En “Psicología de las masas y análisis del yo”, Sigmund Freud señala: “Habría que prestar atención a las masas de diversas clases, más o menos permanentes, que surgen de manera espontánea, así como estudiar las condiciones de su génesis y su descomposición. Sobre todo, habría que ocuparse de la diferencia entre las masas que poseen un conductor y las que no lo tienen. Averiguar si las masas con conductor son las más originarias y completas, y si en las otras el conductor puede ser sustituido por una idea, algo abstracto, respecto de lo cual, las masas religiosas, con su jefatura invisible, constituirían la transición; si ese sustituto podría ser proporcionado por una tendencia compartida, un deseo del que una multitud pudiera participar. Eso abstracto podría encarnarse a su vez de manera más o menos completa en la persona de un conductor secundario, por así decir; en tal caso, del vínculo entre la idea y conductor resultarían interesantes variedades.”[1]
Es posible que para comprender las complejidades propias de una masa de carácter político pudiera no ser suficiente tomar como orientación únicamente la noción de identificación. Sugiero que a estas masas se las puede vislumbrar mejor si se tiene en cuenta la posición del líder respecto de tres variables: el tipo de lazoque se establece entre él y sus seguidores, su posición en relación a la distribución de recursos y qué tratamiento de lo hetero promueve. Para estudiar esta perspectiva, es útil servirse de las herramientas que nos ha brindado Lacan: las modalidades del Uno, el objeto a y el no-todo.
En primero lugar, habría que partir del hecho de que para que un representante político cobre estatus de líder hace falta que tenga lo que Eric Laurent retoma de Lacan, el carisma[2]. El carisma consiste en una cierta predisposición a ejercer un poder de atracción sobre el otro, supone poseer la capacidad de ‘impactar’. Esa predisposición a devenir conductor no tiene un único modo de ejercer la función y eso determina que surjan distintos tipos de liderazgos[3].
Líder-ideal y líder superyó. Por ejemplo, en “Psicología de las masas…” se pueden distinguir dos tipos de grupo: el sostenido por un líder en posición de Ideal y aquel sostenido por uno en posición de superyó[4].
Veamos. Allí, Freud remarca que en la conformación de una masa se produce el siguiente proceso psíquico: “el individuo resigna su ideal del yo y lo permuta por el ideal de la masa corporizado en el conductor”[5].
Primer punto. El término ‘permutación’ sugiere un reemplazo del ideal propio, en pos de la interiorización de un objeto que pasa, él, a convertirse en ideal del sujeto. Entonces, la permutación presupondría un abandono o la puesta a un lado del propio ideal.
Segundo punto. Deberíamos, por lo tanto, distinguir el lugar atribuido al líder en los casos en que este deviene tal porque coincide con el ideal propio y no por un reemplazo. Ese caso, es decir, la aparición del ideal del sujeto en un objeto, describe la situación de enamoramiento. Esto es distinto al caso anterior, el de la permutación, que es el caso que Freud describe como hipnosis.
Hacemos, entonces, la hipótesis de que la distinción entre la estructura del enamoramiento y la de la hipnosis hace la diferencia entre una masa sostenida por un líder que encarna el ideal y una sostenida en un líder que encarna el superyó.
Tercer punto. Freud señala que las masas estudiadas por él muestran una regresión al estado subjetivo idéntico al de la horda primordial[6], que consiste en la sumisión a una figura fuerte, la pérdida de la voluntad propia, el predominio de lo afectivo sobre lo intelectual, la incapacidad de moderarse y diferir la acción. Aquí vemos otro elemento que nos permite hacer la distinción entre un líder en posición de ideal y uno en posición de superyó. En la horda, todos los hijos se sabían perseguidos por el padre; sin embargo, al menos en una de las masas estudiadas por Freud (la Iglesia), los individuos se sienten amados por el líder. Si bien Freud hace del padre primordial el ideal de la masa, propongo hacer una distinción que, a su vez, nos permite, admitiendo a la identificación como la forma esencial de lazo social, estudiar las distintas modalidades que esta puede tomar.
