XII CONVERSACIÓN CLÍNICA DEL ICFBarcelona, 3 y 4 de Marzo de 2012El final_____ Flash
“El analizante sólo termina si hace del objeto (a) el representante de la representación de su analista. Entonces, en tanto dure su duelo del objeto (a) al que por fin lo ha reducido, el psicoanalista persiste en causar su deseo: más bien maníaco-depresivamente”. |
“El atolondradicho”. Escansión 1, págs. 59 – 60 |
Existe una clínica diferencial de la elección del analista. Analista que viene, según laProposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela, al lugar del “significante cualquiera” que “sólo supone la particularidad”. Este significante cualquiera, que el analizante transfiere al analista al inicio de la cura, funciona como resto al final. En ese momento en el que la zozobra de la seguridad fantasmática va acompañada de ese deser que “revela lo inesencial del sujeto supuesto al saber”.En esta cita de El atolondradicho, texto de julio de 1972, casi 4 años posterior a laProposición, Lacan nos dice que el analizante sólo termina si hace del objeto (a) el representante de la representación de su analista. Es decir, si percibe cómo se ha satisfecho la pulsión por medio de la transferencia, por la vertiente goce de la transferencia. De algún modo, cuando el analizante sabe por qué eligió a ese analista qualquiera es cuando puede dejarlo. Pasa así del enlace por el inconsciente, al desenlace por el analista objeto, que pone límite a la interpretación del inconsciente. Ese es el momento del pase clínico, pero el pase es una zona a recorrer. La reducción del analista a su función de objeto, exige un trabajo de depuración. La exaltación maníaca es correlativa a la confrontación a la inexistencia del Otro y al acceso a un estatuto de la asociación libre que el fantasma ya no sujeta. Es el momento en que la vertiente cínica del final de análisis se hace más presente, hasta que el duelo por el objeto termina en un agotamiento de la transferencia: en un “nada más que decir” que se impone, como una conclusión más allá de las premisas, con la fuerza acéfala de la pulsión. Manuel Fernández Blanco