Arte y Psicoanálisis – Invenciones (artísticas) inéditas de sujetos singulares
Un libro de
Miguel Gutiérrez-Peláez & Beatriz García Moreno
(Miembros de la NEL y de la AMP)
Lo que los artistas nos enseñan sobre psicoanálisis [*]
La indagación sobre la relación entre el arte y la locura nos permitió explorar ese modo como determinados sujetos encuentran en el arte un nudo posible con su existencia, siendo la puesta en acto de ese oficio de la creación artística una dimensión necesaria. Además, determinados sujetos que han estado expuestas a situaciones violentas, dolorosas, impactantes y/o traumáticas, han podido encontrar en el arte un modo de circundar lo inasimilable de esas experiencias, conteniendo lo real de la vivencia en las propias obras que crean. Quien las contempla, además, puede valerse de esa producción singular del artista para alojar lo que en él también se presenta al modo de un exceso.
El arte entonces apunta a algo que va más allá de lo simbólico, siendo, entre otras cosas, un saber hacer con el vacío, que logra bordear lo imposible y darle un tratamiento operable. Es este, también, el caso de la belleza. Para Lacan, la belleza está localizada en un delicado límite entre el deseo y el ultraje. La belleza va más allá de esa imagen que el sujeto reconoce en el espejo y a la que le atribuye una unidad (la cual, a su vez, es sancionada por el Otro como existente). La belleza se sitúa en un límite que da cuenta de un goce-Otro inasimilable y que puede aparecer bajo el modo de un exceso exceso que, si bien rompe con la armonía esperada, se puede convertir en punto de fijación al remitir a quien la contempla a su propio goce, y al modo de un acontecimiento, introducir un antes y un después. Que una obra de arte enmarcada en un cuadro, por ejemplo (para tomar una de sus formas), delimite un espacio acotado y, a la vez, gatille una experiencia estética del orden de la voluptuosidad y del exceso (perceptivo, emocional, reflexivo) es sin duda uno de sus milagros. Era esa la fascinación que producía en Freud (1919) el Moisés de Miguel Ángel, el cual visitó consecutivamente durante varios días y de la cual seguramente no pudo nunca desprenderse de su mirada.
En el arte pueden converger las más elevadas y bajas de las pasiones y atributos humanos. Decía Freud (1913) que nuestras más elevadas virtudes nacían de nuestras peores disposiciones. En caso de Mishima, pudimos ver cómo el artista puede recorrer la arista de la pasión y la perversión y hacer de lo oculto de su goce un producto para sacudir al otro. Pasión, pulsión y pathos, sufrimiento y pasividad, lo más alto de lo sacro y lo más bajo del sacrificio, pueden converger en un círculo perfecto.
En el caso de Tabucchi, fue posible reflexionar sobre el modo como se vale de una formación del inconsciente, en este caso una pesadilla, para realizar una obra escrita, lo que permite relacionar la contingencia de la pesadilla con lo necesario de la escritura, entendiendo la dimensión de la letra en su acepción lacaniana. Pudimos encontrar que la creación parte de un encuentro contingente, relacionado con el goce inasimilable de una pesadilla que se manifiesta en su dimensión real. Además, en relación a lo comentado en torno a la belleza, se constata que no es únicamente el embellecer la intención de un artista en su obra, sino que es, en muchas ocasiones, inquietar. Los trabajos de Freud (1909) sobre el cuento “El hombre de arena” de E. T. A. Hoffman, extraen esa dimensión psicológica particularmente inquietante que denominó Unheimlich, término que ha sido traducido por “ominoso” o “siniestro”. De este modo, la pesadilla permite pensar un goce que está contenido de un modo distinto en la obra literaria. Los rastros de ese goce alojados en la obra de arte tocan una pregunta nodal: ¿qué sucede con el goce en la creación artística? ¿Hace el sujeto algo con su goce en la creación artística?
