Sábado 8 de febrero de 2010
El anclaje de Jacques Lacan en la ArgentinaEl psicoanalista Germán García encuentra en el libro de Fruchtnicht un interesante cruce de teoría y experiencia clínica donde se relacionan el síntoma, el sentido y lo realGERMÁN GARCÍA
Introducción a la lectura de Jacques Lacan, el libro inaugural sobre su enseñanza fue publicado por Oscar Masotta en 1970. En estas tres décadas la expansión de la orientación Lacaniana, tanto en nuestro país como en nuestra lengua, sorprende a propios y a ajenos. Las interpretaciones no se hicieron esperar y en la realidad se han constituido archivos sobre la historia del psicoanálisis en castellano en diversas instituciones, ciudades y países.Menos atención se ha prestado a la producción de libros sobre los diversos temas y problemas que se encuentran en innovaciones de Jacques Lacan. No es éste el lugar para exponer una explicación más de este fenómeno, si se quiere de este síntoma, de nuestra cultura. Digamos, al pasar, que Sigmund Freud fue resistiendo hasta que llegó como un efecto retroactivo de la difusión de Jacques Lacan. Era verdad en lengua Francesa, entonces era verdad.1. Edward Said, a partir de una de Adorno analiza lo que llama “el estilo tardío”; el momento en que alguien decide qué hará con el tiempo de un futuro cuya duración es previsible. Unos buscan la serenidad, otros dejan de lado lo que realizaron y se embarcan en una empresa riesgosa. Entre los primeros están autores como Borges; entre los segundos podemos nombrar a Joyce que después de Ulises se obstina –contra la opinión de sus amigos– en el Finnegans Wake. También Jacques Lacan, en lo que se llama su “ultima enseñanza”, vuelve a configurar su trabajo pasado. Así como el Finnegans sostiene lo que se ha llamado “la industria Joyce”, esta última enseñanza mantiene el interés renovado por el conjunto de su producción.2. En esta perspectiva hay que leer La orientación es el síntoma (Grama), el libro de Viviana Fruchtnicht que parte, como corresponde, del nudo que forma el síntoma, el sentido y lo real. Que a partir de este nudo se subraye la pertinencia de la clínica, la ética, la política y la episteme supone que los términos anteriores están situados de otra manera. Ya no se trata de una clínica donde lo imaginario era rectificado por lo simbólico, ni de una ética del deseo que podría prescindir del goce, ni de una política del síntoma que no entiende lo real. Y en cuanto a la episteme, el último Lacan cambia cuando dice “el truco analítico no será matemático”. El psicoanálisis no procede como la ciencia.Viviana Fruchtnicht no intenta nada que se parezca a una monografía, sino que entreteje su argumentación con el hilo singular del trabajo clínico, que conduce de lo particular a lo particular y evite la “aplicación” de los conceptos como reducción de la singularidad de alguien a la generalidades que circulan en cada momento histórico.3. Si comparamos este libro con alguno de los tantos que se ha publicado en los últimos años, se notará el cuidado puesto en las secuencias de las argumentaciones y la manera en que la autora sabe dejar hablar a su tema para introducir su voz en los momentos en que se refiere a su “modesta” experiencia clínica. Podemos decir que no tiene el hábito, tan extendido, de olvidar las comillas y las referencias. El lector podrá advertirlo en la precisión de las notas al pie de página.Es verdad que A. Grafton dice que en las notas están las tensiones y las batallas que no entran en el texto; pero nuestra autora es pacífica y sus notas esclarecen al lector sobre las fuentes a las que recurre.4. Este libro no se puede resumir ni parafrasear para que el lector de la reseña tenga la ilusión de saber de qué se trata sin su lectura. La fuerte presencia de la enseñanza de Jacques-Alain Miller y la sólida cultura de la autora garantizan la “orientación” del libro mismo que, al igual que el psicoanálisis, se sabe un síntoma inscripto en el tiempo donde el futuro implica la retroacción.El capítulo titulado “La transferencia siempre es actual” despeja las sutilezas que llevaron a Jacques Lacan a recurrir a El banquete de Platón y a volver sobre el tema pocos años después, en una perspectiva renovada. Es que los misterios de la transferencia, como los misterios de París, comprometen cualquier cosa que circule como significativa y en particular el valor que en el psicoanálisis tiene el “amor autentico” (expresión usada el referirse a la transferencia).Es por eso que cuando se afirma que el psicoanálisis es un síntoma de la cultura hay que recordar que, entre otras cosas, la transferencia desbarata la ilusión de cualquier metalenguaje. El capítulo titulado “El operador del acto analítico es el deseo del analista” expone las implicaciones de esta posición: “hacer de un fracaso un operador”.A modo de conclusión: la falta de subtítulos en esta breve nota está motivada en el hecho de que el libro de Viviana Fruchtnicht, dividido en diez capítulos, está titulado con tanto acierto que no se podría hacer otra cosa que repetirlo o -que es lo que he decidido- invitar al interesado a su lectura.Denso, preciso y argumentado, La orientación es el síntoma es una prueba de lo que Marcelo Izaguirre llamó al anclaje de la enseñanza de Jacques Lacan en la Argentina.
