MADRID 20 Y 21 DE NOVIEMBRE DE 2010 Círculo de Bellas Artes Too Mach! Conclusiones, ideas y problemas. Hacia las IX Jornadas de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis “Los hombres y sus semblantes” Número 9 Responsable: Gustavo Dessal Editorial “La identificación sexual no consiste en creerse hombre o mujer; es una situación real”. La frase es de Lacan, pertenece al Seminario XVIII, y Carmen González Táboas la recuerda en su libro “Mujeres. Claves místicas medievales en el Seminario XX de Lacan”, que en breve llegará a España. Y apunta la autora “Es decir: se trata de lo que le pasa a cada uno. ¿Qué le pasa a cada uno? Lo que sus semblantes le permiten”. Poco a poco, y a medida que las contribuciones a Too mach! se van sucediendo, vemos surgir el contorno del problema: por un lado, hay un núcleo duro, la “situación real”, el modo macho o hembra de gozar, y allí están esas fórmulas, esa lógica con la que Lacan buscaba atrapar algo de ese real, algo que no fuese fácil de disolver en la fluidificación general de la historia. Por otro, los semblantes: los travestidos de las modas, los tránsfugas de la cultura, las ficciones de cada época. Es que una cosa es el modo en que se goza, y muy otra lo que, a falta de un lenguaje que hable como querría la ciencia, se requiere para “conocer” mujer, poniéndonos ahora en el caso del varón. Eso puede variar un poco más según los tiempos. El camino es largo y tortuoso, y en el medio hay que pasar por toda clase de vicisitudes, como en lo mitos antiguos, incluido el corte de la castración. A esta, algunos prefieren hacerle pito catalán, y entonces abrazan el destino de la soltería, el culto del Uno solo. José Luis Chacón lo indaga en su revisión sobre la ética del soltero. Hay diversos modos de cultivar esta pasión del Uno, incluyendo ciertas formas que no son incompatibles con “tener pareja”. R., esquizofrénico, me asegura no tener la menor duda de ser un hombre. Suerte para él. No obstante, reconoce que no sabe cómo hacer para transmitirlo a las mujeres. De solo pensarlo, se pone enfermo. Eso no impide que, como a San Bernardo de Claraval (lo sé por el libro de Carmen), la sola visión de las mujeres le provoque unas erecciones que darían envidia el mismísimo Priapo. Todo le iría de maravillas si no fuese porque el órgano solito no vale para gran cosa. Para ser, hay que dejarse. Rellenen ustedes este pequeño acertijo como quieran: la lógica lacaniana encaja allí a la perfección. Es una manera de decir lo que el sujeto del inconsciente le debe al efecto feminizante de la estructura. Lacan no cesó de repetirlo, para enredar aún más las cosas. Nos dejó eso en herencia, en lugar del protestantismo de Ernest Jones, quien se quedó tranquilo con la concepción bíblica de que Dios los creó hombre y mujer. José Luis Rosario no se deja amedrentar por la alarma social que alerta sobre la virilidad en peligro. Es buena su reflexión, porque nos ayuda a protegernos contra la pendiente del culturalismo, riesgo que siempre nos acecha cuando intentamos una lectura clínica del malestar en la cultura. “Un hecho de dicho”, califica Lacan al sexo. Y si no teníamos de ello suficientes muestras, vean lo que nos recomienda amablemente Andrés Borderías como documento imprescindible para nuestras Jornadas: « ¿What is a man, What is a woman ? » es el título del reportaje emitido en la cadena ABC de los EEUU y que se puede seguir en Youtube (http://www.youtube.com/watch?v=jho1UCPDqXg) a lo largo de cinco episodios. En este excelente reportaje se relatan algunos fragmento de la vida de Thomas Beatie, anteriormente Tracy, una mujer transexual devenida hombre desde el punto de vista de su identidad civil y de su aspecto físico, casado posteriormente y que algún tiempo después quedó embarazado-a por inseminación artificial. Al día de hoy, « padre » ( según afirma en la entrevista ) de tres hijos a los que ha dado a luz”. No he visto el documento, pero es evidente que algunas personas se toman un gran trabajo para arreglárselas con la relación que no hay. A veces demasiado. Incluso, ¡ay!, ponen el cuerpo para lo que haga falta… Otros, en cambio, lo ponen para distintos fines. Nos lo explica Patricia Tassara en su bella semblanza sobre el tango, “cosa de hombres”. De