Hay que destacar que esta cuestión sobre la noción de acto dentro del psicoanálisis, la cual parte desde Freud, es notable. Puede asistirse en ocasiones a una presencia exaltada del artista y las obras de arte. El concepto de sublimación fue un camino que tomó Freud para abordar la genialidad de los artistas. En “El Creador literario y el fantaseo”, Freud (1907a) se pregunta por el modo cómo el artista se las ingenia para exponer sus fantasías ante otros, por medio de sus obras, mientras que los no artistas podrían avergonzarse de tener que confesar sus deseos reprimidos o condenados. El artista, “atempera el carácter egoísta del sueño diurno mediante variaciones y encubrimientos y nos soborna por medio de una ganancia de placer puramente formal, es decir, estética” (p. 135). La satisfacción es lo que en primer lugar salta a la vista y lo que corroboramos con Freud, es decir, la idea de que el artista satisface algo y, más allá de él, otros pueden también satisfacer algo de su goce en las producciones plásticas de los artistas.
Más allá de aquella genialidad que Freud atribuía a los artistas, el recorrido de este libro permitió preguntarse por la “hazaña” del artista en sí misma; es decir, la forma en que el artista hace con su goce. Así, su hacer es la manera singular que un determinado sujeto ha encontrado para resolver los impasses de su relación con su goce.
En el caso de Louis Burgeois, vimos cómo se ha valido del padre para re-construirse ella misma. Una y otra vez ha sabido hacer con ello un arte que consiste en reconstruir los espacios domésticos para, luego, deshacerse de ellos. Ella necesita destruir y fragmentar para después realizar una reconstrucción mediante la unión de todos los elementos. Se trata, en algunas de sus obras, de la destrucción del padre y su propia reconstrucción; se ha valido de engullir al padre para re-construirse ella misma, un padre que primero forma en miga de pan, para luego cortarlo y devorarlo. De este modo, la artista incorpora en sus entrañas el cuerpo del padre hecho carne. Cuando un padre es devorado no-todo se come, no todo es digerido, quedando un resto vivo de ese padre. Eso no digerible del padre, que es su dimensión real, precipita al sujeto y lo empuja al goce. En una entrevista, cuando se le preguntó a Burgeois sobre el origen de su vocación, respondió lucidamente: « No es tanto de dónde viene mi vocación, sino más bien cómo se las arregla para sobrevivir ».
Como Freud (1907b) ya lo mencionaba en la “El delirio y los sueños en la Gradiva de W. Jensen”, tanto el artista como el analista son similares en la medida en que ambos trabajan sobre el mismo material inconsciente, la gran diferencia radica en que cada uno lo hace con métodos diferentes. En el recorrido de Gavlovski pudimos volver a ese interés originario de los psicoanalistas por el arte, a las tensiones y paralelos que existen entre ambos oficios, y al asombro que presenta el modo como determinados artistas van más allá de los límites de su estructura y, aunque produciendo desde lo más singular de su goce, hacer con ello un bien común y un aporte a la cultura.
Finalmente, cabe decir que en cada uno de los temas abordados se impone la singularidad del deseo del creador de la obra que bordea su propio agujero y que logra hacer con el goce que lo mortifica una posibilidad para la vivificación, para hacerse a un cuerpo desde donde presentarse al otro, más allá de la imagen especular. También, es posible reconocer el modo como los autores de los artículos han logrado introducirse en las obras que comentan, encontrar en ellas el vacío que acoge su propia pregunta, y dar a conocer su manera de bordearlas mediante el recorte que de ellas hacen, enformado en sus propias pulsiones.
Referencias
Sigmund, F. (1907a). El creador Literario y el fantaseo. Obras Completas, Vol. IX, Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Sigmund, F. (1907b). El delirio y los sueños en la Gradiva de W. Jensen. Obras Completas, Vol. IX, Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Sigmund, F. (1913). El Moisés de Miguel Ángel. Obras Completas, Vol. XIII, Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Sigmund, F. (1919). El Moisés de Miguel Ángel. Obras Completas, Vol. XVII, Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
[*] Tomado del libro: Arte y psicoanálisis Invenciones (artísticas) inéditas de sujetos singulares Editores académicos: Miguel Gutiérrez Peláez y Beatriz García Moreno. Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2018, pp.181-187.
