muda – exceto a estrutura de todo discurso que exige, qualquer que seja ele, que haja um significante-mestre ou um “fazendo função”.
Então, Lacan sonha com um discurso que, por exceção, não partiria do semblante, mas sem dúvida do real – de um real nu, bruto, primário, pré-semblante.
De um lado, isto é impossível (e este impossível é o próprio real…). Do outro, porém, deve-se sonhar com isto – caso contrário, seu discurso é abjeto. Quer dizer que, quando estamos num discurso, devemos sempre nos lembrar que não ele não passa disto: um discurso que parte do semblante. Daí, ironia, distanciamento.
Ainda não acabou. Em terceiro lugar, não é por isso que a gente pode se permitir ser não-tolo – não-tolo do discurso no qual a gente se situa, ou está aprisionado. Se não se joga o jogo, como se diz, erra-se no meio de lugar algum. A gente se distrai, se diverte, ou choraminga (o que é divertir-se de uma outra maneira) – de todo modo, a gente é débil. Certamente, a gente tem o direito imprescritível de ser débil, mas, então, não é preciso vir se queixar de não poder fazer grande coisa na Wirklichkeit, na realidade efetiva.
Quatro. Mesmo assim é muito tentador procurar ver o que seria, em psicanálise, um discurso que não seria do semblante. E, num certo sentido, foi o que Lacan tentou com seu TDE : imaginar o real recusando todos os discursos como sendo outros tantos semblantes, fantasias, delírios, variados golpes-de-joão-sem-braço (jean-foutreries).
Acrescento: etc, pois eu poderia continuar enumerando as facetas da questão.
A estrutura de linguagem? Ela não está “desde sempre aí”. De início, há lalíngua. Isso se torna linguagem quando se elucubra sobre ela, quando se ordena essa matéria, distingue-se nela elementos, extrai-se regras dela. Esta organização supõe que se tenha isolado o significante como um. Daí a questão colocada em Mais, ainda: de onde vem o próprio significante 1? Depois disso, define-se o bem-dizer, a autoridade o inculca em vocês. Isso passa por todo um aparelho: gramáticos, lexicólogos, retóricos, linguistas, e mais a escola.
Não foi por acaso que Lacan levou em consideração todos esses elementos depois de maio de 68. Antes disto, ele retomava por conta própria a proscrição da lingüística: a questão da origem não será formulada, o significante existe deste os tempos imemoriais. O próprio significante era o significante-mestre. Era o S1 da lingüística transferido para a psicanálise. Era um absoluto. Depois de maio de 68, o dique ruiu, o significante foi relativizado, a lingüística foi, de algum modo, psicanalisada, e o mesmo aconteceu à psicanálise. Sim, isso pode ser dito da seguinte maneira: Lacan psicanalisa Freud, seu desejo, depois ele passa à psicanálise da psicanálise. Pelo menos foi o que o próprio Lacan fez da psicanálise. E ela mesma se encontra relativizada. Aliás, nunca houve, em Lacan, o lado “ culto da profissão”, tal como ele se exprime em algum lugar. Quanto à eternidade, caso ele tenha acreditado nela, pelo menos na eternidade do significante, aquela do 2+2=4, quanto mais ele avança, mais a despreza.
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LEL: Os psicanalistas estão à escuta de um discurso que escaparia ao semblante, ali onde os outros discursos, inclusive a ciência, se resvalam justamente no semblante. Mas será que este discurso, esta fala inédita existem “verdadeiramente”?
JAM: Hum… Os psicanalistas estão mergulhados no semblante até o pescoço. A questão é não deixar a cabeça também mergulhada aí, senão seria como as areias movediças que tragam um cara num instante, tal como vemos em Lawrence da Arábia, o filme com Peter O’Toole. Glup !
Os psicanalistas dependem de uma tradição, e o que é uma tradição senão a transmissão de alguns semblantes? Como diz Lacan, uma tradição é sempre besta (conne). Eles também dependem do prestígio social, e no que se mantém o prestígio social? Em semblantes. E ainda de um certo número de caras-e-bocas: semblantes também. Um analista é tão “conjuntado-como-semblante” (ensemblantisé), se assim posso dizer, que se torna digno de mérito quando tenta salvar os móveis e fazer avançar um pouquinho as coisas do saber, com algumas observações aqui e ali.