hecho, en sus comienzos solo se bailaba entre ellos: las mujeres vinieron después, cuando se descubrió que ese truco podía servir para fallar la relación sexual. “Es la puesta en escena del coraje masculino para franquear, al menos durante un breve lapso, algo del horror a la feminidad, con los buenos semblantes”, escribe Patricia. Una observación rotunda, que de paso me da la clave de por qué jamás pude aprender a bailarlo. Gracias Patricia: nunca es del todo tarde para saber algo más sobre el síntoma. Y, por favor, no dejen de prestar atención a lo que se está organizando para los que, a diferencia de mí, no retroceden ante horror semejante. Sólo tienen que escribirle a Ariane Husson entrar en la pista y bailar el tango. ([email protected]) Gustavo Dessal Soberanos solteros: cosa de hombres por José Luis Chacón De las muchas frases enigmáticas de Lacan en la transcripción de Televisión (1973), hay una que me interrogaba de manera incesante. Es la que se refiere a la ética del célibe, contestando a las tres famosas preguntas kantianas que la entrevistadora le hacía. Frente a ¿Qué debo hacer? Lacan responde aludiendo a la ética del psicoanálisis que extrae de la clínica. «En tanto la ética es relativa al discurso…la ética del psicoanálisis es la ética del bien-decir» y … unos parágrafos después opone la ética del psicoanálisis a la ética del soltero, aludiendo a Montherlant. El soltero, según el diccionario de María Moliner, es el que anda suelto o va solo. Etimológicamente proviene de solvere (desatar) y, en cierto modo, está libre, desatado a veces. Popularmente, y así lo recoge de manera simpática en otro contexto Pedro Almodóvar, es el que «vive como vaca sin cencerro». El célibe es una figura muy presente en la cultura moderna y contemporánea. En el campo literario con mitos por todos conocidos que van desde el Don Juan a Brummell, de Casanova al Johannes de S. Kierkegaard, de Pickerton a Sherlock Holmes. También en las artes plásticas Dalí, Duchamp o Damien Hirst, como muestra, lo han abordado. En la historiografía del cine, por supuesto, son muchos los personajes caracterizados como solteros. Pero lo que nos resulta inquietante, y solo lo apunto, es la aparición de un subgénero cinematográfico relativamente reciente surgido a partir de los «Teenpic» o género juvenil, que toma un cariz gamberro y freakie y cuyo segmento más amable puede apreciarse en series de TV como “Dos hombres y medio” o “Big Bang: Locos por la ciencia”. Incluso esa especie de soltero que pierde a su pareja…. masculina, representada por la serie “A single man”. El soltero es para Lacan una figura que en Televisión la opone al analista. Aún participando de la posición masculina, ¿se diferencia de la homo? ¿Y de la hetero? Quizás la interpelación más pertinente, a una cierta edad en la que ya nada es prematuro, sería: ¿qué coloca el soltero en el lugar en que La mujer falta? La respuesta apunta a la segunda parte de la fórmula de la sexuación masculina, en donde prima el todo, todos juntos, todos lo mismo, … Esto excluye una puesta en juego de la castración que afronte el goce femenino suplementario, más allá del falo, pero también el del lado macho. No obstante, las mujeres (puesto que ellas sí existen) tienen un papel fundamental en las fantasías masculinas, como lo ha reflejado recientemente Javier León de la Riva, alcalde de Valladolid. Y ni siquiera ellos se hacen el chocolate. Kant, como se sabe y ha puesto de manifiesto recientemente en Too Mach! Analia Gana, fue un soltero que murió virgen sin haberse acercado nunca sexualmente a una mujer. No es extraño -en ese contexto de Televisión y a las preguntas de la entrevistadora- que Lacan, vía Crítica de la Razón práctica y Aristóteles, lo relacionara con Montherlant. Montherlant -se sabe- contemporáneo de Lacan, director de la Academia francesa, al que tanto le entusiasmaba la figura de Don Juan como la del soltero, le atrajo de manera especial el suicidio. Lacan lo asocia en ese texto a Kant. Pero, no obstante, el partenaire de Kant es Sade y el de Monteherlant el soltero. En ambos se trata del Uno fálico y la exclusión del Otro sexo. En el caso de Kant como sacrificio. En el de Montherlant en la difamación. Lacan opone a esta ética del soltero