Una tarde para las invenciones
Por Carla Bravo (Asociada NEL – Bogotá)
No fue una típica tarde bogotana la del pasado 20 de febrero, y no solo por la ausencia de la pertinaz lluvia que caracteriza a nuestra ciudad. La presentación del libro Arte y psicoanálisis. Invenciones (artísticas) inéditas de sujetos singulares nos convocó a la Librería FCE Fondo de Cultura Económica, ubicada en el Centro Cultural Gabriel García Márquez. Dentro de la misma, un espacio central y protagónico nos aguardaba, rodeado por cientos de libros expectantes.
Arte y psicoanálisis. Invenciones (artísticas) inéditas de sujetos singulares nace a la luz del proyecto de investigación “Trauma y psicoanálisis contemporáneo” del Programa de Psicología de la Universidad del Rosario, y en su elaboración participaron psicoanalistas e investigadores de la Nueva Escuela Lacaniana, sede Bogotá y sede Caracas, pertenecientes a la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Como su título lo indica, la exploración que este libro nos propone parte de casos singulares de artistas y sus obras, para poder ubicar cómo éstas se constituyen en soluciones para sus síntomas -gracias al bordeamiento de un real que las mismas les permiten- y cómo su introducción en el mundo es capaz de generar un vínculo renovado y provocador con los que las recibimos y apreciamos.
El comentario estuvo a cargo de Clara María Holguín, quien puntualizó desde el inicio la intersección que justifica el poder ubicar en un mismo plano al artista y al psicoanalista: ambos ejercen la práctica del “saber hacer con lo singular”. Por esto, la posición desde el psicoanálisis de orientación lacaniana es la de “dialogar con el arte y dejarnos enseñar por él”, precisamente del tratamiento que el arte permite hacer del trauma, de lo real, de lo que está fuera de los campos imaginario y simbólico. Y de allí surgirían, como plantea Holguín, las invenciones artísticas inéditas de los sujetos singulares o “los sujetos en tanto que singulares inventan de modo inédito”. Invenciones que se hacen tomando lo que está, material ex-sistente, a la manera del bricolaje. Algo similar se espera de un proceso psicoanalítico, si bien las invenciones no siempre son del orden de lo artístico. Por otra parte, las prácticas del arte y del psicoanálisis permiten “ir más allá de la barrera del bien y de lo bello”, lo cual marcaría la separación entre lo que desde el psicoanálisis se ha conceptualizado como el ideal y la sublimación: si en el arte clásico “el objeto mirada está velado”, en el arte contemporáneo se da cabida a lo escópico, en tanto “mirada deslocalizada” que apunta al resto para hacer de él, en expresión de J.A. Miller “un bien común”:
“…el artista produce una división subjetiva en el espectador, lo saca de la fascinación, de su completud. Se cae el velo de lo bello y queda el puro desecho, se ataca la idea de representación y de sentido, no hay dialéctica significante. Es más bien un ataque al sentido y a la interpretación para encarnar el nivel de lo real…”
De las ideas expuestas por Clara María Holguín dan justa cuenta cada uno de los escritos que integran este libro. En el capítulo “Arte, trauma y locura: aportes desde el psicoanálisis”, Miguel Gutiérrez-Peláez clarifica la diferencia entre “psicoanálisis implicado en el arte” y “psicoanálisis aplicado al arte”. Asimismo, explora la relación histórica entre arte y locura a partir de casos de diferentes artistas, algunos conocidos y otros anónimos, sin dejar de considerar el espacio que se le ha dado al arte dentro de las instituciones psiquiátricas para hacer posible esta relación. “En cada uno de ellos-los artistas, nos dice Gutiérrez-Peláez- el arte ha sido el elemento que ha permitido fundar un nuevo vínculo con la realidad y, a la vez, su vehículo para poder habitar el mundo” (p.37). Lo que interroga a