Editorial
La escritura en la escuela
“Lo que no cesa de escribirse se sostiene mediante un juego de palabras que lalengua mía ha conservado de otra, y no sin razón, la certeza de la que da testimonio en el pensamiento el modo de la necesidad. ¿Cómo no considerar que la contingencia o lo que cesa de no inscribirse, no sea aquello por donde se demuestre la imposibilidad, o lo que no cesa de no escribirse? Y que desde allí un real se atestigüe, por no estar mejor fundado, sea transmisible por la fuga a la que responde todo discurso.” Jacques Lacan
Introducción a la edición alemana de un primer volumen de los Escritos.
El ser que habla a veces es tomado por lo que ya ha sido escrito y coloca sus propias letras suscribiendo eso que el Otro anticipó; pone su propio escrito dentro, sobre, debajo del escrito del Otro. El ser que habla a veces escribe y con ello da constancia de su con- sentimiento al mundo de lo simbólico sin renunciar totalmente a un goce que queda cifrado en las palabras. Escribe buscando cifrar y descifrar pero hay algo que no se escribe y algo otro que no deja de escribirse.
Al cabo, escribir tiene más que ver con transmitir una vivencia que con representarla. Acuñar una letra —por más que hoy sea más fácil que en tiempos remotos— sigue sin ser sólo un ejercicio motriz, tampoco intelectual, de comprensión o de pura razón; algu- nos de los seres que hablan dejan un resto de sí en la superficie de un real depositando algunas letras en la Aletósfera, como Lacan le denominara en su Seminario 17 sobre El reverso del psicoanálisis. Se vive un empuje a escribir la emergencia de lo que no tiene lugar entre las palabras, pero que no hay más que ellas para circunscri- birlo. Y se escribe y se reescribe intentándolo hasta que algo en un acomodo más bien onírico, logra cierta satisfacción en la empresa. No se escribe por prescripción, se escribe por emergencia procu- rando transcribir lo que fue escritura en otro lado.
En la Escuela, escribir es inscribir rasgos sobre una superficie que, en el instante de mirarla, demanda, llama a la incidencia de letras, de palabras, de discurso que transmita algo sobre la existen- cia del psicoanálisis y sus avatares. La política del ser hablante es inscribirse en el Otro con las palabras propias, dichas o escritas, que pueden resonar en diferentes tiempos, en distintas épocas, pro- vocar sus resonancias en los que leen, que descifran y dar algo de mayor dignidad a eso que goza, sobre un soporte que vaya más allá de la fragilidad del cuerpo en tanto que sustancia gozante. In- útil es describirlo, ese goce sorprende y tal vez su mejor expresión sea la poesía como la manera de adscribir lalengua a una apuesta por el ser que habla.
Que lo que se escribe sea falso con respecto al campo del que se quiere extraer algo, no nos deja en la melancolía, estamos advertidos de ese fracaso, de ese engaño, porque no hay la ver- dad total y, sin embargo, todavía insistimos.
Dispuestos a hacerse cargo de lo dicho, de lo escrito, de lo publicado, los diversos escribientes de éste número nos hacen ex- plícita a su medida singular, su forma de estar concernidos con la Escuela y con el Otro. Así, disfruten este excelente recorrido…
Edna Elena Gómez Murillo