la del biendecir…¿ qué? El amor. Un nuevo amor. En el mundo contemporáneo, caracterizado por la crisis de lo Real, el deber ético del Psicoanálisis no es ni puede ser ambiguo, señala Leonardo Gorostiza en la reseña de “El Otro que no existe y sus comités de ética” (1996). En los primeros capítulos de ese Seminario, J-A Miller y E. Laurent dedican un par de sesiones al internado y el Joven Törless. Allí remarcan que hemos pasado de las Tribulaciones de un joven en la escuela, a las de la Opinión pública. No solo de los internados a las Residencias y los pisos de estudiantes, sino que éstos han tomado a Montherlant por montera: la misoginia, la difamación de la mujer, como en el caso de Francisco Javier León de la Riva, alcalde de Valladolid, pasa de la una al Uno fálico. Es insidioso, y no podemos más que subrayarlo, el sesgo que ha tomado ese género cinematográfico de comedia juvenil en los últimos tiempos. De las películas adolescentes de los años setenta (American Grafitti) y ochenta (La chica de Rosa, Admiradora secreta…) en las que se amplificaba el conflicto con los padres, el primer amor o la rebelión juvenil, hemos pasado, a partir de los noventa, a éste subgénero de película gamberra y soez de inadaptados sociales, freakies en los que se convierten los solteros. Los títulos de estos films a los que nos referimos son elocuentes por si mismos: Juerga de solteros, A los trece, 17 otra vez, Tres colegas y una salchicha, Lío embarazoso, De boda en boda, Dos colgaos muy fumaos, Resacón en las Vegas, Supersalidos o, en España, Pagafantas o Fuga de cerebros, lejos, desde luego, de los atrevimientos de Hollywood. Principio macho: acerca de los hombres que no hay por José Luis Rosario En un texto de la EBP de 1998, que se inicia haciendo eco de expresiones como “la angustia del varón”, “el macho perdido”, etc., nos encontramos con la pregunta ¿qué es la desaparición de la virilidad en el mundo? Pero tal vez la primera interrogación debiera ser bajo qué condiciones parece posible hablar de ello. Todavía un poco antes, quizá vale la pena recordar todas las precauciones de las que va premunido Lacan cuando ingresa en este campo. Una revisión somera de lo que sostiene Lacan en su elaboración sobre la sexualidad nos conduce de entrada a la necesidad de diferenciar los elementos de estructura de los fenómenos históricos. Añade que el territorio de la sexualidad es un campo plagado de metáforas o ficciones. Desde cierto ángulo, según Lacan, hay una gravitación fundamental que va de la diferencia sexual a la producción cultural, “en la raíz de toda díada está la díada sexual, lo masculino y lo femenino” , que se justifica porque “hay una oscilación alrededor de la expresión el macho y la hembra”, no en el sentido de una repartición (para lo cual habría que tener las cosas claras), sino determinado por las “ambigüedades en la lengua”; de ahí que, parafraseando a Pichón, antes que de una definición precisa Lacan hable de sexualatence, agregando que de la oposición sexual “no sabemos nada”. De un modo más radical, no hay referente: “En el psiquismo no hay nada que permita al sujeto situarse como ser macho o ser hembra”. A falta de ello, el sujeto sólo dispone de “sus equivalentes”, esto es, actividad y pasividad, pero que no sólo “nunca lo representan exhaustivamente”, sino que además, tal “representación no es ni tan coercitiva ni tan exhaustiva”. Cómo ser hombre para una mujer o cómo ser mujer para un hombre queda en última instancia librado a la contingencia de un encuentro y un hallazgo. En la referencia obligada a Freud, Lacan trae a colación que la oposición sexual se presenta en términos equivalentes que califica como metáforas (“activo-pasivo, ver y ser visto, penetrante-penetrado”). Pero no sólo el objeto se resiste. Además, el sujeto se define por una elisión, un rechazo: “El sujeto del inconsciente es el sujeto que evita el saber del sexo”. Los juegos de Lacan son aleccionadores. Para dar cuenta de aquello relacionado con el valor de uso, lo vemos entonces acudiendo a la lengua inglesa, propicia para el caso, para hacer la suposición de ver al hombre reducido a “la función de patrón entre los animales domésticos”, un she man, concebible “instrumentalmente” pero no realizado “institucionalmente”, para oponerle el par que le sería correlativo, una homelle, también introducida con cierta prevención, “con pinzas”, papel para el cual una mujer, dice Lacan, “no carece jamás de recursos”. Casi diríamos que constituye un juego de espejos que responde a la denuncia neurótica que indica que ya no hay hombres. La subjetivación del sexo encierra siempre una incógnita. Lacan es tajante al respecto: “No hay ningún medio para decir en qué dosis son ustedes masculino o femenino”… “es imposible dar un sentido analítico a los términos masculino o femenino”. La teoría del sujeto no resuelve el asunto ya que constituye una formalización a otro nivel: “Si un significante es lo que representa un sujeto para otro significante, eso debería ser el terreno elegido”… “Como ven las cosas estarían bien, serían puras si pudiéramos darle alguna subjetivización al término macho”. La ficción macho que resulta de ello apunta a la lógica del ser y el tener. La lógica de la sexuación orienta en el plano de la estructura, que constituye propiamente un invariante estructural ahistórico. En la cuestión del semblante, en cambio, se discurre, por definición, sobre el plano de la diacronía histórica. En lo que atañe al caso, se refiere a las subjetivaciones históricas de la sexualidad. En este campo, puede constatarse que han periclitado diversos estereotipos de lo masculino encarnados usualmente no por casualidad precisamente por actores -término del que habría que extraer todas sus resonancias-; y ahí están según el gusto: James Bond (a quien da vida sobre todo Sean Connery), Marlon Brando, Humphrey Bogart, Rock Hudson (en este caso con gran esfuerzo por parte de él dado que era homosexual), etc., personajes en los que suele reposar la nostalgia femenina. También descansan en el museo las figuras del Don Juan, el Dandy o el héroe del amor cortés. Todo ello, desde luego, pertenece al campo del ideal, representan construcciones que intentan taponar una pérdida, “El hombre, el macho, el viril, tal como nosotros lo conocemos, es una creación del discurso”. Como señala Lacan, por estar irrevocablemente atrapado en el lenguaje, el sujeto pierde “la función imaginaria en la medida en que responde por el acuerdo del macho y la hembra” . Debido a ello, “todo lo que se designa como macho es ambiguo” e incluso “revocable”, y que “no hay en el nivel del sujeto reconocimiento como tal del macho por la hembra ni de la hembra por el macho”. A esta caracterización que sanciona la ambigüedad consustancial a la oposición masculino/femenino Lacan agrega aún datos de la experiencia: “Toda exploración algo profunda de la historia de una pareja demuestra que en ella las identificaciones han sido múltiples, que se recubren y que siempre forman al final un conjunto compuesto”, esto es, que identificaciones o atributos migran indistintamente de un campo al otro, de una mitad a la otra, “hasta tal punto que, si se establecieron en la teoría muchas parejas de oposiciones, activo/pasivo, voyeur/visto, etc., nunca se promueve allí como fundamental ninguna oposición que designaría a la pareja macho-hembra.” Lo que es esencial para Lacan en este plano de la relación sexuada es poner en claro la función del falo, que “representa ya sea lo que se define en primer lugar como lo que falta, esto es, estableciendo el tipo de la castración como lo que instituye el sexo de la mujer, ya sea, por el contrario, lo que del lado del varón indica de manera muy problemática lo que se llamaría el enigma del goce absoluto”, asunto que, como sabemos, se resuelve como una cuestión de lógica, no de un juego de semblantes, y que se presenta en su forma más acabada en las tablas de la sexuación del seminario Aún. En su lugar, en este mismo campo, aparecen otras figuras no necesariamente feminizadas. A nadie se le ocurre considerar a la falda escocesa como un ejemplo de travestismo o como signo flagrante de feminización. Por el contrario, en una secuencia de la serie Sexo en New York, por ejemplo, el novio de una de las protagonistas de la serie que debe cumplir con un rito familiar danzando con tal indumentaria, ve realzados sus atributos masculinos a través del tamiz del velo fálico. Del mismo modo, ningún hombre que lave pañales o colabore