El líder como Nombre. Laurent plantea la posibilidad de un líder que funciona como nombre, explicándolo a través de la oposición entre confianza y lazo libidinal. Señala: “Decir ‘en un nombre’ es, precisamente, hacer una hipótesis, que es que no se deposita en la libido del que ocupa con su nombre este vacío. Es toda la apuesta con la cual se puede interrogar Psicología de las masas: si es verdad o no que se puede depositar la confianza en un nombre sin que el proceso descripto por Freud se ponga en marcha, la consolidación de este nombre con la libido pulsional depositada en el vacío para hacer tapón”[7]. Confianza en lugar de enamoramiento (para el líder-ideal) o de sumisión hipnótica (para el líder superyó).
La particularidad de la confianza es que se produce una apuesta en ese nombre por parte del grupo, que solo se consolidará por après coup. Este segundo tiempo será aquel en que el grupo verifique que quien fue elegido como conductor ha sido merecedor de esa confianza: se verifica a posteriori el respeto que él ha tenido por la palabra dada al conjunto de quienes lo siguen. Esa es ya una diferencia con otras modalidades de liderazgo.
Pienso que lo que determina que se propicie una relación de confianza es que él haga entrar en la cuenta lo que hasta ese momento no contaba. Hacer entrar en la cuenta lo que no contaba abre a una serie de cuestiones, pero voy a limitarme a tomar su matriz: se trata de todo aquello que faltaba y él prometía dar, algo con lo cual, quien pasa a tomarlo como conductor, no contaba antes de la aparición del líder y con lo que pudo contar después. Debe ser, por lo tanto, alguien que, en algún aspecto toca a cada uno de los miembros de la masa en su singularidad, hace pasar el goce por la escala invertida del deseo de modo tal que repercute en las instancias de la sociedad. En este sentido, interviene como un medio a través del cual la masa obtiene algo de la plusvalía en juego. El líder-nombre es un nombre que, como mediación, es protección contra el goce, contra el superyó. Y en este sentido es que Laurent habla de aquel capaz de inventar un límite al exceso[8]. Hoy en día toma la forma de la protección ante el arrasamiento y la exclusión que generan el avance del mercado, la tecnociencia y la financierización del mundo.
Es viable pensar que en el caso de que el líder opere como medio (en este sentido, podríamos pensarlo como lo que Freud llama un líder secundario), la masa no desencadene el enamoramiento o la hipnosis sino la confianza. De modo tal que se puede decir que según el tipo de líder que esté en juego, será el lazo que se establezca entre él y la masa que lo sigue, y así tenemos cuatro modalidades: por el lado del amor (ideal), temor (superyó), confianza (nombre), causa (deseo). Probablemente, también de ello dependa la forma que tome la identificación imaginaria de los miembros entre sí.
El Uno, el plus de goce, el no-todo[9]
Para pensar las modalidades del líder nos podemos servir de la noción del Uno. Hablar de distintas modalidades del Uno es hablar de las distintas funciones que puede tomar un significante amo. El Uno es unidad, pero puede serlo de diversos modos. Para ver los matices podemos tomar las distinciones establecidas por Lacan en el seminario 9, “La identificación” (1961-62), donde habla del Uno que es totalidad, del Uno que es unicidad y del Uno que es nombre propio.
Por otro lado, el plus de goce resulta un instrumento útil para dar cuenta de los derroteros de lo perdido en términos de la riqueza generada por la mano de obra de un país y enajenada por el poder, y del manejo económico que haga de ello un gobierno, pero también hay que pensarlo en términos de derechos.
