y XI Los surcos de la aletosfera
“Es cierto que el punto extremo del ateísmo, a condición de dar a este término otro sentido que el de Dios ha muerto, del que todo indica que, lejos de poner en cuestión lo que está en juego, es decir la ley, más bien la consolida. Hace mucho tiempo ya, advertí que frente a la frase del anciano padre Karamazov, Si Dios ha muerto, entonces todo está permitido, la conclusión que se impone en el texto de nuestra experiencia, es que a Dios ha muerto le corresponde ya nada está permitido.
Para aclarar esto cuyo horizonte les anuncio, partamos de la muerte del padre, si es cierto que esto es precisamente lo que Freud nos anticipa como la clave del goce, del goce del objeto supremo identificado con la madre, la madre a la que apunta el incesto.
Seguro que no es a partir de un intento de explicar qué significa acostarse con la madre como el asesinato del padre se introduce en la doctrina freudiana. Por el contrario, la prohibición de este goce como goce primero se edifica a partir de la muerte del padre.
En realidad, no se trata sólo de la muerte del padre, sino del asesinato del padre […]. Es aquí, en el mito de Edipo tal como nos lo enuncian, donde está la clave del goce. Pero si es precisamente así –observémoslo de cerca– como se nos presenta este mito en su enunciado, ya he dicho que conviene tratarlo como lo que es,a saber, un contenido manifiesto. Por este hecho, es preciso empezar por articularlo bien.” (Jacques Lacan, lección del 18 de marzo de 1970).
Desarrollado a partir de los ecos del mayo francés del 68 –del que se cumplen 40 años–, este Seminario investiga el nudo entre psicoanálisis, clínica y política. De manera asombrosa, Lacan presagia con gran claridad los problemas que la civilización contemporánea padece, lo que hace de este libro un instrumento de plena vigencia para la interpretación de nuestro mundo.