Beatriz García Moreno en el capítulo “La belleza en psicoanálisis: más allá del cuerpo-imagen” es la función de lo bello cuando logra “abrir camino al surgimiento de un goce deslocalizado que no está fijo a alguna parte específica del cuerpo, y a la manifestación de la belleza unida a un cuerpo más allá de la imagen” (p.60). Esta búsqueda la conduce a hurgar en las ideas de Lacan sobre los personajes de Antígona y Lol. V. Stein, de Sófocles y Marguerite Duras respectivamente, para realizar su propio abordaje de la artista plástica de origen cubano Ana Mendieta. Stella Cortés nos propone en su texto titulado “Cuerpo hablante, escabel, pasión y violencia”, la articulación de estos conceptos a la luz de la vida y obra del escritor japonés Yukio Mishima. Si “en mi caso las palabras entraron primero” (p.86), escribe Cortés citando a Mishima, y por tanto precedieron al cuerpo, el recorrido que se despliega girará en torno a esta construcción del cuerpo, a través de la literatura -intento que resultará insuficiente- y luego en la exaltación de la belleza de su propio cuerpo, elevándolo a la dimensión de obra de arte. Este tratamiento no estará exento de lo pasional, de allí el acto suicida que se constituirá en “su creación más perfecta y elaborada” (p.84). María del Pilar Cuéllar aborda en “Devorar al padre: una metáfora de voracidad en la obra de Louise Bourgeois”, el bordeamiento sobre lo traumático de la relación con su padre que logra hacer esta artista: “Cogí un pedazo de pan blanco, lo mezclé con saliva y moldeé una figura de mi padre. Cuando estaba hecha la figura, empecé a amputarle los miembros con un cuchillo, considero esto como mi primera solución escultórica” (p.109). La destrucción de este pequeño cuerpo, similar al que realiza Cuéllar al intervenir la obre de Bourgeois (p.110-111), marcará para la artista el anclaje de su propio cuerpo en tanto escultura. “Tacucchi y la pregunta por la letra” es el recorrido que Luz Adriana Mantilla nos propone desde la pesadilla, a “…lo escrito como marca” -que remite a la noción de letra en Lacan- y a lo escrito en tanto “ejercicio literario…que permite tramitar algo del horror manifiesto en la pesadilla y de la experiencia de un goce excesivo que se hace presente para el sujeto…” (p. 123). El exhaustivo análisis que hace la autora desde la teoría lacaniana, para diferenciar lenguaje y lalengua, sujeto y parletre, concluye con el encuentro de una sílaba, “…un intento de escritura, de letra” (p.137) en la pesadilla del escritor, que “…da cuenta de un goce que definitivamente se escapa, se escabulle a toda representación o sentido posible” (p.137). Gracias a la posibilidad de situar la letra en la obra literaria, operará el pase del exceso de goce a goce reducido al Uno (p.138). Por último, el texto de Johnny Gavlovski, “¿Qué del arte para la conceptualización del fin de análisis?”, nos interroga sobre la relación que puede establecerse entre arte y pase, dispositivo ideado por Lacan para dar cuenta del fin de análisis. El manierismo como estilo artístico acompañará las ideas del autor sobre el pase, tomando como coordenadas los significantes de lo novedoso, lo particular, el ser-de-verdad, el semblante y la torsión del cuerpo. Y, hay que resaltar, la lectura de estos interesantes trabajos se ve sorprendida de tanto en tanto por hermosas imágenes de las obras de arte mencionadas.
Para concluir, diré que las invenciones, cuando son tales, no dejan de convocar a otras nuevas. Obras de arte y artistas que hacen surgir la pregunta y llevan a la formación del Cartel sobre Arte y Psicoanálisis -declarado a la Nueva Escuela Lacaniana de Bogotá en el año 2016- cuyo trabajo logra pasar el saber posible a las páginas de este libro. ¡Arte y psicoanálisis. Invenciones (artísticas) inéditas de sujetos singulares es una invitación a seguir inventando!