El no-todo representa la alteridad radical y absoluta para lo que está regido por la lógica fálica, lo que es decir para el sujeto del inconsciente, ese mismo del que hablamos cuando decimos que hace lazo social por la vía de la identificación. Es un instrumento útil para aludir a lo que no forma parte de la masa, ni se sirve de ese Uno para hacer lazo social. Usamos este término para referirnos a lo que hace diferencia en la homogeneidad que promueve la identificación: tanto de aquello que, siendo miembros, sin embargo, los distingue a cada uno entre sí, como de aquello que los separa de los que no forman parte del grupo –y aquí incluimos la intolerancia que cada quien tiene para tratar con lo que a sí mismo le hace diferencia en él y que se tiende a desconocer y expulsar sobre el otro.
En el caso de la masa con un Uno que es totalidad, es decir, con un líder-superyó, todo lo que no es parte de la totalidad es exterminado, odiado o ignorado como ser-existencia, mientras que el caso del Uno unario, o líder-ideal, es el del grupo que entabla una relación de segregación respecto de lo que es no-grupo.
El tercer tipo de Uno comulga con el líder-nombre. Su posición es la de aquel que comporta la inclusión de ‘minorías’ que son y, a la vez, no son parte del todo. Respecto de este, se puede decir que establece un todo que no es una totalidad cerrada. Es un Uno que no solo respeta lo hetero en lugar de segregarlo, sino que, además, admite el no-todo en su interior. El líder-nombre deviene tal por la inclusión de la contingencia (bajo la forma de la invención de un límite al goce), la aceptación de lo imposible (en el sentido de asumir que él encarna una versión de límite que responde a su posición de enunciación admitiendo que hay otras), y la intervención sobre lo posible (bajo la forma de la eficacia de un decir). En cambio, el líder-superyó más bien se sustenta en el rechazo de lo contingente y la negación de lo imposible.
Algunas conclusiones provisorias
Proponemos que para leer una masa política es conveniente tomar en cuenta las distintas figuras del Uno, los variados tipos de lazo, los diversos modos de distribución del plus de goce, y el distinto modo de tratar la diferencia. Todo ello en interrelación, determina el tipo de masa que se produce.
El líder-nombre es un operador que redirige el plus de goce incluyendo en esa distribución el no-todo.Además de instrumento y de operador, el líder es un promotor del tipo de tratamiento que haga el grupo de lo hetero. Es aquel que puede organizar al grupo para lograr un estado de bienestar generalizado. No es lo mismo seguir al líder que tomarlo como instrumento de acceso a la realización de un límite compartido.
[1] Freud, S., “Psicología de las masas y análisis del yo” (1921), en Obras Completas, T. XVIII, Amorrortu, Buenos Aires, 1979, p. 89.
[2] Laurent, E., Conferencia en la facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, noviembre de 2018, Radio Lacan, recuperado de dirección URL: http://www.radiolacan.com/es/topic/1175/3
[3] Negro, M., “Liberalismo, populismos, movimientos populares”, en La libertad de pluma N°4, Año 1, septiembre de 2018, http://lalibertaddepluma.org/marcela-ana-negro-liberalismo/
[4] Negro, M., “Los movimientos populares y sus líderes” (Parte I), en La libertad de pluma N° 8, Año 2, septiembre de 2019, http://lalibertaddepluma.org/marcela-ana-negro-los-movimientos-populares-y-sus-lideres/
[5] Freud, S., op. cit., p. 122.
[6] Ibíd., p. 116.
[7] Laurent, E., “¿Un nuevo amor para el siglo?”, El Caldero de la Escuela N° 18, EOL, 2012, p. 2.
[8] Laurent, E., “La política en el cuerpo y en la psiquis”, Revista Ñ, https://www.clarin.com/revista-enie/ideas/eric-laurent-politica-cuerpo-psiquis_0_6jcUXW9l.html
[9] Negro, M., Los movimientos populares y sus líderes” (Parte II), en La libertad de pluma N° 9, Año 2, de próxima aparición (Diciembre 2019).