XII CONVERSACIÓN CLÍNICA DEL ICF Barcelona, 3 y 4 de Marzo de 2012 El final _____ Flash
“¿Qué es lo que define un analista? Ya lo he dicho. Siempre dije –solo que nadie entendió nada, y por otra parte es normal, no es culpa mía- que el análisis es lo que se espera de un psicoanalista. Pero evidentemente, habría que tratar de entender qué quiere decir lo que se espera de un psicoanalista. Está ahí, tan al alcance de la mano –de todos modos tengo la sensación de que no hago más que repetir-, el trabajo es para mí y el plus de goce para ustedes. Lo que se espera de un psicoanalista es, como dije la última vez, que haga funcionar su saber como término de verdad. Precisamente por eso es por lo que se encierra en un medio decir. Lo dije la última vez y tendré que volver a ello, porque tiene consecuencias. Al analista, y sólo a él, se dirige esa fórmula que he comentado tan a menudo, Wo Es war, soll Ich werden. Si el analista trata de ocupar este lugar arriba a la izquierda que determina su discurso, es precisamente porque no está ahí, en absoluto por sí mismo. Es ahí donde estaba el plus de goce, el gozar del otro, adonde yo, en tanto profiero el acto psicoanalítico, debo llegar.” |
1969-1970, Seminario XVII, El reverso del psicoanálisis (1991),pág. 56. |
El análisis es lo que se espera de un psicoanalista. ¿Quién lo espera? El analizante, sin duda. Él tiene derecho a la mentira, que por otra parte lo domina siempre por estructura, pero se reserva el deseo de que su analista no se engañe. Es lo que dice Lacan en algún lugar de sus « Cuatro Conceptos ». Uno de sus analizantes había omitido mencionar una cuestión física importante. Lacan deduce que la razón era tratar de que el analista no se extraviase, y buscase la causa en el lugar equivocado. ¿Y qué se espera de un psicoanalista? Un saber, claro está. No por casualidad es lo que el analizante le supone al analista, y espera ese saber por vía de la interpretación. Pero por lo visto, esa interpretación, si es de verdad (incluso de la verdad, podríamos decir), debe tocar lo real. Por eso la interpretación, « la buena », está siempre destinada a defraudar el saber que espera el analizante. Es interesante cómo Lacan vuelve a exprimir el célebre aforismo freudiano, pero esta vez aplicándolo al analista. Para que su interpretación resuene en el analizante, lo alcance en el corazón, es preciso que se enuncie desde un lugar en el cual el analista « no está ahí, en absoluto, por sí mismo ». Claro que no, puesto que no es por su saber que puede ocupar el semblante del plus de gozar de su analizante. Si acierta a ubicarse allí, será porque su propio psicoanálisis, llevado a sus mayores consecuencias, le ha permitido adquirir la facultad de hacerse el complemento libidinal del analizante, operar en tanto objeto investido por la transferencia. Gustavo Dessal