del VI congreso de la AMP
los objetos a en la experiencia analítica
21 a 25 de abril de 2008 • Marriott Plaza Hotel, Buenos Aires •
www.amp2008.com Nº 42Conversación Virtual / Virtual Conversation / Conversation Virtuelle / ConversazioneVirtual / Conversação Virtual
« la pragmática de la cura a partir del objeto a »
Kuky Mildiner
“¿Por qué no retomar otros desarrollos clínicos de Lacan a partir de esta perspectiva? Aprenderemos en ellos aún mucho más sobre los sortilegios del objeto a.”
Aplicando esta orientación dada por Eric Laurent en el periódico número 3 me referiré al caso de Ella Sharpe citado en el Seminario “El deseo y su interpretación”. Se trata de un paciente que se interroga por el valor de mensaje de una tos que se reitera a la entrada de su sesión. La asocia con una escena sexual en la que él participa como tercero, interrumpiendo. Ubica allí la fantasía:”estar donde no debo estar”; a partir de ahí identifica la tos al ladrido de un perro por su función de disimular su presencia. Como “ladrido” marca su exclusión de la escena… no estoy… lo que lo lleva a un recuerdo: un perro se masturba con su pierna y él no lo interrumpe; dice: “alguien podría haber entrado” (el paciente aquí tose). La tos-ladrido vela la escena del perro, con el que se identifica a partir de un nuevo recuerdo: –del que también se avergüenza– haber masturbado a un chico una vez.
Se evidencia que el paciente le da a la tos el sentido de hacer desaparecer lo que está más allá de la puerta, pero –más allá– está él mismo identificado a un perro. A pesar de que el desarrollo de Lacan es de 1959 –y lo emplea en especial para ubicar los elementos del grafo del deseo–, lo que allí se va perfilando en la identificación al significante ‘perro’ es la posición de goce del sujeto.
A la sesión siguiente surgirá una auto-interpretación del paciente, que revelará el significado de la “tos”. Al llegar a lo de su analista, en el lugar de la tos, ahora él tendrá un cólico, que lo remitirá a sus “ataques de diarrea en la infancia” y que lo conducirá a concluir: “Me pregunto si la tos significa flatulencia y diarrea”, a lo que Ella Sharpe responde: “Ahora usted mismo ha encontrado su significado”.
Me resulta interesante subrayar otra intervención de Ella Sharpe en el caso. A continuación de lo relatado se manifestará en el paciente –por primera vez– lo que la analista llamó un “deseo libidinal”.El paciente se dirige al mecánico para que le entregue el auto que dejó para reparar, pero no está listo.
Aún así, dice, le gustaría tener su auto. “No he podido tirarle la bronca, porque él es tan gentil, y además no tengo ninguna necesidad de este coche.
Pero de todos modos tengo extremadas ganas de tenerlo”.
La interpretación de la analista: “no es que el auto sea imperativo para él en ese momento, pero él lo quería”, Lacan la retoma acordando y subrayando que lo que se presenta en la vida de un sujeto propiamente como deseo es caracterizado por su carácter no motivado. Esto es, lo que insiste del deseo, más allá de su articulación transitiva a la demanda.
Se evidencia en el caso como, una vez despejado el valor de goce de un objeto, el deseo se manifiesta.
El viviente y el sujeto
Oliden Rubén López
En nuestra práctica constatamos a diario que es difícil captar en los decires de un sujeto que nos consulta por primera vez o en el curso de una cura, lo que hay de viviente en el sujeto del significante.
La dialéctica que se juega está en torno a dos polos o dos caras, entre lo que se escribe de esa dialéctica y por otro lado lo que se sustrae, se escapa, se fuga.
Vale decir acá que el cuerpo del viviente-ser, o mejor dicho del hablante-ser, en un momento de la clínica lacaniana se puede leer por el lado de la “laminilla y los objetos”, concebido como superficies y bordes. Es en este suelo donde se muestra una práctica, lugar de tránsito venidero en nuestro Congreso.
En estas vías vamos incluyendo el avance de la clínica lacaniana desde El Seminario 10 y 11 en adelante. Concernimos al cuerpo a partir del agujero que se le asigna a la libido freudiana.
Jacques-Alain Miller y Eric Laurent nos orientan a una pragmática entre la disyunción del objeto y su sustancia, entre la libido y “los objetos a”.
En esta perspectiva, sostenemos que ese agujero que localizamos por los bordes de los orificios pulsionales –que hacen marcas en el cuerpo– es para cerrarse o abrirse.
Simplemente evocamos a sujetos que giraron o giran su andar en la vida comandados por la mirada o por la voz, por el objeto oral o por el anal y por qué no por lo olfativo, esos buenos o malos olores, como si fueran un imán para existir, realizar su arte, su amor o morir por ellos.
Evoquemos esta cuestión de la mano del cine en las películas “El perfume” y “Perfume de mujer”. Nos aportarán algo sobre esto. También leeremos en el Periódico Nº 17 el aporte de Graciela Musachi y en el Nº 19 el de Samuel Basz.
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Alejandra Breglia • Traducciones Maria Cristina Maia Fernández, Carolina Freda,
Graciela Lucci, Susana Tillet