con las tareas domésticas del hogar ha perdido por ello su masculinidad, virilidad o condición de macho a los ojos de su pareja. Incluso se podría decir que ese hombre debiera ser lo suficientemente hombre para consentir a la demanda de amor de su partenaire sin aplastarla por el afán de reivindicación viril. Dejando a un lado el fenómeno de la psicosis, hay al menos dos momentos en la enseñanza de Lacan donde la cuestión de la feminización se asienta sobre terreno más seguro. Uno de ellos implica una elección del sujeto, mientras que el otro concierne a efectos de estructura. Para el primer caso, disponemos de la observación princeps del caso Hans. Haciendo el balance de las perspectivas de esta cura, Lacan presenta sus reservas del siguiente modo: “Así se explica lo que causa problemas al final de la cura de Juanito, como ya señalé. Es preciso, por supuesto, que desemboque, él como todo neurótico, en la fórmula que, para volverme un hombre, No tengo el pene en calidad de símbolo, porque es esto, el complejo de castración. Pero es preciso observar que esta frase puede cortarse de dos maneras. No tengo el pene, que es lo que se quiere decir cuando se dice que el final del análisis es la realización del complejo de castración, rechazando así afuera la función pura y simple del pene tal como este funciona, es decir, fuera del registro simbolizado. Pero también puede cortarse de otro modo, a saber, No tengo en calidad de símbolo al pene, no es el pene lo que me califica como significante de mi virilidad. Eso no se obtuvo de Juanito, sino que se escurrió a través de las mallas de la red.” “Juanito, que no cesó durante todo este tiempo de jugar con las niñas el papel de quien lo tiene, conserva sin embargo de las relaciones sexuales una concepción que pone en primer plano el pene como función imaginaria. Esto fue lo que en su momento motivó mis reservas sobre el final de esta cura. En otras palabras, por heterosexual que pueda manifestarse, él está exactamente en el mismo punto en que se encuentran los homosexuales –me refiero a quienes se reconocen como tales, porque cuando se trata de las relaciones del sexo no sabríamos extender lo suficiente, en el campo de las relaciones en apariencia normales, lo que responde estructuralmente a la homosexualidad.” “De allí la importancia de sondear y de enunciar esta unión que, entre lo imaginario y lo simbólico, pone en su justo lugar la función, o más exactamente las vertientes, de la función que definimos como complejo de castración” No tengo el pene realiza la castración porque implica la asunción de que eso no está bajo dominio sino “fuera del cuerpo”, como indica J.-A. Miller en El Hueso de un análisis. Por otra parte, No tengo en calidad de símbolo el pene implica que no es por tener el órgano pene que se es viril, sino por afrontar el goce de la mujer, puesto que es allí cuando un hombre se encuentra con la hora de la verdad. En cambio, Juanito, compartiendo una posición de estructura con los homosexuales, le otorga al pene una función imaginaria. En el segundo caso, opera un olvido de la mano de la infatuación del amo, desde que puede hablarse del discurso de la ciencia, en el plano en que el sujeto es un efecto del discurso. Lacan lo plantea en estos términos: “Cuando hablo del principio macho… el efecto de la incidencia del discurso es que es en tanto que ser hablante que se ve forzado a dar razón de su « esencia » irónica, es precisamente por el efecto de discurso, a saber, es precisamente en tanto que recibe ese efecto feminizante que es el pequeño a, y solamente por allí que reconoce lo que lo constituye, a saber, la causa de su deseo”. Y prosigue: “es importante captar, si queremos comprender algo… del olvido de ese efecto mismo, a saber, que todos, tanto como somos, a medida que se extiende el campo de lo que la ciencia hace ser función del discurso del Amo, no sabemos hasta qué punto… cada uno de nosotros está determinado de entrada como objeto a.” En fin, tal vez conviene cuidarse de la generalización apresurada que instaura el sintagma discutible fin de la virilidad, de donde exhala una atmósfera enrarecida condescendiente con un lugar común del discurso femenino contemporáneo: no hay hombres disponibles, o son gay o están