La expresión Solos y Solas designa en nuestra lengua local, un
modo de vivir y de habitar en el mundo. Sin compañera o compañero, la
sociedad contemporánea ofrece múltiples opciones a quienes se inscriben
bajo esta fórmula que bien podría considerarse una nueva categoría
clínica: los que sufren por estar sin pareja.
Sin embargo el psicoanálisis, siguiendo la transmisión de
Lacan, nos enseña que el encuentro con un psicoanalista puede hacer
emerger lo que acompaña a un sujeto sin que el sujeto mismo lo sepa,
introduciendo otra dimensión de la soledad que exploraremos a lo largo
de estas jornadas.
La soledad
La soledad es un término antiguo trabajado con insistencia tanto
desde la perspectiva filosófica como la literaria. Hoy se trata de un
significante que se impone de diferentes maneras haciendo existir un
sentimiento de soledad si no generalizado, al menos extendido. ¿Cómo
pensar su emergencia en un mundo signado por la hiperconexión y el auge
de las tecnologías en red?
Los solitarios siempre existieron, desde los ermitaños y monjes
en la época clásica hasta los solitarios del romanticismo en el siglo
XIX, en cada uno de ellos la exaltación de la soledad era una elección
de un estilo de vida.
Pero más allá de ser elegida o impuesta, el Psicoanálisis a
través de Freud y de Lacan hace surgir una dimensión de la soledad, que a
partir de sus elaboraciones podemos denominar estructural. El desamparo
inicial del infans en su llegada al mundo y el sujeto por siempre
incompleto, circunscriben una soledad radical que habita a cada ser
hablante. ¿Cómo se las arregla cada uno con ella?
Las parejas
El sujeto que tratamos en psicoanálisis, tiene de manera
escencial y necesaria algo que le hace de pareja. Por su carácter de
incompletud, sería impensable sin ella [1] . Por ello, más allá de la
pareja hombre –mujer a la que se refiere nuestro título de solos y
solas, hay una diversidad de parejas posibles o de Otros posibles con
los que cada uno se enlaza sin saberlo, y que se ponen de relieve a lo
largo de una experiencia analítica.
A veces ese Otro es el cuerpo, tal como lo testimonia la
histeria, o los pensamientos en el caso de la neurosis obsesiva. Pero
también pueden ser los miedos para la fobia o las palabras de los otros
para la paranoia. Por su parte el silencio es la pareja fundamental del
autismo, así como el niño lo es para la madre o el padre para algunas
mujeres.
En la variedad de las elecciones de parejas posibles, la imagen
de sí puede ser el mejor compañero de un sujeto poniendo de relieve la
dimensión narcisística del yo que se toma como objeto. También puede
serlo el objeto pulsional del fantasma, haciendo existir en él al Otro
como medio de acceder a un goce. Y más profundamente el síntoma propio,
pareja esencial a la que J.A-.Miller definió con el sintagma partenaire-síntoma.
Estas Jornadas serán la ocasión de explorar los mecanismos por
los cuales cada uno se liga de manera esencial a algo. Los encuentros de
Solos y solas también forman parejas, paradojas de la época que nos
permitirán interrogar el estatuto de la soledad contemporánea.
La angustia, signo que no engaña, permite cuando se presenta
atisbar ese solo de cada uno que hace posible salir al encuentro de
otros. El analista está ahí en posición de poder recoger el guante.
El lazo analítico
El psicoanalista es una pareja suplementaria [2] . El discurso
analítico que pone en acto, establece un cierto tipo de lazo que hace
despuntar en su práctica un real singular para cada uno. El partenaire
aquí no es tanto aquel que responde, sino más bien el que se inserta en
el proceso sintomático [3].
El analista se presta a encarnar las figuras que convienen para
que el analizante despliegue allí su modalidad de satisfacción. Así, el
lazo transferencial deviene el lugar privilegiado para hacer emerger
los significantes que organizaron las series de identificaciones.
Podemos decir que allí el sujeto se encuentra a solas con Otro.
Y los psicoanalistas también se encuentran a solas con su acto.
Separados y desidentificados del Otro por su propia experiencia
analítica, la Escuela de Lacan puede ser un refugio para la soledad del
analista. Ese conjunto de solos y solas, que sin embargo hacen lazo
entre sí y con la causa que los anima.
Notas
1-. Miller, J.-A., El Otro que no existe y sus comités de ética, Paidós, Bs. As., 2005, p. 289.
2-. Miller, J.-A., Ibíd, p. 283.
3-. Miller, J.-A., El partenaire síntoma, Paidós, Bs. As., 2008, p. 172.
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