Más información sobre este libro aquí
Introducción a la lectura de Jacques Lacan, el libro inaugural sobre su enseñanza fue publicado por Oscar Masotta en 1970. En estas tres décadas la expansión de la orientación Lacaniana, tanto en nuestro país como en nuestra lengua, sorprende a propios y a ajenos. Las interpretaciones no se hicieron esperar y en la realidad se han constituido archivos sobre la historia del psicoanálisis en castellano en diversas instituciones, ciudades y países.Menos atención se ha prestado a la producción de libros sobre los diversos temas y problemas que se encuentran en innovaciones de Jacques Lacan. No es éste el lugar para exponer una explicación más de este fenómeno, si se quiere de este síntoma, de nuestra cultura. Digamos, al pasar, que Sigmund Freud fue resistiendo hasta que llegó como un efecto retroactivo de la difusión de Jacques Lacan. Era verdad en lengua Francesa, entonces era verdad.1. Edward Said, a partir de una de Adorno analiza lo que llama “el estilo tardío”; el momento en que alguien decide qué hará con el tiempo de un futuro cuya duración es previsible. Unos buscan la serenidad, otros dejan de lado lo que realizaron y se embarcan en una empresa riesgosa. Entre los primeros están autores como Borges; entre los segundos podemos nombrar a Joyce que después de Ulises se obstina –contra la opinión de sus amigos– en el Finnegans Wake. También Jacques Lacan, en lo que se llama su “ultima enseñanza”, vuelve a configurar su trabajo pasado. Así como el Finnegans sostiene lo que se ha llamado “la industria Joyce”, esta última enseñanza mantiene el interés renovado por el conjunto de su producción.2. En esta perspectiva hay que leer La orientación es el síntoma (Grama), el libro de Viviana Fruchtnicht que parte, como corresponde, del nudo que forma el síntoma, el sentido y lo real. Que a partir de este nudo se subraye la pertinencia de la clínica, la ética, la política y la episteme supone que los términos anteriores están situados de otra manera. Ya no se trata de una clínica donde lo imaginario era rectificado por lo simbólico, ni de una ética del deseo que podría prescindir del goce, ni de una política del síntoma que no entiende lo real. Y en cuanto a la episteme, el último Lacan cambia cuando dice “el truco analítico no será matemático”. El psicoanálisis no procede como la ciencia.Viviana Fruchtnicht no intenta nada que se parezca a una monografía, sino que entreteje su argumentación con el hilo singular del trabajo clínico, que conduce de lo particular a lo particular y evite la “aplicación” de los conceptos como reducción de la singularidad de alguien a la generalidades que circulan en cada momento histórico.3. Si comparamos este libro con alguno de los tantos que se ha publicado en los últimos años, se notará el cuidado puesto en las secuencias de las argumentaciones y la manera en que la autora sabe dejar hablar a su tema para introducir su voz en los momentos en que se refiere a su “modesta” experiencia clínica. Podemos decir que no tiene el hábito, tan extendido, de olvidar las comillas y las referencias. El lector podrá advertirlo en la precisión de las notas al pie de página.Es verdad que A. Grafton dice que en las notas están las tensiones y las batallas que no entran en el texto; pero nuestra autora es pacífica y sus notas esclarecen al lector sobre las fuentes a las que recurre.4. Este libro no se puede resumir ni parafrasear para que el lector de la reseña tenga la ilusión de saber de qué se trata sin su lectura. La fuerte presencia de la enseñanza de Jacques-Alain Miller y la sólida cultura de la autora garantizan la “orientación” del libro mismo que, al igual que el psicoanálisis, se sabe un síntoma inscripto en el tiempo donde el futuro implica la retroacción.El capítulo titulado “La transferencia siempre es actual” despeja las sutilezas que llevaron a Jacques Lacan a recurrir a El banquete de Platón y a volver sobre el tema pocos años después, en una perspectiva renovada. Es que los misterios de la transferencia, como los misterios de París, comprometen cualquier cosa que circule como significativa y en particular el valor que en el psicoanálisis tiene el “amor autentico” (expresión usada el referirse a la transferencia).Es por eso que cuando se afirma que el psicoanálisis es un síntoma de la cultura hay que recordar que, entre otras cosas, la transferencia desbarata la ilusión de cualquier metalenguaje. El capítulo titulado “El operador del acto analítico es el deseo del analista” expone las implicaciones de esta posición: “hacer de un fracaso un operador”.A modo de conclusión: la falta de subtítulos en esta breve nota está motivada en el hecho de que el libro de Viviana Fruchtnicht, dividido en diez capítulos, está titulado con tanto acierto que no se podría hacer otra cosa que repetirlo o -que es lo que he decidido- invitar al interesado a su lectura.Denso, preciso y argumentado, La orientación es el síntoma es una prueba de lo que Marcelo Izaguirre llamó al anclaje de la enseñanza de Jacques Lacan en la Argentina.
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