casados. En realidad, dado que es dudoso que se trate de fenómenos independientes, tal vez lo más productivo sea considerar el desplazamiento combinado de los semblantes, tanto los que conciernen a la posición masculina, todo él marcado por la lógica fálica, como de la posición femenina, que enfrenta las dificultades de consentir en ocupar la posición de objeto del deseo y soporte del discurso amoroso. No debe ser baladí que en el propio discurso de las mujeres, por ejemplo, circule el término hombrear, para referirse a la decisión de ocupar un lugar activo en el mercado del sexo. 1 Síntomas contemporáneos de lo masculino. Informe de la Escuela Brasilera de Psicoanálisis (EBP) al Encuentro del Campo Freudiano. Barcelona, 1998. 2 Jacques Lacan, Seminario 12. Problemas cruciales para el psicoanálisis. 3 Jacques Lacan, Seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales. 4 Jacques Lacan, Seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales. 5 Jacques Lacan, Seminario 12. Problemas cruciales para el psicoanálisis. 6 Jacques Lacan, Seminario 14. La lógica del fantasma. 7 Jacques Lacan, Seminario 14. La lógica del fantasma. 8 Jacques Lacan, Seminario 14. La lógica del fantasma. 9 Jacques Lacan, Seminario 17. El reverso del psicoanálisis. 10 Jacques Lacan, Seminario 16. De un Otro al otro. 11 Jacques Lacan, Seminario 16. De un Otro al otro. . 12 Jacques Lacan, Seminario 16. De un Otro al otro. . 13 Jacques Lacan, Seminario 16. De un Otro al otro. . 14 Jacques Lacan, Seminario 17. El reverso del psicoanálisis. . El tango: un canto masculino a lo imposible por Patricia Tassara Esta emoción que traigo yo, nació en mi voz cargada de nostalgia. Siento un latir de rebelión cuando a este son sus versos le disfrazan. Si es tan humilde y tan sencillo en sus compases, porque anotarle un mal ejemplo en cada frase. Con este resto de emoción muy fácil es llegar al corazón (*) Me encuentro ante esta página en blanco y surge la pregunta: ¿Qué ha sucedido para que el tango se introduzca en los intersticios preparatorios de estas Novenas Jornadas, en su estupenda oferta de participación de Facebook, en la organización de la Gran Fiesta Aniversario de una Escuela ubicada en España, y ahora en Too Mach? Sólo tras hacerme esta pregunta encuentro la brújula de lo que, creo, es una posible respuesta. Permítanme conducirlos a ella invitándolos a entrar en ‘una milonga’. La Milonga La milonga es el lugar donde se puede ir a bailar tango, pero también es un rítmico y divertido género musical que se pone en serie con el tango y el vals. Los tres géneros suenan en pequeñas tandas de cuatro o tres temas. Estas tandas se separan por una pequeña ‘cortina’ musical de un género totalmente distinto, con una duración de apenas 30 segundos. Con ella no solo se indica por ejemplo, la separación de una tanda de Troilo con otra que empieza a sonar de Di Sarli, sino que tiene una función fundamental. En ella, ¡los semblantes comienzan su acción! Pero vayamos de a poco. Tras saludar a los organizadores que nos reciben a la entrada, nos dan un numerito para el sorteo de la noche y nos conducen hacia la mesa. Las luces son cálidas, hay una pista central, con piso de madera donde bailan muchas parejas al son de Una Emoción. Las mesas son pequeñas y están colocadas alrededor de la pista. Una vez ubicados, nos ponemos los zapatos de tango que traemos en una bolsita. Pedimos al camarero una bebida, y ya estamos listos para disfrutar la noche. Mujeres y hombres no se mezclan en las mesas. Se sientan solos, o con los de su género, generalmente nunca mezclados, salvo si un conocido cae de visita a la mesa para saludar, pero rápidamente regresará a su ubicación. El tango terminó, y suena la cortina dejando la pista totalmente vacía. Es entonces cuando, durante esos 30 segundos, brotan por todas partes las miradas que invitan a bailar la tanda siguiente. El caballero mira fijamente a una bailarina con la que quiere bailar. Si a ella le place, responderá mirándolo, sino, seguirá atenta hacia otros lados hasta encontrar –si hay suerte- la mirada del bailarín que le interesa. Si ella responde mirándolo, será cuando él realice lo que se llama ‘el cabeceo’, que consiste en un leve y rápido movimiento de cabeza, como un “¿Sí?” que invita. Ella debe responder con otro sutil y rápido cabeceo si quiere bailar con él. Seguidamente el bailarín se levanta, camina hacia ella, y sólo cuando llega a su mesa la dama se incorpora y ambos se dirigen a la pista junto a muchas otras parejas que han hecho lo mismo que ellos. El tango empieza a sonar, se saludan, y cruzan algunas palabras. Nadie se pone a bailar inmediatamente que empieza un tango! Es importante esperar a que suenen algunos compases mientras se habla con la compañera, y solo entonces, con tranquilidad, se la abraza para comenzar a bailar. El abrazo es el primer contacto. Es más importante que cualquier destreza milonguera. Allí descubriremos si nos sentimos cómodos, seguros y tranquilos, incluso ‘protegidos’ de posibles embestidas de algún incauto o novato. Los cuerpos se acoplan. Es un abrazo ‘cerrado’, es decir, que el hombre dirigirá todo el tango con su pecho. Es el momento en el que leemos el título del libro que el bailarín nos propone, y con el abrazo sentiremos si nos puede interesar o no leerlo. Si antes sabemos algo del género de lectura que nos gusta y lo anduvimos observando bailar entre los otros muchos textos, es probable que nos lo pasemos bien. Con las primeras quejas del bandoneón, el bailarín nos va contando una historia particular con sus movimientos, sus invitaciones, y la bailarina va leyendo, generalmente con los ojos cerrados para disfrutar más, pasando las páginas de esa lectura que él propone en cada compás. Su escrito tendrá un estilo único y personal, con puntuaciones y espacios entre un párrafo y otro que ella irá leyendo y embelleciendo con su baile. Si él no monologa solo ese texto, sino que se lo da a ella a leer con su cuerpo, entonces ella podrá enriquecerlo con los adornos que él le sepa aceptar y otorgar en el tiempo del compás. De esa forma, ambos terminan escribiendo, con un cuerpo de emoción. Cuando la tanda termina y suena la cortina, él la acompaña hasta la mesa, ambos sonríen, se agradecen el baile, y se despiden. Luego todos se vuelven a sentar, a la espera de una nueva oportunidad. Los tangos Se suele decir que los tangos son pura tragedia. Pero ¿qué reflejan sus letras? Me ayudaré aquí de la conversación que tuve antes de este escrito con un ‘milonguero viejo’, que en el argot argentino es un piropo, en tanto alude a su experiencia y destreza en estos asuntos de tango. Este milonguero dice: “No hay un semblante prototípico del hombre en las letras del tango, sino una infinidad de ellos. Lo que sí podemos decir es que los miles de tangos compuestos, desde ‘Mi noche triste’ de 1917 en adelante, son letras sentimentales, es decir, de sentimientos, eso que Lacan señala con el senti-miente”. Podemos pensar entonces que las letras de los tangos, como los sentimientos, mienten. ¿Sobre qué mienten? Sobre la castración. “El tango es un canto a la castración”, dice este milonguero (1). Es el canto mentiroso que vela con los versos la ausencia de proporción entre esas dos razas danzantes, su imposible relación, la falta. Tenemos tangos que hablan de la mujer que no se tiene: ‘No estás, te busco y ya no estás, espina de la espera…’ (Que falta que me hacés, de Armando Portier y Federico Silva). ‘Llorar por una mujer, es quererla y no tenerla, llorar por una mujer es tan hondo padecer’ (Llorar por una mujer, de Enrique Rodríguez y Enrique Cadícamo). Tangos que cantan el barrio que ya no está o la juventud que se perdió: ‘Pesadumbre de barrios que han cambiado y nostalgia de un sueño que murió’ (Sur, de Anibal Troilo y Homero Manzi). ‘Dónde estará mi arrabal, quién se robó mi niñez’ (Tinta Roja de Sebastián Piana y Cátulo Castillo). También es un canto a los malevos y guapos que ya no existen, ‘Amainaron guapos junto a tus ochavas, cuando un cajetilla los calzó de cross, y te dieron lustre las patotas bravas, allá por el año novecientos dos’ (Esquina Porteña de Francisco Pracánico y Celedonio Flores). No se trata de quedarnos en la cuestión barroca – trágica del tango argentino, como puras canciones dolientes, puro sentido de goce. Porque este sentido se transforma cuando el tango atraviesa el cuerpo, haciéndolo vibrar hasta convertirlo en movi-miento. Tangos y semblantes Estas letras, son semblantes simbólicos que