Estudiar las consecuencias de erradicar de la doctrina freudiana el principio de placer implica correr ciertos riesgos. La conveniencia de correrlos se presenta en tres niveles: el de la consistencia interna de la doctrina y su relación con la experiencia, el de las implicancias clínicas deducibles, y el del modo de concebir la naturaleza del ser hablante y su cultura. Prescindir de ese principio da lugar a una doctrina más consistente y simple cuyo nuevo aspecto aún no hemos hecho más que empezar a vislumbrar, la clínica freudiana así obtenida se vuelve más afín a la clínica lacaniana contemporánea, y una serie de rasgos del ser hablante y del malestar en la cultura aparecen bajo aspectos nuevos y mejor ajustados a lo efectivamente existente.
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