Barcelona, 6 y 7 de Marzo de 2010
El amor en las neurosis
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tres preguntas a Antoni Vicens
1) Cada sujeto, a lo largo de un análisis, formula su condición de amor. ¿Cuál sería la transformación del amor al final del análisis, una vez conocida su condición?
Sólo el psicoanálisis puede poner al trabajo la formulación que cada uno se hace del amor; la psicoterapia abandona la cuestión, la minimiza o, decididamente, la forcluye (según las escuelas). Nada que se mantenga dentro de los límites del principio del placer dará sentido a la metáfora del amor. La transformación del amor al final de un análisis consiste en su depuración. El objeto pasa a la condición de rasgo inalcanzable, y no de bien demandado condicionalmente. Entonces es motor de deseo, particularidad en la que se lee la imposibilidad de pensar en nombre de la humanidad y vaciamiento agalmático del objeto de goce.
2) ¿El amor sólo puede existir en tanto engañado, o el saber es compatible con el enamoramiento?
El amor está más allá de la oposición verdad/engaño. El amor es una metáfora de la vida, la mejor que existe, y la más frágil (como enseña Freud en El malestar en la cultura). El amor es una convicción delirante sujetada sólo por una escritura que ha de venir, en la que dejará de ser estrago, calamidad, silencio o desierto. Pero su escritura puede fallar. El psicoanalista no puede escribir la carta de amor de su analizante; sólo puede leer, y apuntar con el dedo.
3) En este tiempo de la elevación del objeto al zenit social y de la obsolescencia de los semblantes, ¿se podría pensar que el amor verdadero, el que apunta al objeto sin la mediación de la palabra, sólo puede ser alcanzado en la violencia?
Lacan nos enseña que el amor no es la intersubjetividad; pero que es recíproco. El amor verdadero es una pasión que atenta a la unicidad del narcisismo. Es una manifestación de lo real de nuestra condición de seres-hablantes-hablados-escritos. No creo que el amor sea la vía para la eliminación de la violencia. El fin del análisis consiste en permitir que esa violencia no sea destructiva, sino al contrario, nueva sublimación. Para ello se requiere alcanzar el punto en que la metáfora del amor toma todo su valor cómico. En esa dimensión podemos hacer una comunidad nueva: la de los que sabemos reír a discreción, es decir seriamente, de las agudezas de las que nos hace objeto el amor. Llamémosla Escuela de psicoanálisis, por ejemplo.