bordean con sus versos lo real de todo encuentro. « Alguna vez -no sé si tendré tiempo algún día- habría que hablar de la música, al margen » nos indica Lacan(2). La música, no es sin escritura, es esta misma escritura la que se sitúa en el margen. “La música agujerea el duro mutismo de lo simbólico y, al sobrepasar esa frontera, cosquillea al cuerpo en su acto de transmisión”(3) La música resuena y hace vibrar el cuerpo. Ella no es sin el cuerpo. Música y cuerpo son el velo que con las diversas formas y movimientos bellos envuelven eso que no hay. El tango es una forma de lazo social que incluso convoca masas. El tango bailado puede ser una forma que permite mantener distancia con el estrago del goce de cada sujeto (4), durante los compases que suenan al son de un bandoneón. Los tangos, son cosa de hombres. En ellos, ellas también son cosa de hombres. Todo el juego de códigos milongueros, que se siguen a rajatabla y se respetan, es una bella forma masculina para bordear la falta: el cabeceo, el ir a buscarla y luego dejarla en su sitio, con el abrazo, los movimientos, las invitaciones, la sutileza, la sorpresa de un paso, donde los pies de ambos dibujan en el piso. En la milonga, se respetan los semblantes. El tango bailado es un uso masculino del semblante que vela, de la buena manera, la ausencia de proporción sexual. Es la puesta en escena del coraje masculino, para franquear, al menos durante un breve lapso, algo del horror a la feminidad, con los buenos semblantes. El tango bailado es un modo de hacer con el semblante, allí donde hay vacío. Es un saber-hacer con el no hay anudado a los márgenes del cuerpo. Un instante de “accord”(5) con la propia satisfacción pulsional sostenida en un lazo, un abrazo con el Otro, que lo sabe no armónico, dividido, agujereado, con acordes disonantes, pero es justamente eso lo que le permite, con el placer del tango, encontrar una manera casi sublimada, donde el goce pulsional suple la inexistencia de relación, dentro la pista, circundando una y otra vez el vacío , entre tango y tango, para volver a comenzar una vez más. Espero haber empezado a contestar la pregunta. Les dejo con uno de mis tangos preferidos. “Una Emoción” y, para el que guste, un vídeo con una magnífica pareja de bailarines, dibujándolo. http://www.youtube.com/watch?v=cAZ9_ywdIhQ&p=E5FACD27FA232715&playnext=1&index=2(*)
Una emoción Tango 1943 Música: Raúl Kaplún Letra: José María Suñé Vengan a ver que traigo yo en esta unión de notas y palabras, es la canción que me inspiró la evocación que anoche me acunaba. Es voz de tango modulado en cada esquina, por el que vive una emoción que lo domina, quiero cantar por este son que es cada vez más dulce y seductor. Envuelto en la ilusión anoche lo escuché, compuesta su emoción por cosas de mi ayer, la casa en que nací,
la reja y el parral, la vieja calesita y el rosal. Su acento es la canción de voz sentimental, su ritmo es el compás que vive en mi ciudad, no tiene pretensión, no quiere ser procaz, se llama tango y nada más. Esta emoción que traigo yo, nació en mi voz cargada de nostalgia. Siento un latir de rebelión cuando a este son sus versos le disfrazan. Si es tan humilde y tan sencillo en sus compases, porque anotarle un mal ejemplo en cada frase. Con este resto de emoción muy fácil es llegar al corazón. Bibliografía 1. Juan Carlos Tazedjián. Psicoanalista miembro de la ELP 2. Jacques Lacan. Seminario libro XX “Aun”. 3. Graciela Esperanza « La música al margen », Colofón nº 18, Buenos Aires, 2000 4. Philippe Lacadée. “Los fundamentos del lazo social” Par Lettre nº6 Bulletin de L’ACF Rhône-Alpes. Octubre 1997 5. Iván Ruiz Acero. Encuentros, en el margen, entre la Música y el Psicoanálisis. Ensayo Sección Clínica de Barcelona .Instituto del Campo Freudiano. Noviembre 2002. http://www.scb-icf.net/nodus/177EnsayoIR.htm Se buscan milonguer@s! En la Gran Fiesta Aniversario, además de música disco, también sonarán con algunos tangos! Para poder organizar adecuadamente el “Espacio Tango” (ideado por Margarita Álvarez y Patricia Tassara), invitamos a todos aquellos que esa noche quieran disfrutar de este baile: milongueros, apasionados, deseosos y curiosos con ánimo, envíen un email a su coordinadora, Ariane Husson, [email protected]