Editorial
El psicoanálisis produce transferencias en la cultura, un interés vivo que aproxima a muchos en la búsqueda —en términos amplios— de un saber sobre ellos mismos; algo de cada uno es afectado por lo que se dice y se lee en los materiales y eventos psicoanalíticos, sin embargo, esa intención de saber puede pasar por diversos tiempos: no alcanzar el saber que se supone, alcanzar fragmentos de saber imposibles de reconocer, soportar el vacío de saber.
El recorrido de una formación psicoanalítica tiene estos des- encuentros por los que paradojalmente, desde una intención de saber, se va dando lugar a un deseo de saber. Esta fuerza del deseo es una expresión de lo que ha mutado en un ser que habla, cuando el goce que lo habita, transita de una a otra de las marcas del lenguaje en su cuerpo dentro del marco de un psicoanálisis, pero también entre múltiples instantes de la vida de Escuela y en encuentros de supervisión de la praxis.
En estas dimensiones de la formación de los analistas, está presente la transferencia que nos indica un binomio: el tránsito y lo que transita: se trata del movimiento de la sustancia que circula produciendo puntos de llegada; lugares desde donde se puede relanzar, volver a poner en trans. La sustancia en nuestro campo es una sustancia gozante: esta se traslada y se deposita temporal- mente ahí donde obtiene el aseguramiento de su repetición, pero el término trans no sólo señala el movimiento dentro de los espa- cios más o menos circunscritos —lo fijo—, también indica el ir más allá, en este caso, de la repetición, del sí mismo. Esto es algo de la apuesta de la transferencia en el psicoanálisis: que el goce propio de cada ser hablante, tenga derroteros más allá de la repetición y que pueda extraerse de él lo más vital.
La transferencia tiene algo que ver con el amor, lo sabemos desde Freud: un amor interdicto. La transferencia analítica y la trans- ferencia de trabajo nos plantean los esfuerzos por conseguir un amor, el del Otro, que se sabe no ocurrirá y que en su imposibilidad dejará algunos buenos restos: un lazo con el que hacer circular una forma de goce cada vez menos mortificante y unos lugares por dón- de hacer pasar lo productivo de ese goce en trans.
Les invitamos a la lectura de este nuevo número que es, para todos los que participamos de él, un momento y un lugar en el que se aloja un deseo y un goce.
Edna Gómez Murillo Directora