Agora, é preciso mesmo dizer que todo este semblante de suporte, de conforto, de reforço está entrando numa redução acelerada. Não pelo efeito de uma conspiração de malvados obstinados em acabar conosco – há alguns deles, mas isto é bem secundário – e, sim, em primeiro lugar, por uma espécie de auto-consumação interna. A psicanálise, inventada por um só, difundiu-se, depois, alcançou um certo umbral, foi tomada pela entropia. Nos Estados Unidos, ela é coisa do passado, foi o que me disse ontem um jovem americano que não é psi. A tradição se perde ou se congela. O prestígio atrai o número e o número atinge e corrói o prestígio. As caras-e-bocas se esvaem. O saber guardado em segredo tem a autoridade obscura do oráculo; mas, guardado em segredo, o saber se consome; quando a gente o expõe, ele se renova, quando a gente o expõe, ele se banaliza (ver a questão precedente); pondo o know how ao alcance de qualquer um, a gente esvazia o saber da eficácia que ele tinha a partir de sua obscuridade. É uma lógica infernal, interna à psicanálise. A psicanálise é um pouco morcego, suporta mal a luz do dia.
Lacan bem que tentou extrair uma elite com o passe. Na Itália, ele queira até mesmo reservar a Escola para os AE, mas isso não funcionou por muitas razões. Cabe dizer que, tendo em vista a duração das análises, esta Escola teria sido desértica, assombrada por algumas almas penadas. Há, então, na sociedade, um grande número de psis e se trata, nisto tudo, de preservar algumas possibilidades de elaboração de saber, de elaboração autêntica, e também algum prestígio social. É duro. A École de la Cause Freudienne, até o momento, tem conseguido isto muito bem. Mas por quanto tempo?
O discurso analítico parte do semblante, tal como os outros. É um semblante um pouco particular que, com efeito, pode dar aos servos deste discurso uma certa ascendência sobre aqueles que se situam em outros discursos. Este semblante particular é, digamos, o objeto perdido: o que falta ao sujeito para se crer um, e também aquilo de que o corpo está em falta: a satisfação que seria a boa. É também o grande Outro, que não existe a não ser como semblante. É também o coração do Outro, se assim posso dizer, o objeto a. O objeto a não é o real, ele é o real tal como a gente o imagina quando o imagina a partir do simbólico, isto é, por um lado, o blábláblá e, por outro, a formalização matemática. Resultado: é um semblante, tal como o significante-mestre. O analista como objeto a é falso real. A gente lida com isto como pode, mais ou menos bem, segundo a idéia que se tem disto e com os meios de que se dispõe. Sobretudo, não se fazer de importante como analista. Fazer isso é o começo do fim.
Não vejo de modo algum em que um analista teria como tal uma “fala inédita”. Ao contrário, em geral, já é uma fala muito editada. Já é muito bom quando ele faz observações que não são inteiramente convencionais. Há, incomparavelmente, muito mais coisa inédita nas ciências. Não é porque os pesquisadores vêm se deitar em nossos divãs, com o problema de colocar, tal como os outros, o pequeno a no lugar em que os incomode menos ao lhes fazer gozar mais, que a psicanálise teria a menor superioridade sobre a ciência . Os discursos não “caem” no semblante, eles partem daí – não no sentido de “irem embora”, mas de “terem ali seu ponto de partida, seu fundamento”, o que significa que eles ali permanecem.
O analisante tem uma “fala inédita”? Reflitamos. Ao psicanalista, se vai para dizer a verdade, deixar de mentir para seu papai, sua mamãe, seu parceiro, seu namorado, sua amante, seu médico, seu preceptor – e sobretudo para si mesmo. Em primeiro lugar, como diz Lacan, não se consegue dizer toda a verdade. Portanto, em seu lugar, mentiras são ditas e não se pode fazer diferente disto, pois não se pode dizer, do real, a verdade. Em segundo lugar, pouco importa, pois a verdade de ontem não é a de amanhã e verdade e mentira são sempre semblantes. Mas, pelo menos quando se está em análise, tenta-se dizer a verdade sobre o real, não enrolar as pessoas tal como quando se faz política de modo amplo e também restrito. “Andemos, andemos…”, sempre em nome de um significante-mestre. Em psicanálise, não se anda, mas se enoda, se tece, é muito mais delicado, a gente corta, faz renda. É certo que a gente faz cirurgia , mas a cirurgia não é a carnificina.
A gente vê isto bem no Campo Freudiano. Há 25 anos, existe um certo espaço no qual foram preservadas algumas chances para a formação dos analistas e para a difusão, senão o prolongamento, da linha de Lacan em psicanálise. A meu ver, vale a pena. Além do mais, isso faz parte da minha felicidade, como dizia Spinoza, e da felicidade de alguns amigos. Este espaço é articulado, há enlaces, enodamentos, tranças, nós. A gente pôde acrescentar os nós, muitos, mas foi preciso quebrar a cabeça para compreender como enodá-los, senão isto rapidamente teria se desenodado, destricotado.
Vocês sabem, os nós, as cordas são maleáveis, não são rígido, são fluidos, de boa vontade, mas não deixam de ter idéias bem firmes sobre a maneira de se comportar.
Respostas dadas no dia 3 de outubro de 2007.
Tradução: Vera avellar Ribeiro
Revisão: Sérgio Laia